Lo han vuelto a hacer. Nuestras selecciones de categorías inferiores continúan su recolecta de metales con el oro en el Europeo U18 de Polonia y la plata en el mundial femenino U19, ambas medallas obtenidas este pasado fin de semana. La cosecha veraniega de momento arroja un fantástico balance de tres oros y una plata. Y una vez más debemos insistir en algo, y es que no es sólo la victoria, si no el camino que conduce a ella, lo que hace del baloncesto español en este momento un referente global. En los tres campeonatos en los que nuestros jóvenes representantes se han subido a lo más alto del cajón la impecabilidad ha sido la nota predominante. Han contado todos sus encuentros por victorias. Estamos hablando de torneos largos en cuanto a número de partidos, pero concentrados en unos pocos días. Competiciones de nueve partidos desarrollados en apenas diez u once días, luego es digna de admiración la capacidad de concentración y la fortaleza mental y física para mantener el nivel de exigencia en lo más alto y no rebajar el grado de excelencia ni en los momentos más intrascendentes de dichos torneos.
Los U18 se apuntan a la moda de ganar torneos acabando invictos. |
El camino de las muchachas de Carlos Colinas en Chile, que se han alzado brillantemente con una plata mundial, ha sido sin embargo bastante más tortuoso. Tres derrotas en las rondas previas a los cruces demuestran la dificultad de un torneo donde además de las mejores escuadras europeas te encuentras con selecciones tradicionalmente fuertes en el baloncesto femenino como Brasil, Australia, y por supuesto Estados Unidos, a la postre campeonas del torneo. No obstante el balance de nuestro combinado, con esa plata final, ha de calificarse de sobresaliente.
En definitiva corren estupendos tiempos para nuestro baloncesto. Los nombres de Nikola Mirotic, Josep Franch, Jaime Fernández o Dani Diez (por citar sólo unos pocos) en chicos, y los de Queralt Casas o Laura Gil (de igual modo, por nombrar sólo algunos ejemplos) en féminas, garantiza la continuidad del éxito en categorías absolutas. El baloncesto español vive empeñado en contradecir a los Sex Pistols: si hay futuro.
No obstante hay algo que me produce cierta inquietud ante la avalancha de éxitos de nuestros jóvenes jugadores. La falta de perspectiva que puede comenzar a producirse sobre el mérito real de sus victorias. Es decir, la sensación de superioridad es tal que podemos caer en el error de no saber valorar lo suficiente todo el trabajo y la entrega que suponen estos triunfos, y pensar con una equivocada simpleza que todo se reduce a una mera cuestión de calidad. Esto lleva a cargar con una presión inmerecida a nuestros deportistas, para quienes sólo vale la primera posición allá donde compitan vistiendo su cartel de favoritos, y a quienes se ajusticiará con severidad cuando esa delgada línea que diferencia el éxito del fracaso no haya sido traspasada. Anoche, escuchando radio deportiva, noté como volvemos a caer en este tipo de errores, en una entrevista a Ginés Meléndez, entrenador de la futbolística sub19, con el periodista de turno hablando con total vulgaridad de la manifiesta superioridad española y dando por sentado que hoy ganaremos el título europeo de esa categoría que se juega hoy, despreciando al rival y no admitiendo otra cosa que no sea una victoria que parece haber visto en alguna extraña bola de cristal de su limitado intelecto. No cabía otra posibilidad para el locutor, no dejaba ningún lugar a la duda ni le concedía la menor posibilidad a los checos. En definitiva, el error histórico de tanto plumilla y charlatán vendedor de humos de los medios que tan poco bien hacen a nuestro deporte con tanta falta de rigor y tanto desprecio a la calidad de los rivales. Estupendo tiempo el que vive también nuestro fútbol, por cierto, en sus distintas categorías. Por lo tanto no perdamos el norte que nos ha llevado al éxito. La prudencia (hermana de la paciencia, y por tanto tía de la ciencia) es una apreciable virtud que en términos de batallas deportivas confiere una serenidad y una claridad de ideas, un conocimiento de la realidad que te rodea, con la que partir con ventaja frente a rivales más pagados de si mismos o con exceso de ombliguismo. Un gran ejemplo que siempre suelo utilizar de lo equivocado de ciertas actitudes lo podíamos ver con Miguel Indurain. El coloso navarro era poseedor de una gran calidad que le hacía superior a sus rivales siempre que trabajase a destajo y se entregase al 100% sin dejarse nada en la reserva. Las diferencias que lograba marcar sobre sus adversarios eran tales que se llegaba habitualmente a través de las ondas, televisiones, o páginas de periódicos, a decir charlotadas del estilo de que Indurain no sufría, o de que era capaz de subir el Tourmalet con la gorra (siendo en realidad un contrarelojista nato y excepcional rodador en llano, pero jamás un escalador) Tanto era así el absurdo que el bueno de Miguelón se quejaba a los periodistas, siempre de buenas maneras, reivindicando su trabajo y su sufrimiento cuando la carretera se empinaba. Era justo reconocer la dificultad que entrañaba la consecución de sus logros. Que injusto es a veces que te valoren de verdad cuando eres tan bueno “de fábrica”.
Todas estas buenas noticias de nuestro baloncesto, por otro lado, chocan con las que recibo nuevamente en torno a la construcción del equipo del Real Madrid para la venidera temporada, sumergiéndome una vez más en ese estado del que no logro salir por culpa del club blanco en sus dos secciones, el del “encabronamiento”. El último error es desprenderse de D’Or Fischer, desmembrando la única línea que realmente ofrecía garantías en nuestro equipo, la del juego interior. Pieza fundamental la pasada temporada, sobre todo en Euroliga, donde creo que fue nuestro segundo jugador más valorado (por detrás de Llull, que visto lo visto hasta me sorprende que siga en el equipo), es un pívot puro de garantías cumplidor como pocos en defensa, intimidación y rebote. Deja un hueco enorme en la pintura madridista, sobre todo en el trabajo atrás, que a veces no se valora porque no se ve en los números, pero es fundamental para aspirar a grandes empresas. Por otro lado la llegada de Pocius poco puede ilusionar. Contando con jugadores como Carroll o Llull, fichar a otro cestista cuya posición nata es la de dos, tiene difícil comprensión. Sinceramente no creo que la llegada del bravo escolta lituano suponga un salto de calidad respecto a la aportación de un jugador del que no se supo sacar provecho como fue Sergi Vidal. Y vuelvo a insistir en que el empecinamiento en comenzar la temporada con Sergio Rodríguez como único base y meter con calzador a un no director ni lector del juego como Llull nos va a llevar a darnos una bofetada de las gordas. La sensación de que el club de mis amores está dirigido con una ineptitud total, con una falta de sentido común alarmante, y que cualquier aficionado que simplemente se moviese por los parámetros lógicos de construir una plantilla con dos buenos jugadores por puesto lo haría mejor que los responsables actuales, me tiene absolutamente cabreado. Ni haciéndolo adrede se podrían hacer peor las cosas. Pensé que las infamias del tandem Messina-Maceiras (éste último, me dicen que venía pagado por el Barcelona, y me lo creo) en la primera temporada del exitoso entrenador siciliano jamás serían superadas (recordemos que entre otros desastres de planificación se encontraba el de afrontar la temporada con un solo base también… ¿como podemos hacer el ridículo de esta manera y tan sólo dos años después demostrar que no hemos aprendido nada?), pero veo que sí. Un equipo incapaz de aprender de sus errores pasados, de aprovechar lo mejor de su presente, ni de construir para el futuro. En definitiva, un desastre.
Fischer se va. Agujero en defensa a la vista. |
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