lunes, 24 de junio de 2013

EL DISCURSO DEL REY


LeBron en 2007, felicitando a los campeones y recibiendo las bendiciones de Duncan.



La escena se remonta a Junio de 2007. Los San Antonio Spurs de Gregg Popovich cerraban una feroz tetralogía de campeonatos comenzada en 1999 frente a New York Knicks y que por el camino había dejado como sucesivas víctimas a New Jersey Nets en 2003 y Detroit Pistons, vigentes campeones por aquel entonces, en 2005. Tim Duncan, el mejor ala-pívot de todos los tiempos, se adornaba con su cuarto anillo de campeón frente a unos emergentes Cleveland Cavaliers liderados por un joven (22 años) LeBron James que comenzaba a dejar intuir su inminente reinado en la NBA. Los Cavs habían dado la campanada dejando en la cuneta a los siempre duros Detroit Pistons, por aquel entonces el mejor equipo del Este cimentado en un quinteto titular que ya es leyenda (Billups-Hamilton-Prince-Rasheed Wallace-Ben Wallace… aunque en realidad aquella temporada Big Ben había volado a Chicago una vez cazado el contrato de su vida, y su lugar en la pintura lo ocupaba uno de los mejores jugadores que ha dado el estado de Michigan en los últimos tiempos, el oriundo de la ciudad del motor Chris Webber) Los Pistons, que tenían factor cancha, habían ganado los dos primeros partidos y nadie podía prever las cuatro derrotas consecutivas que sufrieron a manos de un desbocado LeBron James dispuesto a jugar las primeras finales de su por entonces corta carrera profesional. La escabechina que el James de 22 años realizó en la MoTown se resume en una media de 31.2 puntos, 9.7 rebotes, 8.7 asistencias y 2.2 robos de balón por partido en esas cuatro victorias de Cleveland. Capítulo aparte fue lo sucedido en el quinto partido de la serie, aquel que puso el 3-2 en el casillero de los Cavaliers y dejó a los de Detroit al borde del abismo. James fue poseído por uno de esos resplandores de iluminación anotadora que de vez en cuando nos ofrece este maravilloso deporte. Ante uno de los equipos más rocosos de la liga, el de Ohio anotó entre el último cuarto y la prórroga 29 de los últimos 30 puntos de su equipo para una marca total de 48, incluyendo, no podía ser de otra manera, la canasta ganadora. El golpe fue tan duro para los de Flip Saunders que el sexto partido fue el más cómodo de toda la serie para la franquicia de Cleveland. LeBron James, con 22 años, comenzaba a hacer historia.   


LeBron bombardeando la MoTown


En las posteriores finales entre los tres veces campeones San Antonio Spurs y los bisoños Cleveland Cavaliers no hubo más color que el marcado por las espuelas tejanas. Barrieron a sus rivales por 4-0 en otro de esos play offs finales insípidos que solían protagonizar los eficientes marines de Popovich. Pero fue entonces cuando Tim Duncan, ejemplar siempre dentro y fuera de la cancha, consoló al joven LeBron James cuando el de Ohio visitó el vestuario rival para felicitar a los campeones con una sentencia profética que a día de hoy parece con creces cumplida: “Algún día esta liga será tuya”. 

Y ese día ha llegado. En los últimos cuatro cursos baloncestísticos The Chosen One ha cosechado de manera consecutiva cuatro trofeos al mejor jugador de la liga regular, tres campeonatos del Este, dos títulos de la NBA y dos MVP al mejor jugador de las finales. Entre medias le ha dado tiempo a colgarse al cuello su segundo oro olímpico en Londres, y sumarlo al obtenido en Pekín hace ahora cinco años. Nadie domina este juego en todo el globo terráqueo como él, y a sus impresionantes registros estadísticos individuales (jugador más joven en ir superando todas las respectivas marcas de anotación milenarias) añade por fin el palmarés necesario para que su reinado sea considerado como tal. 

Seis años después de la escena con la que iniciamos esta entrada, encontramos otra vez a nuestros dos ilustres protagonistas dándose de nuevo un abrazo después de la batalla. Pero en esta ocasión es LeBron, ese chico al que Duncan profetizó que tendría la liga en sus manos, quien consuela al gigante impasible de las Islas Vírgenes, a quien en un gesto de rabia poco habitual en su persona veíamos golpear el suelo después de cometer dos fallos consecutivos que podían haber cambiado el rumbo de la final. Quedaban 39 segundos para el final cuando el marcador registraba un taquicárdico 88-90 favorable a Miami. Duncan posteó con su facilidad habitual a Shane Battier y a escasos centímetros del aro falló una canasta que en un altísimo porcentaje para este jugador acaba besando las redes. A sus propias manos llegó el rebote ofensivo para intentar un palmeo que igualmente fue errado por el 21 tejano. En la siguiente posesión LeBron anotaba una canasta de media distancia que sentenciaba la final y daba el segundo anillo a King James. Así se escribe la historia. Un plano congelado de dos de los mejores jugadores de todos los tiempos representando la cara y la cruz de este magnífico deporte.     


El abrazo de los campeones



La historia nos dice, si echamos un vistazo a las carreras de los más grandes jugadores NBA de todos los tiempos, que con 28 años se está aún muy lejos de haber alcanzado techo. Hasta donde será capaz de estirar su poderoso reinado LeBron es algo que en estos momentos no podemos discernir, pero en buena lógica los momentos de gloria debieran seguir sucediéndose, pese a la incapacidad de su técnico Spoelstra para sacar mayor rendimiento a una plantilla mucho mejor que la que se le supone a un roster cuya rotación en estas finales ha sido prácticamente de tan sólo ocho jugadores. Chris Bosh es otro nombre que sale muy tocado de estas finales y que evidencia el gran problema interior que tiene la franquicia de Florida, avisado ya en las finales de conferencia por un Roy Hibbert que campó a sus anchas por la zona de Miami. Veremos si el “Big Three” actual se rompe buscando fortalecer esas posiciones con algún jugador de no tan fina muñeca como Bosh pero mejores prestaciones defensivas, aunque la estrecha amistad que une a las tres estrellas de los Heat juega decididamente a su favor. No obstante han de hilar muy fino en el despacho de Pat Riley para que LeBron pueda mantener su reinado. Indiana ya avisó en su propia conferencia. Chicago quiere volver a aspirar al título de la mano del esperado Derrick Rose, y en el Oeste, pese a la aparición esta temporada de unos Spurs que llevan años con aroma a “último baile”, la gran amenaza se concentra en Oklahoma City donde el futuro rey Durant espera la claudicación del actual monarca de la NBA LeBron James. El batacazo sufrido en estos play offs por los Thunder tras la desgraciada lesión de su otra gran estrella Russell Westbrook constata una tozuda realidad por la cual ha sido injustamente vilipendiado el gran LeBron. Y es que por muy rey que seas, no puedes ir a la batalla sin un buen ejército.     


...pero sigue siendo El Rey.


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