El Big Three de Pops |
Tenemos muy abandonadas las
formidables finales de la NBA entre Miami Heat y San Antonio Spurs que alcanzan
ya su séptimo partido. Hemos tardado en engancharnos. Sólo he visto los tres
últimos partidos, pero la sensación general (y eso que en esos tres partidos ha
habido dos victorias de los de Florida) es que el conjunto de Popovich ha sido
superior, manejando un vocabulario baloncestístico más amplio, y, quien iba a
decirlo, incluso más atractivo que su rival. Pase lo que pase en el séptimo
partido creo que ambos equipos habrán realizado unas finales enormemente dignas
ganándose el aplauso de los buenos aficionados (por mucho que de producirse una
derrota Heat los “Lebron Haters” emergerán cargados de razones para disparar
sin piedad contra el cuatro veces MVP)
Y desde luego, quien iba a
decirnos que estos Spurs de Popovich iban a ser tan ensalzados como equipo
quintaesencial con aroma “old school”, cuando mientras fueron una dinastía
ganadora de anillos las críticas arreciaban y se les tildaba de practicar el
baloncesto más aburrido (aunque más práctico) de toda la NBA. Y no hace falta
remontarse demasiado. No hace falta irse a finales de los 90, cuando Duncan y
compañía inauguraban una nueva era en la mejor liga del mundo derrotando en una
de las finales más soporíferas que pueda recordar a los New York Knicks en
cinco partidos. Ha llovido. Tanto que el viejo Duncan es ya historia siendo el
único jugador de todos los tiempos capaz de haber jugado finales en tres
décadas distintas (veremos si además de eso, ganar anillos en ellas) No puede
haber debate sobre la importancia de la figura del jugador de las Islas
Vírgenes en el universo NBA. Simplemente, el mejor ala-pivot que haya existido
nunca. Donde si hay debate es en la transformación de la franquicia tejana. Del
rocoso y compacto baloncesto de granito de hace años a su actual juego sedoso
con fluidez ofensiva y demoledor juego exterior. Esta temporada han anotado 103
puntos por partido (102.9 han conseguido los Heat), sólo por detrás de Denver,
Houston y Oklahoma. La historia de Popovich y sus muchachos es la de una
redención con los aficionados. Y empezando por el propio entrenador. Gregg
Popovich, el hombre que lleva 16 temporadas consecutivas manteniendo a los
tejanos por encima del 60% de victorias en liga regular. Los Spurs no entienden
de ciclos. Sólo les vale uno: el ganador. Popovich demuestra cuanto mejor es un
entrenador que sabe amoldarse y cambiar que aquel quien se aferra con estúpida
cabezonería a su libro de estilo. Si Popovich hubiera seguido basando el juego
de su equipo en la deconstrucción del rival por encima de la brillantez propia
difícilmente los Parker, Ginobili y Duncan estarían disputando una nueva
final.
No hace mucho, como decimos,
los Spurs eran el equipo más odiado de la NBA. Claro que como receptor de odio
no hay nadie hoy día como LeBron James. El más grande, el más odiado. Los
aficionados recordarán aquellas series de play offs contra equipos antitéticos
como los Phoenix de Suns de Mike D’Antoni en los que los de Arizona se veían
frenados por lo civil o lo criminal, que diría Luis Aragonés. Steve Nash llegó
a acabar con roturas de nariz y ceja cuando se enfrentaba a los de Popovich. Eran los Spurs de Duncan, Parker y Ginobili
(quienes por cierto, tampoco se han cortado un pelo nunca a la hora de
“repartir”, sobre todo en el caso del argentino, a quien ayer le vimos soltar
el brazo contra LeBron), pero también los de Bruce Bowen o Robert Horry. No
había equipo más duro y sucio en la NBA que San Antonio, dejando incluso a los
Bad Boys de Detroit de finales de los 80 como un grupito de colegialas. Quien
le iba a decir a Boris Diaw, víctima del hormigón armado de San Antonio en sus
mejores años NBA, que iba a estar a punto de ganar un anillo con la escuadra
tejana.
La pesadilla de Steve Nash |
La amabilidad con la que se
ve ahora a San Antonio sorprende, y más todavía si se ejemplifica en algunos
jugadores. Es sintomático el caso de Manu Ginobili, quien está protagonizando
unas series finales bastante desastrosas solamente salvadas por un magnífico
quinto partido. Un gran partido y cinco pésimos (ayer llegó a perder hasta 8
balones), pero simplemente ese buen partido le valió para recibir un excesivo
foco mediático para el trabajo que está haciendo en estos play offs, como
ejemplo de profesional intachable y jugador decisivo. Todo ello, por supuesto,
para ahondar en el desprecio a LeBron, al que desesperadamente se le sigue
buscando tachar de “loser” a toda costa. Los datos que arrojaron ayer los
comentaristas del Canal Plus, Antonio Sánchez y Antoni Daimiel son
esclarecedores en este sentido y dicen todo lo contrario. James es el jugador
en toda la historia con mejores números cuando se enfrenta a un match ball en
contra, promediando 30 puntos y 10 rebotes cada vez que su equipo está al borde
de la eliminación. Anoche, para ser fiel a la estadística, firmó su enésimo
triple-doble. 32 puntos, 10 rebotes, 11 asistencias.
LeBron ganará o perderá estas
finales, pero nadie puede dudar de su capacidad para morir en la cancha cuando
su equipo se desangra. A veces da la sensación de que es el único jugador de
los Heat, incluyendo los bases, con capacidad para jugar con criterio. A su
lado Dwyane Wade sigue con su juego suicida (otro argumento para atacar a
LeBron por parte de los “haters”, Wade era “el bueno” del equipo, el que sabía jugar
en equipo… un comentario así no merece ni réplica, baste con ver cualquier
partido del equipo de Miami para darse cuenta cual de las dos estrellas mueve
más la bola para los compañeros), creyendo que todavía es el “Flash” de las
finales de 2006. Crish Bosh, uno de los “power-forwards” con mejor mano de la
liga, está muy por debajo de su presumible nivel (por no hablar de su
inexistente defensa sobre Duncan) y con una rotación muy limitada, Erik
Spoelstra ha tardado en darse cuenta de la importancia de un jugador como Chris
Andersen si quiere tener la posibilidad de que su equipo mantenga una dureza
acorde a la exigencia que le plantea el equipo de Popovich. Spoelstra es un
entrenador aún joven y con sobrada capacidad para manejar equipos campeones, pero
la experiencia se nota. Si hace dos temporadas sufrió ante un técnico mucho más
consolidado como Rick Carlisle en la final contra Dallas, comprenderán que lo
de Popovich resultan palabras demasiado mayores. Con todo ello el mejor apoyo
que está encontrando LeBron es la “resurrección” de Mike Miller, cuyo magnífico
13 de 17 en lanzamientos triples (ayer anotando uno sin zapatilla) está siendo una de las mejores noticias en
Florida. Aún así demasiado poco para frenar el arsenal de los Parker, Green (ya
máximo triplista en unas finales superando a Ray Allen), Leonard, Neal, Duncan…
y un Ginobili en el que pese a todo Popovich no pierde la fe (así debe ser) Y
no olvidemos a un Boris Diaw creciendo en importancia en la serie y con una muy
buena actividad defensiva sobre LeBron.
LeBron acabó sin cinta. |
LeBron, Popovich, Miller,
Andersen, Ginobili, Diaw… varios nombres buscando una historia de redención con
un deporte que es su vida.
Hombre, que Lebron esta recibiendo palos esta claro, pero en la cancha jajajajaja, después de lo del año pasado el "haterismo" ha bajado bastante; aunque bueno más esta repartiendo Miami.
ResponderEliminarLo de Andersen no lo veo mal, Splitter se pierde mucho con tíos rápidos yendo al robo de balón y creo que en el 7º Popovich la caga al final del partido jugando con los bajitos, hizo que Bosh se redimiese con esos rebotes ofensivos.
Lo de los Bad Boys y los Spurs dejemos lo en un empate técnico, que esos Pistons eran sucios de cojones.
Andersen es fundamental para Miami... el problema es que se carga de personales (con la cera que da, normal), pero es el único que le está poniendo un poco a raya a Duncan...
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