martes, 7 de julio de 2015

LA ULTIMA ESPUELA




El relevo de la espuela



Que San Antonio Spurs conforma una franquicia única, ya no sólo en la NBA, sino en todo el mundo del deporte, es algo que debería estar fuera de toda duda. ¿Cuántos casos conocen de equipos del máximo nivel cuyo primer entrenador lleve en el cargo 19 temporadas seguidas?, ¿en el que su máxima estrella lleve 18 años seguidos siendo santo y seña del equipo, sin que nadie le haya jamás cuestionado ni se haya pasado por la cabeza traspaso alguno a pesar de la edad?, ¿en el que ese mismo emblema de la franquicia haya respondido con igual fidelidad, sin plantearse nunca abandonar “su casa”, llegando a incluso a rebajarse el sueldo para mantener un proyecto ganador en una liga condicionada por el límite salarial? La filosofía continuista del club tejano no tiene parangón a día de hoy en un deporte profesional fagocitador, impaciente, nervioso, un moderno Saturno devorando continuamente a sus hijos que instaura una permanente espada de Damocles sobre las cabezas de quienes un día son héroes y a la mañana siguiente villanos dignos del destierro (el más claro ejemplo de tan tóxica concepción del deporte lo ejemplifica el decapitador superior Florentino Pérez) Que el ejemplo de San Antonio no haya sido capaz de calar más hondo en un deporte empeñado en vivir a tanta velocidad que no deja siquiera a los aficionados disfrutar del camino, si no de la meta esporádica, es una pena y merecería análisis aparte. Pero las virtudes de los tejanos son evidentes, sus éxitos también, mientras que su reconocimiento y respeto por parte de los buenos aficionados, innegable. 

Con una base formada desde hace años, principalmente por Duncan, Parker y Ginobili, el equipo de Gregg Popovich apenas ha necesitado realizar grandes movimientos en los despachos para mantener la dinastía más triunfal de la NBA en los últimos 20 años. Desde luego no ha sido San Antonio un habitual animador de los veranos, ni un club que haya estado en boca de los aficionados según se acercaban los “trade deadlines” de cada Febrero. Toda la excitación que produce este equipo en la pista ha sido traducida en una exquisita tranquilidad mediática. Tanto es así que en una de las competiciones deportivas con más focos del mundo la existencia de los Spurs ha parecido limitarse de manera ejemplar a las canchas de baloncesto. Incluso cuando en un movimiento brillante el manager R.C.Budford se desprendía de George Hill para hacerse con los derechos de un futuro MVP de unas finales como Kawhi Leonard nadie parecía percibir nada en San Antonio. Después de tantas batallas durante el Wild West del siglo XIX, El Alamo vive en paz. 


Sólo cuando la necesidad se ha hecho evidente, cuando el prolongado último baile del Big Three parece llegar a su inevitable fin, hemos visto a los Spurs bajo los focos de las noticias veraniegas. El agente libre más deseado del verano, LaMarcus Aldridge, abandona otro proyecto frustrado de Portland por convertirse en aspirante al título, rechaza el glamour de unos Lakers a la deriva, y se convierte en el heredero en la cancha de un Tim Duncan que posiblemente afronte su última temporada (no es la primera vez que escuchamos esto, pero en algún momento tendrá que suceder), con el simbolismo de ceder el testigo a Aldridge como en su día él lo recibió de David Robinson. Veremos como gestiona Popovich este relevo, si Duncan es suplente por primera vez en su carrera (ha sido titular 1329 de sus 1331 partidos NBA, un impresionante 99,84%), o convence a Aldridge para jugar de cinco, cosa que no parece fácil si atendemos a la rumorología de hace unas semanas que hablaba de la renuncia de LaMarcus a la oferta de New York ya que pretendían hacerle jugar en esa posición. O quizás sea Duncan, ese deportista ejemplar incapaz de decir una voz más alta que otra y que nunca se ha visto envuelto en polémica alguna, quien se sacrifique en su último servicio a El Alamo, y veamos al mejor ala-pívot de todos los tiempos jugando de pívot en su despedida de la franquicia con que la ha conquistado cinco anillos de campeón.  

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