jueves, 14 de abril de 2016

ASÍ SE ESCRIBE LA HISTORIA



Keeping the flame alive




La noche del 14 de Abril de 2016 quedará grabada para siempre en los libros de historia del mejor baloncesto del mundo por todo lo vivido en un estado de California que fue foco de atención durante la pasada madrugada. Por un lado en la bahía de Oakland un equipo ya histórico destrozaba todos los registros imaginables, superando el mito de los Bulls de Michael Jordan y dejando una lección de baloncesto colectivo traducido en un impresionante registro de 73 victorias por tan sólo 9 derrotas en liga regular. Al mismo tiempo, a unos 600 kilómetros de distancia (o unas 370 millas), una de las mayores leyendas de la historia de este deporte nos regalaba sus últimas canastas, las últimas pinceladas de un genio cuyo último lienzo suponen 60 puntos para remontar un partido con la pasmosa facilidad de quien ha nacido para vivir en perfecta comunión con el balón y el aro.  


Comencemos por el triunfo colectivo. En 1996 Michael Jordan lideraba a Chicago Bulls para cumplimentar la, hasta la fecha, mejor temporada regular de la historia de una franquicia NBA. 72 victorias por tan sólo 10 derrotas en la mejor liga del baloncesto del mundo. A su lado permanecía su fiel escudero Scottie Pippen, alero todoterreno (líder en asistencias del equipo aquella temporada), el defensor y reboteador Dennis Rodman, o el cumplidor pívot australiano Luc Longley. Saliendo del banquillo la mayor estrella europea del momento, un Toni Kukoc que sería elegido Mejor Sexto Hombre del curso. Otro elemento fundamental para aquel equipo, también formando parte de la segunda unidad como especialista tirador, era un rubio base-escolta tan letal que llegó a superar el 50% en lanzamientos triples hasta en cuatro temporadas dentro de su larga carrera NBA. Su nombre es Steve Kerr, y desde anoche puede decir que ha formado parte de los dos mejores equipos de la historia, al menos en cuanto a resultados.   


Y es que los Golden State Warriors entrenados por el propio Kerr (quien recordemos estuvo ausente durante los primeros compases de la competición debido a su operación de espalda) rubricaron anoche su compromiso con la historia obteniendo su victoria número 73 de la temporada, llegando, como dice la épica, donde ningún hombre había llegado jamás. Steve Kerr es el nexo de unión entre ambas escuadras históricas, los Bulls de Jordan entrenados por Phil Jackson de 1996 y estos Warriors que 20 años después han batido su registro. Comparten más cosas en común. Un líder definido (Jordan y Curry), un líder en la sombra (Pippen y Green, de hecho Draymond Green, al igual que Pippen en el 96, finaliza la temporada como el mejor asistente del equipo… siendo un ala-pivot), un pívot australiano titular (Longley y Bogut), y una concepción del baloncesto global en las que las posiciones definidas, puras, sencillamente no existen (y nos referimos de nuevo a los casos de Pippen y Green, dos auténticos “all around players”) 


Ahora comenzarán las comparaciones, las hipótesis, y el baloncesto-ficción. Cada cual tendrá su propia opinión, aunque creo que el mito de Jordan y la natural añoranza que nos hace mitificar el pasado pesará mucho en un gran número de aficionados que mantendrán que aquellos Bulls eran mejores, que aquella NBA era superior, y que, claro está, nada puede compararse a Jordan, ni en lo habido ni en lo por haber (lo cual no deja de suponer una curiosa dictadura que impide cualquier debate baloncestístico, una imposición de Michael Jordan por encima de absolutamente todo el universo de la canasta conocido que limita peligrosamente la percepción del aficionado) Asumiendo la imposibilidad de reconocer de manera objetiva cual roster ha sido mejor en cada una de esas dos históricas temporadas por la sencilla razón de que se han manejado en dos contextos distintos, personalmente, y es una opinión muy particular, me quedaría con estos Warriors. 


Sinceramente no creo que la NBA del 96 fuese superior a la actual. De hecho creo que la segunda mitad de los 90 y el comienzo del siglo XXI suponen los peores años de baloncesto a nivel global. Un baloncesto más físico, duro, rocoso y aburrido, lo cual se traduce en un menor interés por parte de los aficionados (y ahí están los datos de audiencia de las finales de los primeros anillos de aquellos soporíferos Spurs, que no tienen nada que ver con los del estilo actual) El juego vuelve a recibir inyecciones de alegría en los últimos diez años, con una nueva generación de jugadores con una mayor capacidad para enganchar al aficionado. El recordado draft de 2003, con LeBron, Carmelo, Bosh y Wade marca el punto de inflexión, el comienzo de una “nueva era” en la que iremos viendo aparecer a los Howard, Paul, Westbrook, Durant, Harden, Curry, Aldridge, Rose y todo el ramillete de figuras actual. Por otro lado, admitiendo la tradicional superioridad del Oeste sobre el Este, creo que es más meritorio el registro californiano (aunque no parece la Pacific la división más fuerte del Oeste, título que recaería en la Southwest), y hay un dato objetivo que nos dice que estos Warriors han recorrido unas 12000 millas más en desplazamientos que aquellos Bulls del 96. Es decir, su exigencia en cuanto a viajes y calendario ha sido mayor. Además de todo esto, creo que el baloncesto del equipo de Oakland es mucho más atractivo del que fue en su día el de los Bulls de Phil Jackson, y ahí está el hecho de que han anotado una decena de puntos más por partido de media que el equipo de Illinois (que por otra parte los han recibido en contra, pero en este blog preferimos el ataque a la defensa) Y finalmente, soy de la opinión de que el deporte siempre evoluciona, y aunque siempre han existido jugadores inclasificables del estilo de Oscar Robertson o “Magic” Johnson, asistimos cada vez más a un tipo de baloncesto en el que cualquier jugador puede hacer cualquier cosa y las posiciones puras apenas existen, con bases capaces de jugar al poste o hacer mates en la cara del pívot rival, o siete pies capaces de correr la cancha como un base. Evitemos la añoranza y disfrutemos de estos Warriors imprevisibles y capaces de armar el brazo en apenas unos pocos segundos de la posesión. Son una gozada. 


Rubrican una temporada regular impresionante los de San Francisco, en la que la atención mediática no ha dejado de posarse sobre ellos, eclipsando a unos San Antonio Spurs que finalizan con un balance de 67-15 una de las mejores temporadas de la historia. De hecho es la mejor temporada regular en la historia de una franquicia que no para de sorprendernos y que cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo son capaces de reinventarse y seguir siendo unos aspirantes al anillo con todas las garantías.


Sin embargo ha habido un personaje capaz de eclipsar esta noche la gesta del equipo de la bahía. Y es que el final de esta temporada regular ha echado el cierre definitivo a la carrera profesional de uno de los más grandes jugadores que jamás haya dado este deporte. Kobe Bryant. The Black Mamba.  


Kobe, como todos los grandes de este juego, ha tenido su particular legión de “haters”, consagrados a relativizar cualquiera de sus proezas y no reconocer los méritos de uno de los baloncestistas más asombrosos de todos los tiempos y poseedor de uno de los estilos más bellos y estéticos de la historia, que le emparenta directamente con la escuela estilística emprendida por Julius Erving y llevada a la perfección por Michael Jordan. Ha sido precisamente la comparación con Jordan, auspiciada en parte por el propio Bryant, quien jamás ha negado su obsesión por el mito de Brooklyn y su deseo de medirse en los libros de la historia con tan legendaria figura, gran culpable de la animadversión de algunos aficionados a los que ni siquiera los cinco anillos obtenidos por el de Philadelphia, además de sus incuestionables registros personales, parecen resultarles suficientes para reconocer la valía de la Mamba Negra. Sin embargo a medida que se iba acercando el momento de la retirada del icono de los Lakers durante este siglo XXI sí que he percibido un cambio en esa actitud del aficionado medio de redes sociales, tratando con la justicia que se merece a este gigante de la canasta. Quizás haya tenido que ver el bombardeo mediático al que nos hemos visto sometidos (con la propaganda de Nike comandando dicho bombardeo, y hasta Rafa Nadal sumándose al homenaje a Bryan en sus zapatillas… zapatillas de la marca estadounidense, claro) No es reprochable. Esto es un negocio y hay que saber venderlo. La NBA en ese sentido es admirable y ha sabido que la despedida de uno de sus mayores astros debía ser rodeada de la trascendencia que se merece. Así debe ser.


El último baile de un anotador compulsivo como Bryant no podía ser de otra manera: 60 puntos para liderar la remontada ante Utah Jazz, en un último cuarto memorable. Hemos visto durante esta temporada a un Kobe luchando contra un físico que le decía basta. Sufriendo las limitaciones de su cuerpo, algo terrible para una mente tan ambiciosa como la del escolta angelino. Pero en su fiesta final ha querido dejarnos su versión más depredadora, apoyado por unos compañeros que pese a la horrible temporada del laureado club californiano no podrán olvidar este curso por haber sido testigos de excepción de la despedida de uno de los más grandes mitos de la historia de este deporte. El propio Bryant ironizaba en su comparecencia final ante público y medios en el Staples recordando que durante los últimos 20 años no paraba de escuchar a sus compañeros decirle “¡pásame la bola!”, pero que anoche sin embargo todos le decían “¡no, no me la pases!” Kobe, este asesino insaciable de registros no merecía una orgía anotadora menor. Puro sexo con la canasta. Salvaje e implacable.


5 veces campeón de la NBA, 7 veces campeón de la Conferencia Oeste, 2 oros olímpicos, 1 vez MVP de la temporada, 2 veces MVP de las finales, 4 veces MVP del All Star Game, 18 veces All Star, 2 veces máximo anotador de la temporada regular, campeón del concurso de mates, máximo anotador histórico de Los Angeles Lakers. 33 veces jugador de la semana, 17 veces jugador del mes. Tercer máximo anotador de todos los tiempos en la historia de la NBA. Y de todo esto hemos sido testigos los aficionados durante estos 20 años. ¡Qué suerte hemos tenido! 



El mejor baloncesto de la historia, ese que sigue alimentando los sueños de los niños que mañana serán estrellas generación tras generación, se escribe en noches como las de ayer. Un “hasta siempre” a Kobe Bryant como se merece, la admiración absoluta ante Curry (primera vez que un jugador supera los 400 triples en temporada regular) y sus Warriors, y la esperanza de que el futuro nos volverá a dar noches como ésta. Lo hará, porque los sueños, al fin y al cabo, son los que mantienen viva la realidad, y no viceversa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario