Un sueño imposible: los reyes de Europa, Arvidas y Drazen, juntos. |
Como hoy es uno de esos sábados que he decidido quedarme en casa, para ahorrar dinero y salud, he decidido echar un rato con otro texto para el blog que colgaré mañana, siguiendo así con mi intención de actualizar diariamente, o al menos intentarlo, con esta fuerza primigenia que uno recibe cuando emprende algo nuevo, sin saber si estas palabras llegarán a alguien, pero conocedor de que, al fin y al cabo, escribir es simplemente plasmar pensamientos sobre un papel o una pantalla de ordenador.
Al ser el baloncesto un deporte en el que siempre ha habido una cierta distancia entre, digamos, dos mundos, dos baloncestos (NBA y FIBA, Estados Unidos y resto del mundo, y como en ese resto del mundo el continente que más ha trabajado y desarrollado este deporte es Europa, la cosa se suele resumir en Estados Unidos y Europa), dos estilos y filosofías a menudo y equivocadamente irreconcialables por parte de algunos aficionados, esos que sólo disfrutan con una parte del pastel, (afortunadamente no es el caso de este blog y por eso trataremos ambos baloncestos por aquí, admitiendo, eso sí, y duela a quien le duela, que el baloncesto NBA es de un nivel superior), al vivir el baloncesto esa dicotomía de baloncestos separada por el Océano Atlántico, un viejo debate suele salir a la palestra en los aficionados europeos, uno de esos debates absurdos, como todos los que tienen que ver con la medición de la calidad, pero como nos encanta el baloncesto y nos encanta el debate, vamos a ello.
Tony Parker luciendo exultante sus dos trofeos: el MVP de las Finales, y Eva Longoria. |
Me refiero a esa pregunta sobre quien ha sido el mejor jugador europeo de todos los tiempos, ¿y cómo se mide eso?, ¿en títulos ganados, en precocidad, en calidad individual, en anotación, en rebote, en defensa?, no son matemáticas, las cosas siempre hay que situarlas en su contexto, rivales, etc.
Como no vi jugar a los grandes jugadores europeos que hicieron crecer y evolucionar a este deporte (la generación de los Korac, el hombre de los 99 puntos en un partido), y de los Delibasic, Belov, Meneghin, son más bien recuerdos difusos de sus últimos años (aún así jugadores sobre los que hay que volver, leer, escribir, ver sus videos...), me centraré en las grandes generaciones que sí he visto, las que comienzan a partir de los 80. Vaya por delante que en mi opinión, el deporte siempre evoluciona, evolucionan las tácticas, la técnica individual, los metodos de trabajo y entrenamiento... y por lo tanto evolucionan los jugadores, dicho claramente, los jugadores cada vez son mejores, más completos, hacen más cosas, y dominan mejor el juego en todas sus facetas. Sólo hay que ver la facilidad con la que hoy día inmensos 7 pies son capaces de correr contrataques, tirar de fuera, o botar el balón como un base cualquiera, o ver a jugadores de 1,80 ser capaces de sin ningún miedo moverse y anotar entre torres de jugadores que les sacan 30 centímetros. Si el deportista cada vez corre más, salta más, o resiste más fisicamente, el baloncesto no es ninguna excepción, añadiéndole esa capacidad de adaptación de algunos jugadores para, al margen de su estatura, peso, o posición natural en el campo, tener habilidad para desarrollar partes del juego que antaño les parecían negadas simplemente por una cuestión de lógica. Lo bueno del deporte es su constante desafío a la lógica. Por lo tanto me posiciono en que los jugadores de ahora son mejores que los de antes, lo cual me lleva a densas discusiones con ese aficionado (o ex-aficionado, mejor) de más o menos mi edad que vivió esa edad dorada del baloncesto de los 80 y reniega del baloncesto actual, al que por mucha que le diga e intente convencer de que lo de ahora es tan bueno o mejor, no va a escuchar. Hay pensamientos demasiado enquistados, cosas contra las que es difícil luchar. Por otro lado, si ese jugador tiene tan claro que el baloncesto de los Petrovic y Sabonis en Europa, y "Magic", Bird y Jordan en NBA ha sido el superior e insuperable, y reniega del actual, ¿por qué se enfrenta entonces a generaciones pasadas que, como él, pensasen que los Oscar Robertson, Bill Russell o Chamberlain eran superiores a los de los 80?, ese aficionado es quien repite, como un mantra, que Petrovic ha sido el mejor baloncestista europeo de todos los tiempos, y Jordan el de todo el planeta. Una verdad incuestionable, un dogma de fe, y como a mí las cosas incuestionables no me gustan, creo que hay que poner sobre la mesa ciertos matices (sobre el tema de la "dictadura" de Jordan en este sentido siempre recomiendo el magnífico artículo de Gonzalo Vazquez, "El fuhrer negro": http://blogs.acb.com/blog/elpuntog/post/el-fuhrer-negro )
Nowitzki y su premio Maurice Podoloff, ¿Europa ha muerto? |
Volvamos pues al debate del mejor europeo de la historia, como si fuera tarea fácil dilucidar tal cuestión. Si consideramos la NBA la mejor liga del mundo, el escenario donde el nivel de calidad alcanza las mayores cotas para sobrevivir, tendremos la tentación de buscar a nuestro hombre en quien más lejos haya llegado en tal competición. Entonces parecería claro. Tony Parker, base francés llegado desde el Racing de Paris ha ganado tres anillos y ha sido MVP de unas finales. Gloria absoluta. En su debe, individualmente no colecciona grandes logros individuales, y ha sido siempre escudero de un líder como Tim Duncan, no ha sido jugador franquicia. Quien si ha sido jugador franquicia y ha brillado en lo individual siendo el único MVP europeo de una temporada regular ha sido Dirk Nowitzki, con lo cual la tentación nos podría llevar a considerar al ala-pivot alemán como el mejor de la historia. Además el baloncesto germano, tradicionalmente, no ha sido un baloncesto tan competitivo como el francés, y mientras Parker no ha sido el líder de la selección nacional que se esperaba, aunque ha conseguido un bronce europeo, el teutón, sin tener a su lado grupos demasiado competitivos, ha consegudio una plata europea y un bronce en campeonato del mundo, lo cual viendo el nivel global del baloncesto alemán se antoja como un éxito realmente meritorio. Pero si hablamos de méritos a nivel colectivo, tanto en selección como en NBA, parece que debiéramos quedarnos con nuestro Pau Gasol, que ha ganado todas las medallas imaginables, dos anillos de la NBA, y sólo se le resiste el oro olímpico, además de haber dejado huella en sus competiciones domésticas en forma de un brillántisimo MVP de la Copa del Rey. Objetivamente no parece descabellado pensar que de esta terna, de este trío estelar que sin duda son los europeos que más lejos han llegado, el catalán ha tenido, y tiene, hasta el momento, la carrera más brillante en el Olimpo de la canasta. Evidentemente todo es susceptible (y es de justicia que así sea) de recibir los oportunos matices, ¿cuál sería el palmarés de Nowitzki de haber tenido a su lado en su momento a un Kobe Bryant o un Navarro?
Pau Gasol, de profesión ganador. |
He analizado por encima los logros de tres europeos actuales, en activo, porque como digo creo que el baloncestista actual es superior al de antaño en lo técnico y lo físico, pero vayamos a esa generación dorada de los 80 que realmente fue la que sirvió para acercar ambos baloncestos e hizo que el endogámico deporte estadounidense de repente mirase a Europa consciente de que había un talento muy aprovechable. Encontramos otros tres genios con unas carreras en las que la precocidad y liderazgo es común, talentos con algo especial, innato. Esos tres genios son Drazen Petrovic, Toni Kucok y Arvidas Sabonis, tres jugadores distintos, tres posiciones, un base-escolta, un alero alto, y un pivot puro. El mito de Drazen siempre se suele imponer en el gusto de los aficionados, como ya recordamos en la primera entrada de este blog. El croata simbolizaba el descaro, el talento individual y anárquico, desplegaba sobre el parquet un juego que despreciaba cualquier corsé sistemático y atadura, era la libertad absoluta, llegar y tirar, triples en contrataque, etc... un catálogo de frivolidades que hoy día llevarían a la UCI a la mayoría de entrenadores europeos obsesionados con el orden y el rigor táctico. En el aspecto anotador creo que no puede haber dudas, Drazen ha sido el mayor artillero europeo, el jugador de la muñeca privilegiada, esa muñeca que aunque posiblemente fuera innata era también un producto trabajado de disciplina y horas en solitario lanzando a canasta. Sabido es que en su Sibenik natal había pedido las llaves del pabellón para, al margen de los entrenamientos colectivos, encerrarse él solo horas y horas frente a la canasta, frente a esa amante de forma redondeada a la que penetraba sin piedad, buscando siempre la excelencia de un tiro que fuera indefendible (algo a lo que parece ahora acercarse Nowitzki, con la ventaja de su estatura que le hace aún más complicado de siquiera puntearle los tiros), con esa obsesión enfermiza de ser el mejor que caracterizaba a quien fue llamado el Mozart del baloncesto. A todo ello además hay que sumarle su personalidad belicosa que no conocía amigos en la cancha, un caracter brutal y una determinación terribles que le hacía ser odiado en cualquier cancha que pisase. No creo que buscase ninguna guerra psicológica ni humillar a los rivales, simplemente la intensidad en el juego que desplegaba le hacía vivir al margen de cualquier norma o convencionalismo, el baloncesto era su mundo, cada partido su batalla por la supervivencia, y todo lo exterior pasaba a segundo plano, incluyendo unos rivales que a veces daba la sensación de que para él ni existían, sólo era él y su obsesión por el objetivo de la canasta, nunca estaba satisfecho, siempre quería más, un hambre inagotable. Pero la anotación es sólo un aspecto más de un juego demasiado completo como el baloncesto, y es por esto por lo que no puedo considerar a Drazen como el mejor. Sus lagunas defensivas fueron durante años notables. Cuando lo tuvimos más cerca, en nuestro baloncesto, los aficionados que procuramos ver más allá del jugador que lleva la bola comprobábamos como un abnegado Biriukov sufría a su lado la displicencia defensiva de Drazen. El croata era un diamante en bruto, un talento pocas veces visto, pero que necesitaba ser pulido. La prueba de fuego era la NBA. Recaló en unos competitivos Portland liderados por uno de los mejores jugadores del momento y que ocupaba su posición, Clyde Drexler. Vio como no había confianza real en él como jugador importante de rotación con la llegada de un viejo zorro como Danny Ainge, y como "play-maker" puro estaba otro gran jugador como Terry Porter. Su salida a los Nets, pese a significar ponerse a las órdenes de un entrenador tan duro, sobre todo en lo defensivo, como Chuck Daly, parecía una buena noticia. Y lo fue. Daly era un entrenador exigente, sin duda, y para mí (como seguidor de los Pistons que soy), un auténtico maestro como gestor de recursos humanos y domador de egos. Daly sabía sacar lo mejor de los jugadores que tenía a su disposición, aprovechar sus virtudes, y pulir sabiamente sus defectos para hacerlos más completos, más inteligentes, y mejores jugadores de equipo. Daly no tuvo dudas en otorgarle un rol estelar a su jugador europeo junto a Kenny Anderson y Derrick Coleman. Por fin tenía minutos y tiros, y Drazen respondió a la confianza de su entrenador, con varios partidos memorables y medias de anotación sobresalientes en una jungla de la NBA plagada de escoltas absolutamente geniales. Y cuando más había crecido, más había desarrollado su juego, y se sentía a gusto en un equipo joven y emergente con un entrenador ideal para el crecimiento de un jugador, nos llegó su perdida. Con 28 años nos quedamos sin saber como hubiera sido el Petrovic maduro, ese Petrovic treintañero, que es cuando realmente los jugadores despliegan todas sus capacidades, están en la plenitud física, y tienen la experiencia necesaria. Desgraciadamente nos quedamos sin conocer su techo, y nos quedamos con uno de los mayores genios ofensivos de la historia, pero sin duda un jugador por debajo de los otros dos que conforman este trío del que estábamos hablando.
Electricidad croata brillando al otro lado del Hudson |
La aparición de Toni Kukoc, sin embargo, una irrupción de un impacto incomparable en Europa, sólo me hizo pronunciar un nombre cuando lo vi jugar por primera vez: "Magic" Johnson. Salvando evidentemente todas las distancias respecto al genio de Michigan, vaya por delante, pero si "Magic", aparte de ser un mago que hacía honor a su apodo, era un jugador único, era por esa capacidad para poder dominar absolutamente todo el juego (baste recordar este detalle para saber el tipo de jugador que era "Magic": en su año rookie, en las finales ante los Sxiers, en el partido decisivo, con Abdul-Jabbar lesionado, jugó de pivot consiguiendo la victoria y el anillo para su equipo, con 42 puntos, 15 rebotes, 7 asistencias, y 3 robos de balón, frente a una mala bestia como el "rompetableros" Darryl Dawkins, siendo MVP de las finales... ese era "Magic", el considerado mejor base de todos los tiempos, en su primer año en la liga se ponía a jugar de pivot y hacía esa burrada), por lo tanto Kukoc aparecía como un "Magic" europeo, un desafío a la lógica, un jugador pleno. Un jovenzuelo espigado que rondando los 2,10 comprendía la totalidad del juego, en ataque y defensa, en anotación y distribución del juego. Así Kukoc se convirtió en una bestia negra durante dos años consecutivos para uno de los mejores equipos que recuerdo en Europa, aquel Barcelona de Solozabal, Epi, Sibilio, Jimenez y Norris entre otros. Aquel Barcelona legendario que parecía el mejor equipo del continente plagado de jugadores tan queridos para nuestro baloncesto tuvo que retirarse sin ganar la Copa de Europa porque se les cruzó en el camino aquel genio que venía a anunciar la llegada del baloncesto moderno. Aquel Barcelona de Aito que había revolucionado el baloncesto de nuestro país con la reconversión de Jiménez a tres, a alero (una genialidad que decantó definitivamente la balanza en aquellos memorables duelos Barcelona-Real Madrid de aquellos años representados en el duelo Fernando Martín-Norris... el Madrid nunca encontró la solución para aquel desafío a la lógica que supuso el paso de Jimenez al ala, movimiento que inauguró en nuestro país la figura del alero alto, y que el Madrid un tiempo después encontró con Pep Cargol), aquel Barcelona de laboratorio que parecía no tener fisuras de repente se encontró con una figura ilógica que elevaba al baloncesto europeo a un nivel para él que aún no estaban preparados. En aquella Jugoplastika de excelsos tiradores en la mejor tradición adriática, y acompañado de un pivot de excelsas maneras como Dino Radja, Kukoc aparecía como un extraño líder veinteañero que solía encabezar las estadísticas de su equipo en anotación, rebotes y asistencias. En definitiva, un soberbio acercamiento al jugador total. Atraído por las liras italianas en unos años en los que el Pallacanestro movía mucho dinero gracias a magnánimos patrocinadores, montando auténticos equipazos plagados de nombres ilustres, siguió labrando su carrera europea superado el impacto inicial de la aparición de aquella, hasta aquel momento, "rara avis" en el baloncesto europeo. Al fin decidió que era momento de demostrar que su baloncesto cerebral y generoso con el colectivo tendría también sitio en los campos de batalla, sudor y músculo de la NBA. Así llegó a unos deprimidos Bulls que lloraban la primera marcha de Michael Jordan, pero tuvo la suerte de al año siguiente vivir el retorno de "His Airness", al lado de quien ganaría tres anillos y ayudaría al record que aún perdura del impresionante 72-10 con el que su equipo acabó la temporada regular en 1996, siendo además nombrado el mejor sexto hombre de la liga. Trás la siguiente retirada de Jordan, se convierte en el líder de la franquicia, para acabar teniendo una larga trayectoria en equipos sin aspiraciones reales, donde ya retirado de su selección y acomodado al modus vivendi norteamericano siguió ofreciendo muestras de su clase, pero sin posibilidad de conseguir títulos colectivos y engordar un palmarés nada desdeñable. A Kukoc se le atribuye la sentencia "una canasta hace feliz a una persona, una asistencia a dos", desconozco la veracidad del dato, ya saben como es esto de las "citas celebres", pero sin duda ilustra perfectamente el pensamiento baloncestístico de este alero todoterreno que hizo evolucionar el baloncesto en unos años en los que no podíamos imaginar ver a jugadores por encima de los 2.10 dominar tácticamente el juego y jugar lejos del aro con tanta eficacia o más que bajo canasta.
Toni Kukoc, la última dictadura europea de un veinteañero |
Y dejo para el final, y aquí si me mojo, a quien si tuviera que elegir como "el mejor", no dudaría en hacerlo, y quien, como en el caso de Petrovic, podemos expresar un "...what if?", en este caso por mor de unas lesiones y problemas físicos que hicieron que con poco más de 20 años se plantease seriamente la posibilidad de que no volviese jugar nunca jamás al baloncesto. Uno de sus médicos llegó a afirmar que Sabonis sólo podía jugar a un 30% de sus posibilidades reales. ¿Se imaginan a dónde hubiera podido llegar sin lesiones aquel jugador que con 17 años ya se había colgado su primera medalla de oro en el mundial de Colombia y que con apenas 20 ya era líder de aquella selección campeona de Europa y del mundo? No estamos hablando sólo del jugador con el mayor potencial que jamás haya dado nuestro continente, estamos hablando de quien podría haber sido el mejor de todos los tiempos a nivel global. El jugador perfecto (si tal cosa existe), el dominador absoluto. Un base encerrado en un cuerpo de 2,20, o un gigantesco pivot de 2,20 con cabeza de base y muñeca de seda (¿quién no ha oído hablar de sus exhibiciones de tripes desde medio campo, apuesta de por medio, después de los entrenamientos en su etapa madridista?) El "basket-ficción" al que solemos ser tan dados los aficionados, muy dados a las distopías y travesuras varias, alcanza con Sabas su mejor versión de lo que hubiera pasado en el mundo del baloncesto si el lituano pudiese haber aprovechado todo su enorme potencial. Desgraciadamente la realidad es que ya su propio físico condicionó esa tendencia a las lesiones, como suele suceder en los hombres altos, pero es justo reconocer que en el caso de Arvydas encontramos un caso sangrante de mala suerte y handicap absoluto, que aún así no ha logrado lastrar lo suficiente una de las más exitosas carreras del baloncesto europeo, tal es la calidad de este hombre. Podríamos contar innumerables hazañas, partidos y momentos del gigante lituano, pero una de las mejores maneras de definir su capacidad de producción baloncestística en todos los apartados estadísticos (al margen de los intangibles, claro, ¿cómo defiendes a un 2.20 que sabe asistir como un base y tirar como un alero?, ¿cómo logras anotar en zona ante un cuerpo capaz de eclipsar el sol?, el problema que siempre supone el gran pivot, esa piedra filosofal sobre la que los entrenadores buscan asentar el baloncesto y de la que en cierta manera hablamos el pasado miércoles en nuestra entrada sobre Shaquille O'Neal) es detenernos en los últimos años de su carrera (si siendo veinteañero hablábamos de un jugador al 30% de sus posibilidades, imaginaos con casi 40 y unas rodillas lastradas soportando tanto peso durante tantos años de carrera y ese talón de Aquiles que siempre fue su caballo de batalla), un Sabonis que ya prácticamente tenía que jugar andando, fue en 2004 MVP de la fase regular de la Euroliga y el líder estadístico, vistiendo la camiseta de su querido Zalguiris. Jugando prácticamente medio partido o menos, porque su cuerpo no le daba para más, pero en 10, 15 o 20 minutos, este hombre era capaz de sumar sin parar, puntos, rebotes, asistencias, robos, tapones, buenos porcentajes... si seguimos retrocediendo un poco más hacía atrás vemos que su llegada a la NBA es también tardía, pasados los 30, y lleno de limitaciones, como jugador de banquillo de los Blazers, pero siempre con una enorme producción en relación minutos-números. Una llegada producida cuando en Europa ya lo había ganado todo, el baloncesto continental se le quedaba peqeño, y era justo que demostrase su valía en un escenario superior, después de reencontrarse a si mismo como jugador en una carrera en la que el sufrimiento físico fue la nota predominante. Esa constante amenaza de la rotura definitiva, de la retirada total (algo similar a lo que viven hoy día Yao Ming, o el mucho más joven Greg Oden), junto a las prohibiciones de la URSS de dejarle jugar en el extranjero, fue la que propició que pudiera llegar a nuestra liga de la mano del Forum Valladolid, el equipo que apostó por el gigante roto cuando los grandes de Europa no lo tenían tan claro, por las dudas sobre su físico y el temor de enfrentarse al régimen sovietico (la verdadera historia de como consiguió Gonzalo Gonzalo fichar a Sabonis por el Forum, a base de telegramas con la URRS, para conseguir su fichaje finalmente y que sea pagado por una empresa de colonias italianas de la que aquí no se acuerda nadie y que comercializó un producto llamado "Triple de Sabonis" y de la que no encuentro ni imágenes, creo que fue un fracaso absoluto, esa historia, como digo, bien valdría conocerla al detalle como una de las operaciones más brillantes jamás realizadas por un gestor deportivo), para luego darnos tres años gloriosos al madridismo, los últimos años gloriosos de verdad con cierta continuidad al margen de algún éxito esporádico (las ligas de Scariolo, Malkjkovic o Plaza) Pero como digo la grandeza de Sabonis en este deporte hay que verla más allá de números, títulos o palmarés. Fue el jugador que definitivamente cambió el baloncesto europeo para siempre, que miró a los ojos al gigante estadounidense y les dijo "si queréis ganarnos, vais a tener que poner sobre la mesa todo lo mejor que tengáis", tras su victoria en Seul sobre los Estados Unidos de David Robinson (quienes habían ganado el mundial dos años antes en nuestro país, precisamente ante la URSS de Arvidas), obligó al baloncesto estadounidense a cambiar su política de selecciones y comenzar a llevar a los "pros" si querían mantener la hegemonía del baloncesto mundial que empezaban a poner en solfa algunos jóvenes insolentes europeos como este gigante de inteligencia prodigiosa, hegemonía que no han recuperado hasta los últimos años. Estados Unidos se dió cuenta entonces de que no bastaba con llevar a sus mejores y más orgullosos muchachos, marines impolutos que representaban los valores de la bandera de las barras y estrellas, como el caso de aquel exhuberante David Robinson. Se convencieron de que en Europa se empezaban a dar unas fantásticas mezclas de talento, descaro y ambición. Sabonis puso definitivamente a Europa en su sitio. Pero recordemos que aquello fue en 1988, ese Sabonis que puso el mundo del baloncesto a sus pies y fue portada de todas las publicaciones, llevaba prácticamente año y medio sin jugar con un talón de Aquiles roto. Aquel muchacho asombroso era un juguete mimado y cuidado por su país, un orgullo nacional en una URSS que consideraba el deporte como un arma política y que no le dejó salir del país hasta 1989, para así poder acercarnos un poco más las evoluciones y carrera de un gigante de verdad, el baloncestista definitivo, la evolución absoluta en centímetros, kilos, inteligencia y calidad. El jugador de videojuego, esos videojuegos donde no hay talones de Aquilés que limiten el potencial del que hubiera podido ser un soberano absoluto. Sin duda alguna Sabonis es un escalón superior. Europa es Sabonis.
Sabonis negándole la gloria al Almirante, mucho más que un duelo individual |
Saludos Don Tirador Melancólico. Otro experto como Don Ramón 13t afirma en su blog que los tres mejores europeos de la historia han sido Petrovic, Sabonis y Nowitzki. Difícil elección.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Arcadio, ¿eres el mítico Arcadio de los Dubitis?, es un honor tenerte por aquí... sin duda es una elección difícil, y nunca he sido muy favorable a afirmaciones categóricas sobre "el mejor"... en el caso de Sabonis es de los pocos en los que hago excepciones.
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