Hay un viejo tópico deportivo que dice que de las derrotas siempre se aprende. Ciertamente, una vez que el resultado ha sido negativo y no hay vuelta de hoja, mejor mirarlo por el lado bueno y extraer todas las consecuencias positivas y de aprendizaje que puedas.
Ayer nuestra selección U20, esa que estamos siguiendo con tanto interés, no salió derrotada de su choque frente a Ucrania, aún con un partido en lo global bastante desacertado, una reacción final plagada de coraje y claridad de ideas (que no se tuvieron durante la mayor parte del partido) mantiene a los muchachos de Orenga como el único equipo invicto del torneo junto a Francia. No obstante y a pesar del resultado conviene mirar el partido de ayer contra Ucrania como una de esas derrotas, sin serlo, de las que hay que pararse a analizar lo sucedido y comprender que existen puntos débiles, y que cuando quedan al descubierto somos vulnerables y el trayecto hacia la final del próximo domingo, ese choque en el que todos deseamos estar, dista mucho de ser un paseo militar o ese camino de rosas que podríamos suponer tras la brillante primera fase. Incluso en esos tres triunfales primeros partidos ya advertimos que se advertían algunos defectos en nuestra selección, apenas perceptibles para el aficionado resultadista que viendo las diferencias finales en el marcador no se haya parado a fijarse en esos pequeños detalles que son los que finalmente pueden marcar la delgada línea entre el cielo y el infierno deportivos.
Mirotic ejecutando a Ucrania a lo Nowitzki, fade away a la pata coja incluido. |
El aspecto negativo más reconocible por nuestro equipo es sin duda alguna el de los tiros libres. Seguimos fallando cual escopeta de feria en esta faceta, y ante la previsible dureza defensiva con la que se van a emplear los rivales cuando llegue la lucha por los metales, deberíamos asegurar un mayor éxito en nuestras visitas a la línea de 4,60. Me sigue preocupando también nuestra endeblez interior, las posiciones de los hombres altos están demostrando ser nuestra línea menos cualitativa, y ayer sólo logramos anotar con cierta claridad cerca del aro cuando unos pivots ucranianos superiores se cargaron de personales o quedaron eliminados. Una claridad en la anotación interior que por cierto llegó por medio de un forward como Mirotic (vaya partido el suyo, sin duda ayer debieron ser muy felices en los despachos de cierta franquicia NBA de Illinois), y no de un center, en unos minutos finales en los que encuentra esa combinación del éxito del pick&roll con un Josep Franch que si bien realizó un horrible encuentro, hay que admitir que en los últimos minutos transmitió buenas sensaciones de co-liderazgo junto a Nikola y demostró ser un jugador con la cabeza lo suficientemente fría como para comprender cual debía ser el juego en los momentos decisivos. Muchas veces es más importante un jugador que aún en el peor de sus partidos es capaz de mantener el criterio en su juego, que aquel que mete 40 puntos en los tres primeros cuartos y a la hora de la verdad se arruga y su muñeca se encoje.
Un Mirotic, ayer demasiado solo, observa de espaldas las evoluciones de su compañero Franch. |
Pero no obstante lo más preocupante para nuestra selección es lo que ya hemos mencionado en otras ocasiones. La dificultad que nos supone este juego cuando no conseguimos imponer nuestro ritmo alto y nuestra velocidad de crucero, y nos vemos obligados a jugar largos ataques estáticos de cinco contra cinco. En definitiva, cuando el rival no nos deja correr.
Por lo tanto el partido de ayer hay que verlo como una magnífica piedra de toque sobre nuestras posibilidades reales y un buen ejercicio que sirva de análisis de nuestras virtudes y defectos. Potenciar las primeras y minimizar los efectos de los segundos debe ser la tarea a realizar en los próximos días por Orenga y sus colaboradores.
A veces una derrota puede venir bien para aprender, pero mejor todavía una victoria que igualmente te permita ese aprendizaje. Ayer fue el caso.
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