Si la NBA es la mejor liga del baloncesto del mundo,
y el campeonato donde se suceden las hazañas más asombrosas, son los play offs
el territorio donde tales proezas alcanzan dimensiones legendarias y épicas que
aseguran a sus protagonistas un lugar en la historia y en la memoria colectiva
de los aficionados.
Sucedió este fin de semana, minutos antes de que
arrancara toda la parafernalia del decepcionante “combate del siglo”
pugilístico entre Pacquiao y Mayweather. La serie de primera ronda
Clippers-Spurs vivía su séptimo partido, siendo sin duda la eliminatoria más
atractiva de los cuartos de final del Oeste, entre otras cosas porque asistíamos
a la posibilidad de que los vigentes campeones cayeran a las primeras de
cambio. Y así fue, pero gracias a una exhibición que como decimos entra
directamente en la leyenda de los grandes momentos de la NBA.
Era el final del primer cuarto cuando se encendían
las alarmas en el banquillo de los Clippers. Chris Paul tras robar un balón y
anotar un triple en contraataque sufría un pinchazo en sus isquiotibiales que
le hacía enfilar el camino hacia los vestuarios. En un partido que suponía una
auténtica final para ambos equipos y la posibilidad de seguir vivos en la lucha
por el título, el pequeño y genial base de Carolina del Norte regresaba
posteriormente a cancha infiltrado, cojo y lesionado. Poco pareció importarle
para irse hasta los 27 puntos y 6 asistencias. Pero sobre todo para entrar en
la leyenda al anotar la canasta decisiva (primera vez en la historia que una
eliminatoria de primera ronda se resuelve por una canasta así) a falta de un
segundo superando la defensa de un gigante en todos los sentidos como Tim
Duncan (caballeroso, felicitando a sus rivales al término del partido y
reconociendo la proeza de Paul) Otro de los momentos cumbres fue su triple para
cerrar el tercer cuarto desde nueve metros y sobre la bocina. Y todo esto,
repetimos, cojo. La actuación del base de Los Angeles Clippers
irremediablemente nos ha hecho recordar a quienes tenemos una edad otra
maravillosa exhibición de un base cojo (y posiblemente el jugador con quien más
se haya comparado a Paul a lo largo de su carrera): era 1988 cuando Isiah
Thomas engrandecía su leyenda al anotar 25 puntos en un cuarto jugando
lesionado en su tobillo el sexto partido de las finales frente a Los Angeles
Lakers. Una actuación para la historia que los aficionados pudimos contemplar
gracias al inolvidable “Cerca de las estrellas” de Ramón Trecet, programa que
retransmitió aquellas finales e hizo que muchos nos engancháramos para siempre
a la liga de baloncesto más maravillosa del mundo. Aquellos Pistons acabarían
perdiendo aquel título, después de haberse colocado 3-2 a favor en la serie,
siendo derrotados en el citado sexto encuentro y séptimo, ambos con Thomas como
decimos lesionado en su tobillo. El baloncesto recompensaría le esfuerzo de
Isiah y de aquellos legendarios Bad Boys dándoles dos títulos consecutivos, el
primero precisamente contra los mismos Lakers.
Tim Duncan, grande en la derrota. |
Chris Paul tendrá difícil vivir algo similar a lo de
Thomas, debido a la extraordinaria competitividad actual. Pese a lo que opinen
algunos “nostálgicos”, la NBA actual es mucho más imprevisible que la de la
época de Isiah, cuando durante muchos años Lakers y Celtics dominaban la liga
(con esporádicas apariciones de Houston o Philadelphia) y el crecimiento de
equipos como Detroit, Chicago o Portland apuntaba a que les situaría en la élite.
Paul sabe bien lo difícil que resulta hoy día que madure un proyecto ganador,
cuando aquellos New Orleans Hornets que lideraba a finales de la década pasada no
cumplieron las expectativas deseadas. No
obstante los actuales Clippers si deben ser tenido en cuenta como posibles
candidatos al anillo, basados en la fenomenal pareja Paul-Griffin y con
fantásticos jugadores de equipo a su alrededor como J.J. Redick o DeAndre
Jordan.
Como la magia y la maravilla no se detienen nunca en
la NBA, anoche mismo asistíamos a otra proeza. Y es que con Paul finalmente
ausente en el primer partido de segunda ronda frente a Houston Rockets, Blake
Griffin, quien ya venía de hacer un triple-doble en el séptimo partido ante
Spurs, repitió la gesta con un inconmensurable 26-14-13, en una versión
desconocida hasta la fecha de la bestia de Oklahoma, convertido en un “all
around player” y tapando la boca de quienes le acusan de ser un jugador eminentemente
físico. A Griifin ya le habíamos visto un gran manejo de balón para un jugador
interior y correr la cancha como un exterior en contraataques, pero ahora
además demuestra que sin el genio Paul en pista, él mismo puede llevar la
dirección del equipo.
Lo dicho, la NBA es pura magia.
El gran Isiah, otro abonado a la épica. |
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