Doellman dejó una exhibición en el Palacio |
Escribíamos en una entrada reciente sobre la feliz
semana que se presentaba para los amantes del baloncesto con unos días en los
que íbamos a vivir una gran jornada de Euroliga (con Real Madrid-Barcelona y
Laboral Kutxa-CSKA Moscú) como duelos destacados, y un fin de semana ACB
definitivo para conocer los ocho equipos finalistas en la próxima edición de la
Copa del Rey (además del duelo por el liderato entre Barcelona y Valencia)
Grandísima semana.
Y en efecto, el partido vivido anoche en el Palacio
de Los Deportes madrileño fue una auténtica oda al baloncesto. Un encuentro
monumental con todos los ingredientes que hacen grande este deporte: parciales
rotundos, remontadas, equilibrio final, y desenlace sobre la bocina, todo ello
gracias a extraordinarias actuaciones individuales al servicio del colectivo.
Los conocedores de este blog ya sabrán que nunca
hemos ocultado nuestros colores blancos (y nuestra devoción por este Real
Madrid vertiginoso de Pablo Laso que amén de coleccionar títulos ha devuelto a
este deporte una espectacularidad estética perdida en la segunda década de los
90, cuando comenzaron a imponerse los dictados de técnicos empeñados en ganar
euroligas marcando 60 puntos), por tanto no podemos negar que tras casi dos
horas sin poder pestañear, el tiro de gracia de un inconmensurable Justin
Doellman nos dejó absolutamente devastados. Pero una vez pasado ese disgusto
inicial, asimilado ese sabor agridulce de una derrota mucho más dolorosa de lo
que pueda parecer con sólo cuatro jornadas de grupo disputadas (ya que
precisamente en un grupo tan complicado se hace perentorio asegurar los
partidos de casa, y esta derrota obliga al Real Madrid a intentar ganar al
menos dos partidos a domicilio si quiere pasar a cuartos de final), queda el
baloncesto, y en este caso un baloncesto de primerísimo nivel en el que los
aciertos se impusieron a los errores y los ataques, para beneficio del
espectador, a las defensas. Pese a la amargura que supone ver perder un partido
que parecía dominado, poco puede reprochar el aficionado madridista a la
mayoría de los jugadores utilizados por Laso ayer. Sergio Rodríguez, Carroll,
Ayón, Maciulis, Felipe Reyes, Hernángomez y un renqueante pero corajudo Llull
aportaron. Tan sólo se echó de menos la muñeca de Rivers, sobre todo teniendo
en cuenta que venía de un buen momento de forma. Igualmente por lado barcelonista
Pascual supo sacar provecho de todas sus piezas, demostrando con esta segunda
victoria consecutiva sobre el eterno rival que este año parece haber acertado
con la configuración del equipo. Doellman brilló por encima del resto, pero
Navarro sostuvo al equipo casi como en sus mejores tiempos (hasta que volvió a
padecer sus sempiternas molestias), Perperoglou resultó letal en los minutos
decisivos y contribuyó a otras de esas remontadas a las que tan acostumbrado
estaba en Olympiacos, Ribas suplió con acierto a un errático Satoransky en los
primeros compases pero que supo ir de menos a más; Tomic, sin ser decisivo en
ningún momento tuvo la calma para saber jugar para el equipo, y la descomunal
pareja Samuels-Lawal metió el suficiente músculo azulgrana en la zona para
hacer trabajar a un equipo blanco que nunca pudo tener el partido ganado.
Un partidazo desde el primer momento en el que
Doellman descorchó el champán con dos triples consecutivos que avisaban de su
exhibición. Navarro, en franca penetración demostrando que aún tira de cintura
ponía el 0-8. Felipe inauguraba el electrónico para los blancos y Doellman
desde fuera seguía haciendo daño. 2-10 en los 4 primeros minutos de partido. Y
entonces llegó la exhibición del Chacho, sacando la varita para liderar un
brutal parcial de 18-0 con el Real Madrid jugando quizás los mejores momentos
de la temporada. Ribas tomó el mando azulgrana y haciendo de director de juego
los de Pascual amainaron brevemente la tormenta que tornó en temporal cuando
Llull cerraba el cuarto con un triple marca de la casa, desde nueve metros y
con el defensor encima. 27-17 y éxtasis en el Palacio. La magia continuó en el
segundo acto con un equipo local casi doblando a su rival (35-19, máxima
diferencia del partido), y el Barcelona, totalmente groggy, recurría al viejo
recurso de un rejuvenecido Navarro (buena noticia para los Juegos de Río)…
hasta que su físico le volvió a pedir descanso y prácticamente estuvo ausente
toda la segunda parte. Pero el capitán azulgrana tiró del carro mientras las
piernas le respondieron. Fue Doellman, como no, quien volvió a dar señales de
que por encima de todos él sería el hombre del partido con un triple en la
última posesión azulgrana antes de enfilar los vestuarios para dejar la herida
en unos asumibles once puntos de diferencia.
Llull no fue talismán en su regreso, pero mostró su recuperación. |
En el tercer cuarto continuó el intercambio de
golpes y el ritmo alto en el que el Barcelona no pareció sentirse incómodo, ya
que el Madrid no lograba estirar más la diferencia. Aun así el partido era
claramente blanco, y un triple de Nocioni ponía un 61-47 muy tranquilizador, pero
que significó el comienzo de una imprevisible zozobra local que llevó a los de
Laso a recibir un parcial de 2-15 hasta el final del tercer cuarto que elevaba
la moral azulgrana. Sólo Llull, en suspensión a media distancia, era capaz de
anotar para el Real Madrid en los cuatro últimos minutos de ese periodo. Doellman
(otra vez Doellman) abría el marcador del último acto con su cuarto triple sin
fallo para poner a su equipo por delante por primera vez en más de 25 minutos.
A partir de ahí el partido entró en una fase adrenalínica y taquicárdica en la
que no había dueño, aunque el Barcelona mandaba por mínimas diferencias y
Carroll mantenía a los locales. El Madrid recurrió de nuevo a la inspiración
del Chacho. Un triple del tinerfeño ponía el delirio en las gradas al dar de
nuevo el mando a los madridistas. Fue el comienzo de un pequeño parcial de 7-0
que ponía un 85-80 tras un gancho de Ayón para encarar el último minuto.
Parecía que la victoria no se les podía escapar a los blancos, quienes habían
realizado un encuentro soberbio, habían sufrido la remontada de su rival, pero
habían tenido la suficiente sangre fría en los momentos decisivos para
recuperar esa ventaja de 5 puntos que a falta de un minuto era un preciado
tesoro. El Barcelona supo mover la bola con paciencia (bien Pau Ribas de nuevo)
en un posterior ataque con toda la presión encima para encontrar a Doellman
sólo en la esquina. Sexto triple sin fallo. Caroll, que parecía la tabla de
salvación blanca, falló su posterior lanzamiento y dejaba al Barcelona con la
posibilidad de mandar el partido a la prórroga o intentar un triple ganador.
Laso prefería asegurar al menos el tiempo extra y la última posesión con dos
faltas personales, la segunda mandando a Ribas a la línea. El ex de Joventut y
Valencia no fallaba pero el Madrid tenía la (por el momento) última posesión del
partido, pero Pascual también quería tener la última bola y una falta rápida sobre
Felipe Reyes dejaba ocho segundos para la última posesión azulgrana. El capitán
madridista fallaba el primer tiro pero anotaba el segundo, dejando una exigua
ventaja de un punto que obligaba al Madrid a defender sin faltas. Y entonces
apareció Doellman para poner la rúbrica, majestuoso broche de oro a su obra de
arte. La defensa madridista poco más pudo hacer, con Ayón y medio equipo
encimando al de Ohio que nadie sabe cómo fue capaz de sacarse esa suspensión
imposible y darle al balón ese arco inalcanzable para sus defensores. El balón
voló y entró mansamente en el aro rival. Un final increíble para un partido
memorable. Sólo ganó un equipo, pero la victoria fue de todo el
baloncesto.
El Chacho se marcó un partidazo. |
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