Bazarevich, y su breve paso por Atlanta. |
Definidas las semifinales del Eurobasket 2017,
España, el habitual, se ve rodeado de tres representantes de las extintas
escuelas balcánicas y soviéticas.
En el caso de Rusia son sus primeras semifinales
desde la edición de 2011 en Lituania, cuando al igual que en Estambul tuvieron
como rivales en cuartos de final a Grecia. Eran buenos tiempos para la Rusia de
David Blatt y Kirilenko (al año siguiente harían bronce olímpico) No ha llovido
tanto, de hecho seis jugadores repiten de aquel roster: Vorontsevich, Mozgov,
Fridzon, Antonov, Khvostov, y por supuesto Shved. Por aquel entonces él que ha
sido jugador mejor pagado de Europa desde su infructuosa aventura NBA vivía
feliz como joven escudero de Kirilenko, actual presidente de la federación
rusa. Del talentoso exterior de Belgorod se ha criticado en ocasiones su falta
de liderazgo y su carácter disperso. Esa sensación, a lo Teodosic (o a lo
Teodosic de los primeros años de carrera profesional) de ser capaz de lo mejor
y de lo peor. Ayer frente a Grecia por momentos Shved volvió a estar bajo
sospecha. Pero hay algo que no se le puede reprochar: no se esconde. Grecia
logró dejarle en bajos porcentajes de tiro durante la primera parte, dominada
por el equipo de Missas, que moría en defensa y vivía en ataque de Calathes y
Printezis y exprimía su quinteto titular (considerando a Bourousis más titular
que Papagiannis, por mucho que el jugador de Sacramento salga en el cinco
inicial) La cosa funcionaba hasta que Shved despertó y las piernas helenas
flaquearon (y su muñeca en los tiros libres, una de las condenas de Grecia
ayer) Que Bazarevich sólo pusiera a Vorontsevich por encima de los 30 minutos
es una de las claves del partido, viendo la poca clarividencia del ataque
griego y los tremendos despistes defensivos especialmente en el juego interior,
donde Mozgov hizo estragos. Un mate del coloso ruso ponía un 60-67 mediado el
último cuarto que parecía una losa para los griegos, pero la ciclotimia de
Shved volvió a aparecer, con tiros precipitados y pérdidas de balón. Es su
naturaleza. Grecia estuvo en el partido, pero el citado cansancio hizo mella
con fallos incomprensibles (Bourousis debajo del aro sin oposición), aun así
Calathes (enorme partido el suyo con 25 puntos, 7 asistencias y 3 robos) se
sacaría un triple increíble para poner a su equipo a 3 puntos a falta de 12
segundos, pero Fridzon sentenciaría desde el tiro libre. No fue un gran
partido, pero sí muy emocionante. El duelo final entre Calathes y Shved
liderando a sus equipos, tanto con sus aciertos como con sus muchos errores ha
sido de lo más bonito del Eurobasket.
No ha sido un buen torneo para Grecia, que ha echado
de menos a su gran figura Giannis Antetokounmpo. Es cierto que en 2015 también
cayeron en cuartos (aquella agónica victoria de España), pero habían arrasado
en la fase de grupos y se marcharon con un balance de 6 victorias por una
derrota (la de España en cuartos), muy por encima del 3-4 con el que se
despiden este verano.
Rusia se enfrentará en semifinales a Serbia. Otro
duelo clásico. Djordjevic sigue encajando las piezas de su puzzle, fiando sus
posibilidades a los centímetros de su juego interior, donde Marjanovic y Kuzmic
se han convertido en un dolor de cabeza para los rivales. No es de extrañar,
porque con su 3 de 17 en triples ante Italia desde luego no parece que vayan a
vivir del juego exterior. Claro que esto no es nuevo para Djordjevic. En los
Juegos de Río aplastaron a Australia en semifinales (el único gran partido
realmente de Serbia en todo el campeonato, y les valió para hacer plata)
anotando… ¡sólo cinco triples!, inaudito hoy día. El triple, arma predilecta de los de Messina,
fue un argumento previsible para la defensa serbia, amargando el día de
Belinelli (2 de 11) y Datome (algo mejor, con 2 de 6) La otro gran arma italiana
es, como no podía ser de otro modo con Messina al mando, la defensa. Los
transalpinos salieron a morder, buscando una vez más uno de esos fortísimos
inicios de partido a los que nos tienen acostumbrados en este torneo. Serbia tardó
más de cuatro minutos en anotar. El problema es que el precio a esa intensidad
defensiva fue muy caro. Serbia llegó a cobrarse hasta tres faltas del rival en
la misma posesión, y jugadores como Hackett, Cusin o Datome se fueron poco a
poco cargando de faltas personales. Parecía cuestión de tiempo que Serbia se
hiciese con el partido, y no hizo falta ni esperar al segundo cuarto. Milosavljevic
con dos tiros libres ponía por delante a Serbia a 2 segundos del final del
primer parcial. Era la primera ventaja de los de Djordjevic, y ya nunca
volverían a estar por detrás en el marcador.
Italia vuelve a caer en cuartos de final, como en
las dos ediciones anteriores. Un Rubicón que no logran traspasar. Tampoco su
juego ha enamorado. La “Grande Bellezza” no acaba de florecer mientras van
pasando los años por sus jugadores y no se atisba ninguna figura en ciernes,
aunque Melli y el ausente Gentile todavía tienen suficiente margen de
progresión como para mantener a su selección en el futuro. Pero no deberían
estar muy contentos con este Eurobasket. Esta Serbia parecía batible, lo cual
da más valor todavía a Sasha Djordjevic, quien todavía sigue sin convencer como
técnico de grandes clubes, pero cuya fiabilidad con la selección de su país
está fuera de toda duda. Gestión magnífica de los recursos humanos de una Serbia
venida a menos. Como, de momento, podemos decir de Bazarevich en Rusia.
Djordjevic y Bazarevich, dos de los mejores bases de
los 90, ahora enfrentados como técnicos en un duelo que se prevé apasionante.
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