Tremendo varapalo el que se llevó el Real Madrid de
Pablo laso en el primer partido de la serie ante Panathinaikos. Borrados de la
pista y sin opciones desde el minuto 1, la imagen de los blancos ha sorprendido
por lo anómalo en cuanto a versión negativa. Pero un análisis sosegado del
partido (cosa imposible cuando se trata del Real Madrid y se genera tanto ruido
alrededor) puede explicar tan contundente derrota. Vaya por delante que en este
blog, desde el momento en el que supimos de la baja de Campazzo y el no retorno
de Llull, consideramos favorito al Panathinaikos (de igual modo que si se
enfrentase a un CSKA sin De Colo o Sergio Rodríguez o a un Fenerbahce sin
Wanamaker ni Bobby Dixon) Hablamos de un equipo cuyo punto fuerte está
precisamente en la posición de base frente a otro que llega precisamente
mermado en dicha posición. Verde (en este caso) y en botella. Pero vaya por
delante también que tampoco esperábamos esta nula resistencia por parte de los
blancos, de modo que no vamos a entonar un “ya lo avisamos”, pero si es bueno
recordar al aficionado despistado que no sigue el día a día de este deporte que
todos los condicionantes (lesiones, días de descanso, momento de forma…)
apuntaban a un favoritismo griego.
Xavi Pascual no quiso esperar para demostrar ese
favoritismo. Olió sangre desde el salto inicial y ordenó una sorprendente
presión a toda cancha en el inicio del partido. Una apuesta arriesgada si
enfrente tienes buenos manejadores de balón, pero que fue clave para entender
el parcial de 20-0 con el que los griegos prácticamente sentencian el partido. Luka
Doncic, jugador de talento descomunal, pero que si tiene algo por pulir en su
juego posiblemente sea la subida de balón, se vio totalmente desbordado. Negada
la subida de balón blanco por parte del base-alero esloveno el Real Madrid fue
un desastre que acumuló pérdida tras pérdida en cada ataque (los dos balones
que pierde Randolph en los primeros 16 segundos de partido anticipaban el
desastre) Pascual lo tenía claro. Ahogar a Doncic era ahogar al Madrid. No
olvidemos que hablamos de un jugador que tiene 19 años recién cumplidos, y que
en menos de cuatro días tiene que decidir si se presenta al draft de la NBA en
la primera ocasión que se le presenta (y que en caso de ser así, si continúa la
debacle madridista no me queda duda de que volverá a aflorar el cainismo
habitual para reprocharle al jugador su decisión)
Antetokounmpo fue la punta de lanza de una defensa
asfixiante que obligaba a Tavares a hacer bloqueos en su propia pista para que
Doncic pudiera subir el balón, con el peligro que eso supone para un jugador
tan voluminoso (falta en ataque tras el triple de Singleton, nueva pérdida que
castiga James y 10-0 en apenas 2 minutos) Poco le importaba a Pascual cargar a
sus jugadores con faltas (4 en 6 minutos, Antetokounmpo al banco con 2 en 5),
el técnico catalán era consciente de las deficiencias en la subida del balón
madridista y se trataba de castigarlo lo máximo posible. Tumbar al rival a la
lona, buscar el KO y que los llamados “minutos de la basura” alcanzasen una
dimensión insultante. El Real Madrid buscó meterse en el partido (3-13 de
parcial), pero el enésimo contrataque de James Gist recordando sus mejores años
de “matador” (quizás muchos hayan olvidado que fue campeón del concurso de
“mates” de la ACB cuando jugaba en Unicaja), acompañado además de una
innecesaria falta de Thompkins que evidenciaba de nuevo la dureza del puñetazo
psicológico griego cerraba el primer acto con un contundente 26-13.
Cuatro puntos consecutivos comenzado el segundo
cuarto abrieron la puerta de la esperanza. Fue un espejismo. Nunca vimos al
Real Madrid más metido en el partido que con esa desventaja de 9 puntos
cercenada en cuanto Kenny Gabriel anotó el enésimo triple griego. Eran los
minutos en los que Laso lo intentaba con Randle, pero ante un nuevo estirón de
los locales volvió a recurrir a Doncic, y Pascual, con ello, volvió a pedir el
cuchillo entre los dientes a sus jugadores. El 46-30 con el que se llegaba al
descanso parecía una losa insuperable, pero lo peor estaba por llegar.
El equipo blanco salió voluntarioso en el tercer
cuarto y mantuvo las diferencias en los primeros minutos, pero en cuanto Gist
volvió a volar sobre Thompkins y Mike James a pasear su manita el marcador
alcanzó tintes escandalosos. Matt Lojeski se unió a la fiesta para a base de
triples alcanzar las mayores cotas del partido (77-44 comenzando el último
cuarto) y ambos entrenadores comenzaron a pensar en el partido del jueves. El
Panathinaikos se dio un festín y la pareja Calathes-James demostró porque (al
menos así consideramos en este blog) a día de hoy es la mejor pareja exterior
de Europa junto a Rodríguez-De Colo. Sé que hay gran parte del madridismo a la
que no le gusta leer esto. Que les gusta pensar que son los más guapos, los más
altos, los más listos y que los rivales no existen. Pero la realidad es que un
Real Madrid sin Campazzo ni Llull no tiene opciones ante un Panathinaikos
fortísimo precisamente en esas posiciones, y repito, lo mismo diríamos si fuese
un CSKA o un Fenerbahce que llegase a esta cita sin sus dos bases. Laso no
puede hacer milagros. Puede haberse equivocado ayer, haber tardado en
reaccionar, en no buscar alternativas a la subida de balón de Doncic (¿las
tiene?), pero no es culpable de una temporada en la que prácticamente todo el
equipo ha pasado por la enfermería y de llegar a cuartos de final de Euroliga
sin sus dos directores de juego puros. Nadie podía prever lo de Campazzo, y en
el caso de Llull parece que simplemente no ha llegado a esta serie por una
cuestión de días (ya hace más de ocho meses de su rotura de ligamentos
cruzados)
En el ajedrez existe la circunstancia del “ahogado”,
la cual se produce cuando uno de los jugadores queda imposibilitado para mover
sus piezas. Se resuelve con tablas, es decir, empate, medio punto para cada
jugador, ya que se considera que ha sido un fallo por parte del rival no haber
dejado movimientos al contrario hasta someterlo al definitivo jaque mate.
Desgraciadamente no ocurre lo mismo en el baloncesto, y Xavi Pascual destrozó
sin piedad a un Laso que, como en el ahogado del ajedrez, no encontraba ningún
movimiento posible. La serie acaba de empezar pero las sensaciones son
terribles para el bando madridista. No se trata sólo de recuperar anímicamente a
los jugadores (en un vestuario con jugadores como Felipe Reyes o Rudy Fernández
no parece tarea complicada), se trata de encontrar la manera de poderle jugar a
un rival que se ha mostrado superior sin que tú puedas recurrir a superioridad
ninguna. Laso se ve obligado a renunciar al “small ball” que tan buenos réditos
le ha dado habitualmente y a confiar en que le lleguen balones a Tavares, Ayón
o un Randolph que fracasó en su intento de ayudar a Doncic a trasladar el balón
al campo rival. El problema es que para eso necesita circulación de balón, y
para eso necesita jugadores que dominen esa suerte. Fiarlo todo de nuevo a
Doncic es facilitar la estrategia a Pascual, que de nuevo insistirá en una
orden muy clara: ahogar a Doncic… y ahogaréis al resto del equipo. Parece una
broma pesada pero lo cierto es que buena parte de las opciones europeas del
Real Madrid pasan ahora por el criticado Chasson Randle. Eso, y volver a viejos
“trucos” de entrenador que en otras ocasiones le han funcionado (Taylor
emparejado con el base rival, Yusta de falso titular, Doncic de sexto hombre…),
cualquier golpe de efecto debería ser entendible como intento de cambiar el
rumbo de la eliminatoria…
…porque a buen seguro que Laso lo intentará. Por
inconcebible que parezca, les aseguro que Pablo Laso sigue sabiendo de baloncesto
muchísimo más que todos los aficionados de sofá que anoche, una vez más, pedían
su cabeza en bandeja de plata y la enésima limpia de vestuario camino de quien
sabe qué.
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