miércoles, 18 de abril de 2018

AHOGADO










Tremendo varapalo el que se llevó el Real Madrid de Pablo laso en el primer partido de la serie ante Panathinaikos. Borrados de la pista y sin opciones desde el minuto 1, la imagen de los blancos ha sorprendido por lo anómalo en cuanto a versión negativa. Pero un análisis sosegado del partido (cosa imposible cuando se trata del Real Madrid y se genera tanto ruido alrededor) puede explicar tan contundente derrota. Vaya por delante que en este blog, desde el momento en el que supimos de la baja de Campazzo y el no retorno de Llull, consideramos favorito al Panathinaikos (de igual modo que si se enfrentase a un CSKA sin De Colo o Sergio Rodríguez o a un Fenerbahce sin Wanamaker ni Bobby Dixon) Hablamos de un equipo cuyo punto fuerte está precisamente en la posición de base frente a otro que llega precisamente mermado en dicha posición. Verde (en este caso) y en botella. Pero vaya por delante también que tampoco esperábamos esta nula resistencia por parte de los blancos, de modo que no vamos a entonar un “ya lo avisamos”, pero si es bueno recordar al aficionado despistado que no sigue el día a día de este deporte que todos los condicionantes (lesiones, días de descanso, momento de forma…) apuntaban a un favoritismo griego. 


Xavi Pascual no quiso esperar para demostrar ese favoritismo. Olió sangre desde el salto inicial y ordenó una sorprendente presión a toda cancha en el inicio del partido. Una apuesta arriesgada si enfrente tienes buenos manejadores de balón, pero que fue clave para entender el parcial de 20-0 con el que los griegos prácticamente sentencian el partido. Luka Doncic, jugador de talento descomunal, pero que si tiene algo por pulir en su juego posiblemente sea la subida de balón, se vio totalmente desbordado. Negada la subida de balón blanco por parte del base-alero esloveno el Real Madrid fue un desastre que acumuló pérdida tras pérdida en cada ataque (los dos balones que pierde Randolph en los primeros 16 segundos de partido anticipaban el desastre) Pascual lo tenía claro. Ahogar a Doncic era ahogar al Madrid. No olvidemos que hablamos de un jugador que tiene 19 años recién cumplidos, y que en menos de cuatro días tiene que decidir si se presenta al draft de la NBA en la primera ocasión que se le presenta (y que en caso de ser así, si continúa la debacle madridista no me queda duda de que volverá a aflorar el cainismo habitual para reprocharle al jugador su decisión) 


Antetokounmpo fue la punta de lanza de una defensa asfixiante que obligaba a Tavares a hacer bloqueos en su propia pista para que Doncic pudiera subir el balón, con el peligro que eso supone para un jugador tan voluminoso (falta en ataque tras el triple de Singleton, nueva pérdida que castiga James y 10-0 en apenas 2 minutos) Poco le importaba a Pascual cargar a sus jugadores con faltas (4 en 6 minutos, Antetokounmpo al banco con 2 en 5), el técnico catalán era consciente de las deficiencias en la subida del balón madridista y se trataba de castigarlo lo máximo posible. Tumbar al rival a la lona, buscar el KO y que los llamados “minutos de la basura” alcanzasen una dimensión insultante. El Real Madrid buscó meterse en el partido (3-13 de parcial), pero el enésimo contrataque de James Gist recordando sus mejores años de “matador” (quizás muchos hayan olvidado que fue campeón del concurso de “mates” de la ACB cuando jugaba en Unicaja), acompañado además de una innecesaria falta de Thompkins que evidenciaba de nuevo la dureza del puñetazo psicológico griego cerraba el primer acto con un contundente 26-13.  


Cuatro puntos consecutivos comenzado el segundo cuarto abrieron la puerta de la esperanza. Fue un espejismo. Nunca vimos al Real Madrid más metido en el partido que con esa desventaja de 9 puntos cercenada en cuanto Kenny Gabriel anotó el enésimo triple griego. Eran los minutos en los que Laso lo intentaba con Randle, pero ante un nuevo estirón de los locales volvió a recurrir a Doncic, y Pascual, con ello, volvió a pedir el cuchillo entre los dientes a sus jugadores. El 46-30 con el que se llegaba al descanso parecía una losa insuperable, pero lo peor estaba por llegar. 


El equipo blanco salió voluntarioso en el tercer cuarto y mantuvo las diferencias en los primeros minutos, pero en cuanto Gist volvió a volar sobre Thompkins y Mike James a pasear su manita el marcador alcanzó tintes escandalosos. Matt Lojeski se unió a la fiesta para a base de triples alcanzar las mayores cotas del partido (77-44 comenzando el último cuarto) y ambos entrenadores comenzaron a pensar en el partido del jueves. El Panathinaikos se dio un festín y la pareja Calathes-James demostró porque (al menos así consideramos en este blog) a día de hoy es la mejor pareja exterior de Europa junto a Rodríguez-De Colo. Sé que hay gran parte del madridismo a la que no le gusta leer esto. Que les gusta pensar que son los más guapos, los más altos, los más listos y que los rivales no existen. Pero la realidad es que un Real Madrid sin Campazzo ni Llull no tiene opciones ante un Panathinaikos fortísimo precisamente en esas posiciones, y repito, lo mismo diríamos si fuese un CSKA o un Fenerbahce que llegase a esta cita sin sus dos bases. Laso no puede hacer milagros. Puede haberse equivocado ayer, haber tardado en reaccionar, en no buscar alternativas a la subida de balón de Doncic (¿las tiene?), pero no es culpable de una temporada en la que prácticamente todo el equipo ha pasado por la enfermería y de llegar a cuartos de final de Euroliga sin sus dos directores de juego puros. Nadie podía prever lo de Campazzo, y en el caso de Llull parece que simplemente no ha llegado a esta serie por una cuestión de días (ya hace más de ocho meses de su rotura de ligamentos cruzados)  


En el ajedrez existe la circunstancia del “ahogado”, la cual se produce cuando uno de los jugadores queda imposibilitado para mover sus piezas. Se resuelve con tablas, es decir, empate, medio punto para cada jugador, ya que se considera que ha sido un fallo por parte del rival no haber dejado movimientos al contrario hasta someterlo al definitivo jaque mate. Desgraciadamente no ocurre lo mismo en el baloncesto, y Xavi Pascual destrozó sin piedad a un Laso que, como en el ahogado del ajedrez, no encontraba ningún movimiento posible. La serie acaba de empezar pero las sensaciones son terribles para el bando madridista. No se trata sólo de recuperar anímicamente a los jugadores (en un vestuario con jugadores como Felipe Reyes o Rudy Fernández no parece tarea complicada), se trata de encontrar la manera de poderle jugar a un rival que se ha mostrado superior sin que tú puedas recurrir a superioridad ninguna. Laso se ve obligado a renunciar al “small ball” que tan buenos réditos le ha dado habitualmente y a confiar en que le lleguen balones a Tavares, Ayón o un Randolph que fracasó en su intento de ayudar a Doncic a trasladar el balón al campo rival. El problema es que para eso necesita circulación de balón, y para eso necesita jugadores que dominen esa suerte. Fiarlo todo de nuevo a Doncic es facilitar la estrategia a Pascual, que de nuevo insistirá en una orden muy clara: ahogar a Doncic… y ahogaréis al resto del equipo. Parece una broma pesada pero lo cierto es que buena parte de las opciones europeas del Real Madrid pasan ahora por el criticado Chasson Randle. Eso, y volver a viejos “trucos” de entrenador que en otras ocasiones le han funcionado (Taylor emparejado con el base rival, Yusta de falso titular, Doncic de sexto hombre…), cualquier golpe de efecto debería ser entendible como intento de cambiar el rumbo de la eliminatoria…


…porque a buen seguro que Laso lo intentará. Por inconcebible que parezca, les aseguro que Pablo Laso sigue sabiendo de baloncesto muchísimo más que todos los aficionados de sofá que anoche, una vez más, pedían su cabeza en bandeja de plata y la enésima limpia de vestuario camino de quien sabe qué. 


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