Una eliminatoria bronca. |
El Real Madrid de Pablo Laso es un equipo
perfectamente reconocible que, aparte de haberlo ganado todo, ha vivido rodeado
de unas señas de identidad muy claras. Posesiones cortas, ritmo alto de juego,
defensa presionante en las líneas de pase del rival, transiciones rápidas… un
estilo atractivo que no sólo ha dado títulos, si no que ha devuelto los
aficionados a las canchas. Para todo esto Laso ha contado como principales
ejecutores con bases rápidos y veloces, prolongaciones en la cancha de un
entrenador que como jugador fue en su día uno de los directores con mejor
visión de juego del baloncesto español (recuerden que seguimos hablando del
máximo asistente histórico de la ACB, una clasificación que parece que seguirá
encabezando durante varios años, ya que el siguiente jugador en activo de la
tabla es un Albert Oliver que a punto de cumplir 40 años está a más de mil
pases de canasta del actual entrenador madridista) Sergio Llull, Sergio
Rodríguez o Facu Campazzo han comprendido perfectamente la filosofía de su
técnico y la simbiosis con Laso ha sido total. Y en estas llega esta serie ante
Panathinaikos en la que Laso se ve obligado a mutar de ideología. Y es que no nos
cansamos de repetirlo: cualquier juicio sobre esta eliminatoria ha de hacerse
teniendo en cuenta las carencias del Real Madrid en la dirección de juego, todo
ello con el añadido de hacerlo frente al equipo cuyo ataque es mecido por el
mejor pasador del campeonato, el descomunal Nick Calathes.
Comentábamos en nuestra anterior entrada que la
recuperación psicológica del Real Madrid no parecía demasiado preocupante en un
vestuario con jugadores con tantas batallas en sus piernas como Felipe Reyes o
Rudy Fernández. Precisamente fueron los jugadores más veteranos quienes
acudieron al rescate del Real Madrid. Entre Felipe, Rudy y Jaycee Carroll suman
nada menos que 106 años, y fueron ellos los principales culpables de que el
Madrid empate la eliminatoria a uno (sin obviar el gran trabajo de Ayón, las
canastas decisivas de Thompkins, o el reencuentro de Doncic consigo mismo en la
recta final del partido) Lo de Felipe es caso aparte. Con 38 años a sus
espaldas su mérito es enorme. Obligado a reinventarse a sí mismo y haciendo
oídos sordos a quienes llevan años pidiendo su jubilación (que han quedado una
vez más retratados), no deja de ser curioso que con Pablo Laso esté alargando
su carrera deportiva dejando exhibiciones como la de ayer y siendo decisivo en
muchas victorias claves de la temporada. Felipe no es rápido, ni es un cuatro
abierto (en muchas ocasiones, sobre este curso de lesiones y accidentes, ha
tenido que jugar de cinco), ni juega bien a campo abierto, ni es un gran
defensor exterior (como era por ejemplo Marcus Slaughter, utilizado por Laso
incluso para presionar a toda cancha y negar la subida del balón al base rival)
Felipe necesita posesiones largas y bien masticadas, meterse al poste,
cuerpear, picar piedra… bajar al barro. La antítesis del estilo Laso. Y sin
embargo no puede existir mejor capitán para este proyecto que por mucho que
quieran enterrar algunos sigue vivo. En un Madrid obligado a renunciar a su
habitual velocidad de crucero, Felipe es el faro que a base de albañilería
pesada fatiga la resistencia rival.
La rápida canasta de Causeur a poco de comenzar el
partido parecía servir de declaración de intenciones de que el partido de ayer
iba a ser una historia bien distinta al del duelo inaugural de la serie, pero
lo cierto es que además de ser los dos únicos puntos del francés en toda la
noche, el Panathinaikos volvió a ser superior en el inicio de encuentro. Cierto
es que el Madrid evitó que le pasase por encima, como en el primer partido.
Contuvo el desastre. A duras penas y sufriendo pero lo contuvo. Laso cambió de
inicio el juego interior titular. Randolph y Tavares dejaron su sitio a
Thompkins y Ayón y no fue un cambio baladí. El frío Thompkins no demostró la
ansiedad de un Randolph quien recordemos había perdido dos balones en apenas 40
segundos iniciado el primer partido, y Ayón fue fundamental dejando vía libre a
la subida de Doncic con bloqueos mucho más rápidos y limpios que los de un
Tavares más visible para árbitros y rivales. Luka, por su parte, había
aprendido la lección del primer partido. Pese a que su primera parte no fue
buena, y Antetokounmpo volvió a desquiciarle con su defensa de “karate-press”
fue consciente de que muchos de los males del 1-0 vinieron desde la dificultad
de cruzar media pista y organizar el cinco contra cinco con el tiempo de
posesión agonizando. El esloveno llegó a campo rival sensiblemente más rápido
que en el primer partido, y a partir de ahí el equipo blanco tuvo mejor
circulación y con ello mejores tiros. El Madrid encontraba por fin la manera de
sobrevivir, pero era simplemente eso, sobrevivir, porque el Panathinaikos
jugaba a otra cosa. A falta de tres minutos para concluir el primer cuarto los
griegos doblaban 16-8 a su rival, tras dos tiros libres de Antetokounmpo que
mandaba al banquillo a Doncic con su segunda falta personal. Se finalizaba el
acto con un 21-16 que sólo era entendible en los términos de supervivencia
citados. Al Madrid le daba para no ser apalizado, pero no para ganar.
En la citada supervivencia blanca había tenido mucho
que ver un experto en tales lides como Rudy Fernández. Pese a estar fallón en
el tiro (sólo había anotado tres tiros libres, fallando otro, además de sus
únicos intentos triple y de dos), dos rebotes ofensivos, dos faltas personales
provocadas, y una gran actividad atrás demostraban que el mallorquín era el
primero en entender que había que ponerse el mono de trabajo. Claro que si de
trabajo hablamos nadie puede superar a Felipe Reyes. A los siete segundos de
saltar a la cancha ya estaba produciendo. Recibe al poste y aprovecha un “miss
match” con Marcus Denmon. Falta personal. Dos tiros libres, los dos dentro.
Juego entre pívots. Tavares recibe al poste a pase de Rudy y Felipe aprovecha la
autopista por el centro para recibir del caboverdiano, pese a tener encima a
K.C. Rivers, quien impide la canasta clara del cordobés. Poco importa, Felipe
no pierde de vista el balón y con una mano captura un rebote ofensivo para al
segundo intento anotar. En total juega 4 minutos y 31 segundos en el segundo
cuarto, para anotar 8 puntos, capturar 2 rebotes y alcanzar los 12 de
valoración. Increíble proporción en minutos/producción. Son los mejores minutos
hasta el momento del Madrid en la eliminatoria, con Felipe, Rudy, y, ojo… Chasson
Randle. El Aviador DRO y sus obreros especializados. El Madrid tutea al rival y
el partido entra en la dinámica del columpio, con ventajas de uno o dos puntos
alternativas para cada escuadra. Los locales estiran a cinco puntos la
diferencia con un triple de Denmon, neutralizado con el primero de los tres que
ayer firma Thompkins. Al descanso 40-36. El Madrid estaba vivo. En un partido
feo, bronco, largo, trabado y con constantes interrupciones. En un partido
antitético a la idea de Laso. Pero estaba vivo.
El tercer cuarto fue definitivamente el del mejor
baloncesto que ha mostrado el equipo blanco en este play off. Los 32 puntos
anotados en esos 10 minutos confirmaron que la tormenta ofensiva de Laso sigue
golpeando con fuerza al rival. Dos nombres propios lideraron el ataque blanco.
Jaycee Carroll con 14 puntos, y Felipe Reyes con 10 (incluyendo dos triples) Un
cuarto para enmarcar cerrado con un triple de Thompkins que estiraba la ventaja
hasta los siete puntos. El viento comenzaba a soplar a favor y hasta a Doncic
se le volvía a dibujar la habitual sonrisa de jugón, aparcando por unos
momentos su frustración por el duelo frente al duro Antetokounmpo.
Los siete puntos con los que se abría el último acto
fueron definitivos. El Panathinaikos, pese a ser un equipazo (diga lo que diga
Xavi Pascual, quien inteligentemente ha trasladado la presión a los blancos
desde antes del primer partido otorgando favoritismo a los de Laso pese al
factor cancha y el mayor número de efectivos griegos), demostró que sufre con
viento en contra. El Real Madrid no perdió la ventaja, aunque el partido estuvo
abierto en todo momento. Los de Atenas llegaron incluso a empatar con un
parcial de salida de 7-0 culminado con un triple de Denmon, y se vieron a un
solo punto (70-71 a 6.13 del final) tras canasta de Calathes, pero Taylor
volvió a abrir brecha con un 2+1, enmendando sus dos errores anteriores en el
tiro libre. El Panathinaikos resistió con Calathes y James. Nada nuevo. Entre
los dos exteriores anotaron 13 de los últimos 14 puntos de su equipo (un tiro
libre de Adrian Payne rompió la tendencia), mientras el Madrid tiraba del oficio
de Rudy, Taylor, un renacido Doncic, y un certero Thompkins que con su tercer
triple ponía un 78-83 a falta de 2 minutos que fue una puñalada en el alma
helena. Los blancos no dejaron pasar la oportunidad de poner el 1-1 en la serie
y los minutos finales sólo sirvieron para calentar todavía más el
enfrentamiento, con Antetokounmpo erigiéndose como enemigo público número 1 del
madridismo (parece que aun escuecen los partidos ante Andorra la pasada
temporada) tras su tangana con Rudy Fernández.
El Real Madrid supo bajar al barro para adjudicarse
un partido durísimo e interminable (la retransmisión de Movistar Plus, ya
colgada en You Tube, dura íntegra la barbaridad de 2 horas y 17 minutos) en el
que los griegos los llevaron a la línea del libre en 37 ocasiones (con 28
dianas) Sólo recuerdo un partido esta temporada en el que rival de los blancos
hiciera tantas faltas y les llevara tantas veces a la “charity line”. Fue en el
partido de la segunda vuelta ACB ante el Barcelona de Pesic. En aquella ocasión
los de Laso lanzaron nada menos que 38 tiros libres en su posiblemente peor
partido de la temporada, saldado con una derrota por 22 puntos. Pesic desactivó
el ataque madridista a base de una defensa al límite sin importarle cargar a
sus jugadores de faltas (sabedor del axioma atribuido a Aíto García Reneses de “si
haces 20 faltas te pitarán 20, si haces 200 faltas te pitarán 20, de modo que
haz 200”. Pero en esta ocasión el Real Madrid, no quedaba otro remedio, supo
vivir en la rudeza. Supo bajar al barro. Todo es más fácil si el primero en
hacerlo es tu capitán.
El capitán, de nuevo al rescate |
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