Finalizada la primera temporada regular de Ricky
Rubio en Utah merece la pena detenerse a analizar su concurso durante estos
meses en Salt Lake City. A la espera de lo que suceda en los primeros play offs
NBA que el base internacional español va a disputar en su carrera, el curso no
puede ser calificado por debajo de sobresaliente, no tanto a nivel individual
como en lo colectivo. Y es que Ricky se ha consolidado como parte fundamental
de un engranaje metódico en el que por encima de las individuales ha funcionado
el bloque para llevar a una sorprendente quinta plaza (con opciones de haber
sido terceros hasta la última noche) del Oeste a una franquicia que con la
salida de Gordon Hayward el pasado verano muchos apuntaban que no llegaría a
post-temporada. En ese sentido en este blog lo tenemos claro: si hay que
reconocer a alguna estrella en estos Utah Jazz que haya liderado al equipo para
llevarlo a este éxito hay que mirar al banquillo, y es que Quin Snyder se ha
reivindicado como el nuevo gran entrenador de la actual NBA (junto al otro gran
talento joven de la pizarra, Brad Stevens)
Pero vayamos con el papel de Ricky Rubio en su
primer año mormón. Un Ricky en una nueva versión, dando otra dimensión a su juego
reforzada por un cambio de imagen poco favorecedor en lo estético pero
sintomático como declaración de principios. Un Ricky con aspecto de “malote”
que se deja crecer la barba y no se corta el pelo, y al que con acertada
hilaridad se le ha buscado un descacharrante parecido con el actor Fernando
Tejero. Ricky Rubio en versión “killer”, más eficaz pero menos mágico. Si le
criticaban su falta de puntos o su desencuentro con el aro rival, firma el
mejor año en anotación de su carrera NBA, dejando 13.1 puntos por noche con un
buen porcentaje del 41.8% en tiros de campo (por contextualizar, superior al de
bases como Avery Bradley, D’Angelo
Russell, Devin Harris, De’Aaron Fox, Patrick Mills, Markelle Fultz, Lonzo Ball,
Patrick Beverley o Isaiah Thomas, y prácticamente similar al de John Wall con
su 42%)
Pero empecemos por el colectivo. En un equipo que,
hay que insistir en ello, se ha basado en la aportación coral, Ricky finaliza
la temporada regular como el tercer máximo anotador del equipo (obviamos a Rodney
Hood, traspasado a mitad de temporada), tras el espectacular “rookie” Donovan
Mitchell y sus 20.5 puntos por partido, y muy cerquita de Rudy Gobert (13.5 por
noche ha anotado el francés, sólo 0.4 puntos por encima de Ricky) También es
tercero en rebotes, sólo por detrás de Gobert y Favors, es decir, de los dos
jugadores interiores titulares de Utah, y por supuesto ha sido el líder en
asistencias. El dato es demoledor. En las tres estadísticas principales de este
juego (puntos, rebotes y asistencias) ha sido el máximo en una de ellas y el
tercero en las otras dos. También ha liderado al equipo en otra de sus
especialidades, la recuperación y robo de balón, mientras que en tapones su
aportación ha sido muy esporádica, 11º con 0.1 “chapas” por partido. En la
estadística negativa de balones perdidos también lo encontramos liderando junto
a Donovan Mitchell, con 2.7 pérdidas por encuentro (lógico siendo los dos
jugadores encargados de la subida y distribución del balón) También va parejo
con Mitchell liderando las faltas personales, otras 2.7 cada uno por partido.
Respecto a los porcentajes, ha sido el mejor de su equipo en tiros libres,
aunque en tiros de campo sólo Jae Crowder (a pesar de las fantásticas
sensaciones dejadas por el jugador llegado de Cleveland) ha estado más errado
que Ricky. Todo esto siendo el cuarto jugador más utilizado por Snyder, por
detrás de Mitchell, Gobert y un gran Joe Ingles. Datos que confirman a Ricky
Rubio como una de las indiscutibles piezas claves de estos sólidos Utah
Jazz.
Y ahora vayamos a lo que supone su temporada en el
global de su carrera. El análisis más superficial nos lleva a la evidente
conclusión de haber visto el Ricky Rubio más anotador y menos asistente (que no
pasador) de su carrera. En efecto, nunca anotó tanto (13.1 puntos por noche)
pero asistió menos (5.3 pases por canasta, 2 menos que en su anterior peor año,
2013, y muy por debajo de su tope de 9.1 de la pasada campaña) La solidaridad
de su juego se sigue mostrando en el rebote, con 4.6 capturas por noche, la
segunda mejor marca de su carrera (en 2015 llegó a 5.7) y ha bajado ligeramente
sus números en recuperación (1.6 por partido, su peor registro, pero muy
parecido al año pasado o a 2015, cuando estuvo en 1.7) Los 11 tapones que ha
puesto esta temporada son su tope, aunque en promedio resultan más valiosos los
8 “gorros” colocados en los 41 partidos de su primera temporada. Respecto a las
pérdidas de balón, sus 2.7 balones perdidos están en la media de su carrera. Su
mejora más importante, qué duda cabe, la encontramos en la anotación y en el
tiro, manteniendo sus habituales buenos porcentajes desde el libre (86.6%, su
segundo mejor porcentaje tras el 89.1 del pasado año) pero mejorando los de
campo hasta el 41.8 con el que acaba este curso regular. Su 35.2% en triples
también es el mejor registro de su vida NBA. Yendo más allá de lo que es
estrictamente el tiro, ha sido buena noticia verle seleccionar mejor sus
penetraciones y manejar más recursos a la hora de encarar el aro, llegando
incluso a ver como uno de sus más habituales movimientos ha sido bautizado como
el “catalán step”, siguiendo la pauta iniciada con el “euro step” de Manu
Ginobili. Ricky marcando tendencia en maneras de anotar. Ver para creer.
¿Qué nos dicen las estadísticas avanzadas? Su
impacto defensivo sigue siendo brutal. Finaliza con un valor de 101.3 en
deffensive rating (25º mejor de la liga, empatado con Pau Gasol, Amir Johnson y
Shaun Livingston) y su deffensive “win shares” es de 0.048, 19º mejor de la
temporada, superando a jugadores como Russell Westbrook, Klay Thompson,
Draymond Green, Paul George o Jimmy Butler. Hemos buscado su lugar en el PER,
que viene a ser algo así como lo más parecido a la valoración en la NBA, y
hallamos a Ricky en el puesto 132 de toda la liga, con un valor de 15.43. Es
una bajada considerable respecto a su puesto 90 la pasada temporada (con 16.87
de puntuación), pero aun así es una buena valoración, superior a la de
jugadores de la consideración de Serge Ibaka, Thaddeus Young, Andrew Wiggings,
Trevor Ariza, Carmelo Anthony o Isaiah Thomas, y supone la mejor cuarta marca
de su equipo tras Gobert, Favors y Mitchell. La conclusión después de todo esto
parece clara, la buena temporada de Ricky no viene motivada tanto por una
mejoría de sus números a nivel individual como por ser parte importante de uno
de los bloques más sólidos de toda la NBA pese a su ausencia (o quizás gracias
a eso) de grandes figuras.
Y es que más allá de los números, esa es la
sensación positiva que nos transmite el Ricky Rubio actual. En Minnesotta era
un buen segunda espada tras la estrella de turno (Love, Wiggings, Towns…), a la
que surtía de balones olvidándose de mirar aro. En Utah se ha encontrado un
equipo en el que nadie tiene, sobre el papel, más tiros por decreto que sus
compañeros (en todo caso Mitchell, rol que se ha ganado encarnando ese “jugón”
de toda la vida descarado y capaz de anotar canastas de todos los colores) La
subida de balón y dirección de juego la ha compartido precisamente con un
Donovan Mitchell que le ha descargado de amasar la bola, viendo así un Ricky Rubio
liberado para el tiro exterior, especialmente en las esquinas (recordando un
poco la versión que vimos de Jose Calderón en Dallas) La temporada de Mitchell
ha sido brutal, y ha sido el jugador incendiario necesario para sacar adelante,
pero, a pesar de sus limitaciones (nulo tiro exterior, ausencia de
pick&pop, exceso de continuaciones verticales, recepción de balón muy
mejorable), el francés Rudy Gobert (y así lo dice el PER) ha sido el auténtico
ancla del equipo, el jugador cuya presencia más se nota en pista, bien
complementado por un Derrick Favors muy mejorado en el tiro (el 56.3% en tiros
de campo es el tope en su carrera, y nunca lanzó tantos triples como los 63 de
este curso), y que decir de la campaña de Joe Ingles, haciendo el mejor curso
en puntos, rebotes y asistencias de su trayectoria NBA.
Rubio-Mitchell-Ingles-Favors-Gobert, un quinteto que
se conocen al dedillo los aficionados de Salt Lake City, reforzados por un Jae
Crowder cuya llegada a la ciudad mormona ha sido una bendición, haciendo
olvidar a todo un tirador de muñeca de seda como Rodney Hood. Royce O’Neale no
sólo ha confirmado el gran jugador que se anticipaba en Las Palmas de Gran
Canaria en su año ACB, sino que incluso ha superado las expectativas en torno a
su juego. Jonas Jerebko se ha reivindicado como un eficiente jugador de
banquillo una vez asumido su rol secundario. Estos serían los ocho jugadores
clave de Snyder. A partir de ahí poco más, salvo Epke Udoh, Raúl Neto, y por
supuesto el reaparecido Dante Exum, la perla australiana que de momento ha de
adaptarse a vivir a la sombra de un Ricky encajado perfectamente en el puzzle
de Snyder.
La apasionante última noche NBA, con la complicada
visita a Portland, deja a los Jazz quintos y destinados a enfrentarse a los
Oklahoma City de Westbrook, George y Anthony con factor cancha en contra. El
curso ya ha sido un éxito para los de Salt Lake City, queda ver si la química
de Snyder puede con las excelencias individuales de los Thunder.
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