lunes, 19 de septiembre de 2011

HEART OF GOLD

“Keep me searching for a heart of gold
You keep me searching for a heart of gold
And I'm getting old.
I've been a miner for a heart of gold” 

(Neil Young, “Heart of gold”)

¡Pura vida!


No cabe duda. Esta selección tiene un corazón de oro. Ese oro europeo que tanto se nos resistía, y que en tan solo dos años hemos sido capaz de ganar dos veces, de retener el cetro continental, y entrar, más si cabe, en la leyenda de las grandes selecciones míticas de la historia de este deporte. Para llorar de la emoción y que se le pongan a uno los pelos como mostachos de baloncestista soviético de principios de los 80. Una vez más volvemos a ser el centro, el orgullo, y la envidia del baloncesto mundial. No es sólo la victoria, es como se produce. Es una brillantez en el juego de equipo, un orden táctico cuidadoso y una disciplina y sacrificios en defensa y en trabajos más oscuros, pero igualmente necesarios. Una final que se gana con casi 100 puntos, que borra de un plumazo los malos recuerdos de aquellas finales de un baloncesto infumable que se ganaban con 60 puntos y con la filosofía de destruir más que crear. Esta selección es un regalo, ya no sólo para los aficionados españoles, si no para cualquiera que ame este deporte y disfrute con este juego, que cuando se interpreta con la afinación de este combinado nacional, es un plato para auténticos gourmets deportivos. 

Y por supuesto, y más allá de lo estrictamente deportivo (o dentro de ello, si consideramos, como debiera ser, el deporte como un campo para el desarrollo y crecimiento moral y vital del ser humano), vuelven a ponerse de manifiesto ciertas actitudes de este entorno de jugadores que nos demuestran una vez más su unidad como grupo humano, lo que comúnmente entendemos como “valores”. Unos principios como seña de identidad que hacen que nos podamos sentir más orgullosos de esta selección todavía, no sólo como campeones y buenos jugadores, si no además como buenos deportistas y estandartes de ese espíritu que implica que no vale ganar de cualquier manera, y que la victoria tampoco te otorga ningún privilegio especial para no regirte por un comportamiento honorable. Curioso tema este el de los valores, en un país que se congratula de vivir su época dorada en lo deportivo, gracias a una generación majestuosa de deportistas posiblemente ejemplarizados sobre todo en Pau Gasol y Rafa Nadal, que al margen de sus éxitos deportivos, que son notables, fuera de las pistas muestran una educación y respeto no demasiado habitual en los deportistas de elite. Curioso, como digo, que nos enorgullezcamos de este tipo de figuras patrias que más que como deportistas admiramos como personas, y que han llevado a este país a cotas de éxito jamás soñadas, pero luego seamos capaces de vivir en la esquizofrenia deportiva de defender otro tipo de personajes que hacen bandera de la ruindad, la mala educación, el exabrupto, la falta de respeto, y toda la antítesis que uno pueda imaginar de un Rafa Nadal. ¿Acaso alguien duda que a Nadal lo que le pedía el cuerpo realmente el pasado lunes tras la final del US Open no era cagarse alegremente en las muelas de Nole Djokovic?, sin embargo, como gran deportista que es, se tragó sapos y culebras, volvió a demostrar un ejercicio de profesionalidad, y lo primero que hizo fue felicitar al rival y mantener el tipo como un señor, demostrando que siempre hay que ser deportista y mantener un código de conducta en la victoria y en la derrota. Ensalzamos a este Nadal caballeroso en todo momento como modelo de conducta, pero luego no tenemos reparo en aplaudir las salidas de tono de cualquier otro personaje de modos macarras, simplemente porque lleve la camiseta de nuestro equipo, o se siente en un determinado banquillo de futbol. Incomprensible. 

Rafa Nadal, orgullo y ejemplo español, pero modelo que algunos no quieren para su club.


Pero volvamos al baloncesto, BA-LON-CES-TO, como remarcaba el gran Pepu tras el oro de Saitama, dorado climax de esta generación que se sigue prolongando como un orgasmo dulce y cálido que parece no tener fin, baloncesto que hay que poner en mayúsculas cuando se practica con la precisión y eficacia de este grupo plagado de talento y de humanidad. Humanidad puesta nuevamente de manifiesto con los detalles mostrados hacia Victor Claver y Felipe Reyes, para quienes ha sido un verano muy difícil por las perdidas de sus padres, de los progenitores que les vieron crecer y meter sus primeras canastas, mientras ellos crecían hacia la gloria deportiva que ahora disfrutan. El alero del Valencia perdía a su padre víctima de una larga enfermedad a finales de Mayo, mientras que el pundonoroso capitán madridista recibía el mazazo de la repentina e inesperada perdida del suyo con la concentración y preparación del equipo ya comenzadas. Ambos son dos grandísimos ejemplos para el grupo siendo dos jugadores cuyo rol no ha sido protagonista. Victor porque sigue sin gozar de la confianza y minutos de Scariolo y se mantiene como una bala en la recámara a la espera de que nuestro glorioso núcleo duro vaya bajando las prestaciones en veranos venideros por los lógicos ciclos de la vida, mientras que Felipe ha visto como su importancia en la selección ha sufrido el lógico bajón debido al grandísimo momento de Marc Gasol, su extraordinaria conjunción con su incuestionable hermano, y la llegada de un descomunal Ibaka. Ambos han entendido a la perfección su papel en la actual selección, ni una mala palabra, ni un mal gesto, se han sentido parte del grupo y el grupo les ha correspondido. La visión ayer de Felipe levantando el trofeo soltando una furibunda descarga de adrenalina, es la imagen de un guerrero que a pesar de todo lo conseguido sigue con hambre de victorias y de conquistas deportivas, que aunque no sea tan importante para el equipo en la pista, sigue sintiendo como suyo ese vestuario impecable que no sólo da oportunidad de engordar su palmarés a los jugadores, si no que les colma en lo espiritual como siempre sucede cuando uno tiene la ocasión de estar rodeado de buenos amigos y sentirse enriquecido por su presencia. En el caso del bravo ala-pivot cordobés, su buena prestación en los pocos minutos que ha jugado, esa relación minutos/productividad, confirma que mantiene intacto su deseo de ganar. 

El tópico dice que lo difícil no es llegar, si no mantenerse, y estoy de acuerdo. No es fácil mantener una tensión ganadora cuando ya lo tienes todo y has llegado a lo más alto. Volvemos a incidir en el mérito enorme de lo conseguido en este Europeo, si alguien tiene alguna duda, sólo tiene que repasar los últimos campeonatos y verá la imposibilidad de que haya habido selecciones que hayan sido capaces de mantener un ciclo ganador continuado. España se sigue manteniendo como la referencia baloncestística y modelo a imitar del siglo XXI. Dusan Ivkovic, que de esto sabe un poco, no ha tenido reparos en afirmar que este ha sido el Europeo más duro de la historia. Por otro lado el nivel de juego ha sido alto y la calidad ha estado muy presente, y a pesar de las reticencias que pudiera plantear el hecho de haber 24 selecciones en liza, y la presencia de tanto equipo, a priori, “menor”, la realidad es que prácticamente todos los equipos han competido muy dignamente, en un torneo que ha dejado mucha sangre por el camino y en el que los más fuertes, en lo deportivo, en lo psicológico, y en lo humano, han sobrevivido.   

Presidente y seleccionador, una colaboración que vuelve a dar sus frutos.


Mañana espero hacer un pequeño análisis individualizado y estadístico de los doce héroes de Lituania. Por lo demás, ha sido un placer poder asomarme estos días a este blog a comentar algunas de las cosas que más interesantes y reseñables me iban pareciendo de un Eurobasket que creo que debiera ser inolvidable para todos los aficionados.    



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