lunes, 30 de enero de 2012

REDEFINIR UNA POSICIÓN

Quizás hoy no sea el mejor día para escribir, una vez más por estos lares, sobre Ricky Rubio. Ciertamente su partido de anoche contra los Lakers fue una de sus actuaciones más grises de la temporada, mostrándose errático en el tiro y poco resolutivo en defensa. Aún así volvió a dejar unas cuantas acciones de esas que se quedan en la retina del aficionado, y los mejores minutos de juego T-wolf vinieron de sus manos a finales del tercer cuarto y comienzos del último, donde los Minnesota, espectacularmente dirigidos por Ricky, lograron remontar nada menos que 17 puntos de diferencia ante el equipo de Mike Brown. No obstante fue remar para morir en la orilla y el equipo de Minneapolis volvió a evidenciar enormes carencias en prácticamente todas sus líneas, lo cual no hace si no dar mayor mérito al hecho de que este equipo lleve ya 9 victorias en su casillero en los primeros 20 partidos disputados.     

Como un Beatle conquistando América...


No fue ayer como decimos una buena noche para Ricky, pero no obstante hay que estar a las duras y a las maduras, y cumpliendo nuestro joven base internacional sus primeros 20 partidos en la mejor liga del mundo teníamos claro que hoy era un buen día para seguir repasando su brillante e impactante temporada, continuando nuestra actualización que conmemoraba sus diez primeros partidos en la NBA. 

Pese al mal sabor de boca dejado por su último partido, lo cierto es que en la decena de partidos consecutiva a nuestra anterior entrada dedicada al mago de El Masnou, las exhibiciones y buenas actuaciones han sido norma por encima de los malos partidos.   

Para empezar dejábamos a Ricky con un balance en su franquicia de 3-7 en cuanto a victorias-derrotas en sus diez primeros partidos. No obstante con muy buenas sensaciones y partidos competidos frente a equipos muy superiores a los Wolves, cuando no favoritos claro al título esta temporada (casos de Miami u Oklahoma), sin embargo esta decena de encuentros que analizamos en esta entrada se salda con un balance favorable de 6-4. Algo realmente espectacular si hablamos de una franquicia que, recordemos una vez más, en las dos últimas temporadas ganaba tres de cada diez partidos. Luego hay motivos para sonreír en el club de Minneapolis. Decena de partidos en los que Ricky ha aumentado considerablemente (y peligrosamente diría yo, ya que tanta minutada empieza a pasar factura en las piernas) su tiempo en la pista, se ha asentado como titular,  y ha visto como su rol y liderazgo se han afianzado, y ya nadie duda de que es directamente el segundo jugador más importante del equipo tras, como no, Kevin Love.   



Estos diez partidos se iniciaban precisamente con el encuentro que nos sirve para titular la entrada de hoy como desvelaremos más adelante, gracias a Monty Williams, head coach de la franquicia neorleana. Ricky contribuye decisivamente a la victoria con 12 puntos, 9 asistencias, 4 rebotes y 3 robos, rozando otro doble-doble de esos a los que nos tiene tan acostumbrados.   

Contra Atlanta llega a su tope anotador (que repetirá un par de semanas después contra San Antonio), llegando a los 18 puntos, acompañados de 12 asistencias, 4 rebotes y 5 robos, en una de sus mejores faenas, que sin embargo no sirvió para la victoria, pese al empeño del base español que en todo momento metió a su equipo en el partido, incluyendo esos cinco puntos en los instantes finales con un triple que empataba el marcador. Una vez más la falta de experiencia y madurez condenó a los Wolves a otra derrota pese a dejar una buenísima imagen en una cancha a priori inasequible para ellos como la de los Atlanta Hawks.

A partir de ahí tres victorias seguidas de Minnesota frente a Sacramento, Detroit, y sobre todo, y muy meritoriamente, tomando el Staples Center de Los Angeles frente a los esta temporada poderosos Clippers, con otro triple final para empatar el marcador, y el celebrado buzzer-beater de Love en la jugada final. Ricky, sin maravillar en números, dejó sensaciones de liderazgo brutal, siendo decisivo en la defensa sobre Chauncey Billups en los instantes finales, e incluso atacando a un Mo Williams que estaba siendo el mejor del partido, y provocando su expulsión. Pese a no dejar una tarjeta estadística tan brillante como en otros encuentros, lo cierto es que esa jornada en el Staples fortaleció enormemente la figura de Ricky como jugador jerárquico y con capacidad para dominar partidos en ambos lados de la pista. No es habitual ver a un rookie ser capaz de provocar faltas en ataque a auténticos veteranos de la NBA como los citados Billups o Williams. Fue un magnífico golpe de autoridad, de esos que no suelen reflejarse en las estadísticas, pero otorgan a un jugador rango y graduación sobre el parquet. Esa noche Ricky se ganó ese título que sólo ostentan los más grandes directores del juego, el de “floor general”.  

Ricky dominando la situación ante Billups. El partido del Staples, sin ser su mejor actuación en números, si lo fue  en sensación de autoridad.


Tras tomar el Staples la pandilla de Ricky cayó en la siempre complicada cancha de Salt Lake City, a pesar del estupendo trabajo de Rubio (17 puntos, 11 asistencias, 3 rebotes, 4 robos) y posteriormente en casa ante los sorprendentes Rockets de Kevin McHale, para retomar la senda del triunfo ante dos rivales muy complicados pero a los que parecen haberles tomado la medida esta temporada, ya que les han vencido las dos veces que se han visto las caras. Dallas Mavericks, los actuales campeones que además celebraban la “fiesta del anillo” ante su afición y cayeron estrepitosamente ante unos Minnesota liderados por un Ricky que realizó una brutal exhibición de exhuberancia física. Con Luke Ridnour ausente por lesión, además de la ya habitual de JJ Barea, nuestro protagonista se mantuvo en pista nada menos que 46:27 minutos de juego, o dicho de otro modo, apenas encontró un mínimo descanso de minuto y medio en todo el partido. Una brutalidad que no le impidió rendir en todo momento y acabar con 17 puntos, 12 asistencias, 7 rebotes y 4 robos, a la puerta de su primer triple-doble, que visto lo visto no parece tan descabellado pensar que pueda llegar en su temporada de novato. Ricky aún se guardó fuerzas tras tamaña paliza para tan solo 48 horas después ajusticiar a los Spurs con su octavo doble-doble de la temporada. 18 puntos y 10 asistencias frente a un Tony Parker quien es ya un viejo conocido (otra de esas cosas que no dejan de asombrarnos de Ricky, que estemos hablando de un chaval de 21 años, y duelos como los que mantiene contra Parker nos parezcan ya clásicos del baloncesto moderno)   

Tony y Ricky, viejos enemigos.


Anoche, como ya hemos comentado, un Ricky agotado y extenuado ofreció su peor cara frente ante estos nuevos y defensivos Lakers de Mike Brown (afortunadamente para el aficionado español en cambio pudimos disfrutar de la mejor versión de Pau Gasol, ofreciendo una exhibición de recursos ofensivos de puro “power-forward” tanto al poste como a la media distancia, y con una serie de asistencias a Andrew Bynum en el decisivo tramo final que vuelven a confirmar que Pau es el hombre alto con mayor entendimiento del juego y mejor visión de toda la liga), y es que mucho nos tememos que las piernas de Ricky de un momento a otro tendrán que empezar a pagar la tremenda exigencia física a la que se está viendo sometido. No obstante sus primeros 20 partidos NBA le confirman, no sólo como uno de los mejores rookies de esta temporada, cosa que no admite discusión, si no directamente ya como uno de los mejores bases de toda la liga, esto es, del mundo.  

Pau se la jugó anoche a su amigo.
  

Los números de Ricky en estos momentos le colocan como el tercer mejor asistente de toda la liga, sólo superado por Steve Nash y Rajon Rondo. Tercero también figura en robos de balón por partido, donde sólo le miran por encima Mike Conley y Chris Paul. El base español es por lo tanto Top-3 en dos de las categorías más definitorias del trabajo de un base. No cabe ninguna duda, Ricky ya es uno de los bases “pata negra” de la NBA, una liga que se confirma como el habitat natural para su juego que, vuelvo a repetir, es la perfecta conjunción entre la ortodoxia y la heterodoxia. Es el chaval que sigue jugando para divertirse como si estuviese en el play-ground de su barrio, pero es a la vez el veterano de 21 años que es capaz ya de dominar partidos ante bases que llevan 15 años de carrera NBA a sus espaldas, y que sólo juega con la obsesión de la victoria entre ceja y ceja. Su cita con Kobe Bryant para los JJOO de Londres es un ejemplo. 

Como escribí hace unos párrafos, el título de la actualización de hoy se la debemos a Monty Williams, el joven entrenador jefe de los New Orleáns Hornets, cuando tras sufrir en sus carnes el juego de Ricky afirmó que el catalán era un jugador tan especial que incluso podría redefinir la posición de base. Pocos elogios más estratosféricos se me ocurren para un jugador de baloncesto que el ser considerada su carrera como la que marque un antes y un después en su posición. Nosotros no vamos a llegar tan lejos, ya que en más de 100 años de historia de este deporte es muy difícil pensar que realmente haya nuevos “especimenes” capaces de hacer cosas que no se han hecho antes. Es cierto que el evolucionismo salvaje de este deporte no se ha detenido jamás y a nadie sorprende ya la posibilidad de la existencia de hombres que con apenas 1,70 de estatura puedan machacar la canasta, o de gigantes de 2,20 que driblen como un auténtico base. El baloncesto parece no poner límite alguno a todas las fantasías y proezas inimaginables. Pero desde luego hay mucho en las palabras de Williams para mover a la reflexión sobre el tipo de jugador que representa Ricky en el baloncesto NBA. Ese baloncesto NBA en el que cada año aparece un Kyrie Irving, pero créanme… sólo hay un Ricky Rubio. 

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