Dellavedova, el currante. |
“Solo no puedes, con amigos sí”, nos decían a los
felices niños de los 80 desde aquel maravilloso e innovador espacio televisivo
llamado La Bola de Cristal. Trasladado al deporte de equipo de alta competición
vendría a decir que un hombre solo, aun siendo el mejor jugador del mundo, no
puede abrazar el éxito si no reciba ayuda.
Si nos paramos a pensar en los últimos grandes
dominadores de la NBA, los jugadores a los que más veces hemos visto ganar el
anillo en los últimos 25 años, los cuales vendrían a ser Michael Jordan, Kobe
Bryant y Tim Duncan, vemos que a su lado tenían excepcionales compañeros,
saliendo a relucir nombres como los de Horace Grant, Scottie Pippen, Toni
Kukoc, Dennis Rodman, Shaquille O’Neal, Derek Fisher, Glen Rice, Lamar Odom,
Pau Gasol, David Robinson, Tony Parker, Manu Ginobili o Kawhi Leonard. No es una
mala nómina. Ahora compárenlo con lo que tiene alrededor LeBron James
actualmente para intentar ganar el anillo y comprenderán hasta qué punto haber
arañado una victoria del Oracle Arena para empatar las series finales debe ser
considerado una hazaña.
Las circunstancias obligan a ver el mejor LeBron
James si Cleveland quiere tener opciones. La duda es cuanto le aguantará el
cuerpo. El de Akron ha permanecido en pista 48 minutos por partido en los
encuentros de Oakland. Una salvajada. Como lo son sus números: 41.5 puntos, 12
rebotes y 8.5 asistencias. De play station. Claro que la excesiva dependencia
en un solo jugador y el exceso de minutaje lleva por otro lado a verle con los
peores porcentajes de tiros de campo en play offs en sus últimas siete
temporadas (42,4 %) y los peores porcentajes en triples de su vida en
post-temporada (20,7%) Todo pasa por LeBron. De una manera tan evidente que a
nadie puede sorprender que haya buscado los dos tiros ganadores antes de la
prórroga, fallando ambos y echando por tierra una fama de “clutch player” que
le ha hecho equipararse a Michael Jordan al haber alcanzado en la eliminatoria
contra los Bulls de Chicago las tres canastas ganadoras que “Air” dejó a lo
largo de su carrera en play offs. Claro que a LeBron le sigue faltando hacerlo
en una final. Si en el primer partido su tiro lejano frente a Igoudala no
parecía la mejor opción (aunque con un tiro similar finiquitó un encuentro ante
el mismo rival la pasada temporada jugando en Miami), la penetración de anoche
sí parecía una buena decisión y una canasta fácil (fácil para él, claro),
dejando un lanzamiento a tablero que en condiciones de mayor frescura es muy
posible que hubiera acabado dentro. LeBron no puede llegar a un final de
partido con las mismas garantías habiendo descansado dos minutos que diez.
Lebronismos al margen, si hablábamos de compañeros
con los que subir la montaña del anillo para los Cleveland Cavaliers, una
figura sobresalió de entre el pelotón de secundarios (que sin Love y sin Irving
son todos los demás) para erigirse como inesperado héroe del partido, un
auténtico “patito feo” de la NBA con el que nadie contaba pero cuya aportación
ha de ser a todas luces fundamental si los de Ohio quieren contar con alguna
opción. El base australiano Matthew Dellavedova, errático los apenas nueve
minutos que dispuso en el primer partido y motivo de chanzas entre los
aficionados al protagonizar la curiosa anécdota de quedarse en el pabellón
californiano mientras sus compañeros montaban en el autobús sin reparar en su
ausencia, teniendo que cogerse un taxi para llegar al aeropuerto. No hay una
anécdota que pueda reflejar mejor lo que significa ser un “cero a la izquierda”
dentro de un grupo. Nadie lamenta tu ausencia.
Dellavedova ni siquiera es una de las grandes
estrellas de su selección, donde los focos se los lleva el eléctrico base
Patrick Mills, suplente de Tony Parker en San Antonio y campeón NBA la pasada
temporada, o la incipiente promesa Dante Exum, jugador de primer año de los
Utah Jazz. Jugador nada mediático, su paso por el poco valorado college Saint
Mary, de Moraga, hizo que ninguna franquicia NBA se fijase en él. Ni siquiera
fue drafteado, y tuvo que ganarse un puesto en la mejor liga de baloncesto del
mundo en la liga de verano de Las Vegas, donde convenció al cuerpo técnico de
los Cleveland Cavaliers como posible jugador de la rotación más residual.
Pero el patito feo se puede transformar en cisne, al
menos por una noche. De los 9 minutos del primer partido, el australiano pasó a
42 en el segundo, ocupando la titularidad de Kyrie Irving, que no la dirección
del juego, la cual, como no, estuvo en manos de un LeBron más multiplicado que
nunca. De hecho Dellavedova repartió una sola asistencia en sus 42 minutos en
cancha. Habría que tirar de hemeroteca, pero quizás sea la peor cifra para un
base titular en un partido de unas series finales. Y sin embargo fue tan
decisivo o más que el propio LeBron James. Su actitud defensiva sobre Stephen
Curry (5 de 23 en tiros de campo, 2 de 15 en triples, 6 pérdidas de balón) le
han valido todo tipo de merecidos elogios, y su garra alcanzó su máxima
expresión en la lucha por un rebote ofensivo en el momento decisivo del
partido. Con once segundos por disputar y los Cavaliers uno abajo, un James
Jones esta vez sí bien aprovechado por David Blatt (8 puntos en 23 minutos)
fallaba un lanzamiento triple, y ahí estaba el base australiano para ir a por
el rebote con todo su alma, recibiendo en la lucha la falta de Harrison Barnes,
y anotando los dos tiros libres definitivos, y convirtiéndose en héroe por un
día.
Todas las finales de la NBA tienen sus pequeñas
intrahistorias, y esta es una de ellas, la de un jugador al que sus compañeros
abandonan en el pabellón del equipo rival, y a las tres noches lo sacan a
hombros del mismo escenario.
La otra cara de la moneda es un MVP de temporada
regular aclamado como el mejor tirador de todos los tiempos por leyendas en
vida como Steve Nash haciendo el peor partido de su vida, lo cual nos puede
dejar varias lecturas, ya que cabe preguntarse si Dellavedova puede ser un
antídoto eficaz contra la genialidad de Curry o al contrario, la venganza que
pueda estar rumiando el segundo mejor jugador de la historia de Akron haga que
una vez trasladadas las series a Ohio (su tierra, al fin y al cabo), veamos la
mejor versión del base Warrior. Hay que recordar como Memphis hizo morder el
polvo por dos veces consecutivas al equipo de la bahía (el único equipo que lo
ha conseguido en play offs), con defensores mucho más cualificados que Dellavedova
como Mike Conley o Tony Allen, pareciendo el equipo de Marc Gasol, con la mejor
defensa del Oeste, la única escuadra capaz realmente de vencer a los Warriors.
No volvieron a ganarles un partido después de ponerse 2-1, y Stephen Curry les
metió 33 puntos en el cuarto partido de la serie y 32 en el sexto (volvió a
flojear en el quinto, pero con su equipo ganando de 20 puntos) Veremos si tras
el palo de anoche vuelve a explotar. Lo esperamos, por el bien de unas finales
que de momento no están dejando demasiado buen juego a excepción de la
demostración de raza de LeBron, pero también deseamos que sigan siendo unas
series competidas y que se vayan a siete partidos, para disfrute de los
espectadores imparciales, lo cual implica que sigamos viendo protagonismo en
defensa como el visto en Dellavedova, ya que a intercambio de golpes parece
claramente superior Golden State.
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