El muro |
“El miedo es libre”, una frase recurrente con la que
excusamos a quienes en un puro reflejo humano tratan de esquivar en la medida
de lo posible cualquier desgracia o catástrofe. Europa vive días de miedo, en
realidad los lleva viviendo durante todo un siglo XXI en el que el terrorismo
yihadista ha alcanzado cotas de barbarie y sanguinolencia cada vez más
cruentas, financiado por estados con los que precisamente Occidente no deja de
hacer suculentos negocios, y alimentado de un odio cada vez más irracional y
que se expande en varias direcciones.
En base a ese miedo Shawn James, el fichaje estrella
del Bilbao Basket para esta temporada, ha solicitado a su club no viajar a Paris,
donde el club bilbaíno debe disputar su encuentro de Eurocup ante el Nanterre.
Solicitud que ha sido atendida, comprendida y aceptada por los dirigentes
vascos, dejando de este modo a Sito Alonso sin uno de sus grandes baluartes.
Pero el miedo de James encierra una historia detrás
que creemos merece ser contada y que esperamos sirva de reflexión para quienes
ante la barbarie piden más barbarie, y frente al fanatismo reaccionan
convirtiéndose igualmente en fanáticos. Ciertamente han sido días muy emotivos
tras la espeluznante (como bien la definió un conmovido Juan de Pablos anoche
en su imprescindible espacio musical “Flor de Pasión”) noche del pasado
viernes. Es imposible no haberse sentido impactado por el trágico suceso
parisiense y el mundo del deporte no ha sido ajeno, marcando sin ir más lejos
la última jornada de la Liga Endesa con un respetuoso minuto de silencio en
todas las canchas donde hubo competición. Sin apartarnos del deporte de
baloncesto, que tanto amamos y veneramos y vemos como un auténtico instrumento
de fraternidad entre los seres humanos, encontramos en la historia de Shawn
James, como decimos, un buen ejercicio para la reflexión.
Era mediados de Septiembre de 2006, cuando el joven
Shawn James apuntaba como uno de los mejores interiores para el futuro del
baloncesto profesional estadounidense, destacando sobre todo por su capacidad
intimidatoria. En sus dos temporadas en la Universidad de Northeastern había
deslumbrado con unas medias de 10.28 puntos, 7.56 rebotes y 5.44 tapones el
primer curso, para subirlas a 12.37 puntos, 7.9 rebotes y, ojo a esta
barbaridad, 6.33 tapones por partido la siguiente temporada. Un animal. Era la
gran figura de su equipo junto al jugador de Dallas Mavericks J.J.Barea. A
cargo del banquillo se encontraba el técnico Ron Everhart, quien al finalizar
aquella segunda campaña de James en Northeastern (2005-06), cambiaba de aires
para dirigir a los Duquesne Dukes, igualmente en liga universitaria. No tardó
en convencer a su mejor hombre, Shawn James, para acompañarle en la nueva aventura.
De modo que James iba a comenzar su temporada en Pittsburgh, en cuyo centro se
encuentra Duquesne. En el campus de la Universidad de Pittsburgh, el 17 de
Septiembre de 2006, se vivió otro de esos episodios por desgracia tan
frecuentes en la sociedad estadounidense y que tanto debate y controversia
genera sobre la libre circulación y posesión de armas de fuego. Dos jóvenes de
18 años identificados como William B. Holmes II y Derek Lee, ayudados por un
tercer estudiante llamado Brittany Jones, tirotearon a cinco jugadores de
baloncesto durante un baile organizado por la Black Student Union. Shawn James
estaba entre ellos.
James recibió un disparo en un pie, se pasó aquel
curso sin jugar (aparte de por el disparo en el pie, hubiera sido obligado
igualmente al cambiar de universidad en medio de su carrera), y denunció al “collegue”
de no cumplir las suficientes medidas de seguridad. Su carrera se vio truncada
y de contar en todas las quinielas como primera ronda del draft de 2008 pasó a
no ser drafteado, y cómo muchos otros jugadores salidos de la NCAA obligado a
buscarse la vida en el baloncesto internacional. Hubo quien corrió peor suerte.
Sam Ashalou, primo del mítico pívot nigeriano Hakeem Olajuwon (por cierto,
musulmán, como tantos otros grandes jugadores de la NBA, con el legendario
Kareem Abdul-Jabbar a la cabeza, pacifista convencido… tengan cuidado por tanto
con las generalizaciones), recibió un disparo en la cabeza, salvando su vida
milagrosamente pero quedando gravemente herido y teniendo que recuperar el
habla después de someterse a la pertinente terapia. Que yo sepa, no volvió a
jugar al baloncesto. El colombiano Stuart Baldonado fue herido en la espalda y
el codo. Había llegado a ser All American antes de ser tiroteado. Tampoco he
encontrado actividad baloncestística posterior, pese a que en los primeros años
de este siglo era uno de los jóvenes más prometedores del baloncesto suramericano.
El ghanes Kojo Mensah sufrió heridas de bala en brazo y hombro. Actualmente le
situamos en la liga venezolana. El quinto jugador involucrado en esta historia,
al igual que Shawn James, si ha tenido una buena carrera posterior y es bien
conocido por los aficionados. La bala que alcanzó su muñeca izquierda no le
impidió seguir siendo un jugador con excelente mano para anotar y dirigir. Se
trata de Aaron Jackson, ex –jugador de, precisamente el Bilbao Basket, y
actualmente en las filas del poderoso CSKA Moscú.
Esta es la historia que hay detrás del miedo de
Shawn James, un jugador aún traumatizado por un trágico suceso que pudo
costarle la vida y que desde luego le impidió llegar a donde su potencial
apuntaba. Recordemos su abrumadora media taponadora en NCAA, con esa asombrosa
cima de 6.33 gorros por partido. Lo normal sería verlo como uno de esos
jugadores determinantes desde la defensa en la mejor liga del mundo como lo son
actualmente Serge Ibaka o DeAndre Jordan. James sabe mejor que nadie la
sinrazón que envuelve a todo lo relacionado con las armas, las guerras, o la
violencia, y como cuando esos fanatismos se cruzan en tu camino pueden
cambiarte la vida para siempre.
No queremos entrar en debates ideológicos, o más
bien filosóficos, sobre cómo debe actuar la humanidad ante este conflicto. No
tenemos la solución, pero les aseguro que el ser humano que hay detrás de estas
palabras que están leyendo lleva un largo tiempo, no sólo desde el viernes,
reflexionando sobre esta situación actual y porque hemos llegado a esto. Tampoco
queremos mirar hacia otro lado y narcotizarnos con nuestras aficiones,
sobremanera el baloncesto. Simplemente seguimos creyendo en la vida y en el
deporte, escenario que en ocasiones sirve de hermanamiento entre los hombres y
en todos los valores positivos que conlleva. Creemos en la paz y en la no
violencia, y en no responder al fuego con más fuego.
Sólo así creemos que no habrá más viernes negros en
Europa ni más jóvenes tiroteados en campus universitarios, entre otras muchísimas
tragedias que día sí y día también salpican nuestros telediarios.
Jackson, James y Ashalou, supervivientes de una tragedia. |
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