El cocinero antes que fraile. |
Si hay un hombre en el baloncesto español que se
pueda considerar a si mismo dominador individual de la Copa del Rey en la
actual década, no puede ser otro que Pablo Laso. Los datos son abrumadores.
Desde que es primer entrenador del club blanco ha disputado cinco ediciones,
ganando cuatro de ellas. Ha dirigido trece partidos, saliendo victorioso de
nada menos que doce. Sólo dobló la rodilla en un partido histórico frente a un
Barcelona que llegaba envuelto en piel de cordero (séptima posición en la
primera vuelta), y después de dos prórrogas. Todo lo demás ha contado con el
desenlace de victorias blancas en partidos a vida o muerte. Inmenso. Pero en
ninguna de las ediciones anteriores llegaba con la historia en contra como en
este 2017. Un nuevo triunfo de Laso en la Copa escribiría un episodio jamás
visto en nuestro baloncesto.
Empecemos por el dato más concluyente. Nadie ha
ganado cuatro copas consecutivas en la era ACB del basket español. La lógica
del baloncesto doméstico más fuerte y competitivo de Europa. Escuchaba esta
misma mañana a alguien bastante docto en fútbol asegurar tras la debacle
barcelonista anoche en Paris en Champions League que lo anómalo era haber
llegado a nueve semifinales seguidas, ya que lo normal en el deporte de alta
competición es que la rivalidad sea plural y competida, de ahí lo extraño de
estar nueve años seguidos entre los cuatro finalistas de un torneo como aquel. De
hecho ningún equipo había sido capaz de ganar tres copas seguidas desde 1983,
año en el que la ACB releva a la FEB como organizadora de esta competición.
Otro dato en contra para Laso es el que se observa tras llegar después de una
derrota, y es que en los últimos 20 años sólo tres equipos (Barcelona en dos
ocasiones, 2001 y 2007, y TAU en 2009) han sido capaces de levantar la Copa
después de haber perdido la jornada previa liguera.
Ya de un modo más subjetivo, hay que hablar de
favoritismos, y el Real Madrid actual llega a este torneo como el más señalado
por técnicos y analistas para llevarse el trofeo, una predicción que suele
saltar por los aires una vez comenzada la Copa. De hecho el particular idilio
como entrenador de Laso con este torneo (con el que ya había vivido una
apasionada historia de amor como jugador, siendo MVP de la edición de 1995
vistiendo la camiseta del actual Baskonia) nace en Barcelona en Febrero de
2012, derrotando contra pronóstico al Barcelona en el Palau Sant Jordi en un
partido de videoteca. Comenzaba la leyenda, y lo hacía con prácticamente el
mismo núcleo de jugadores que había tenido Messina la anterior temporada (sólo
Jaycee Carroll, quien ya comenzaba a mostrarse decisivo en el nuevo estilo
impuesto por Laso, llegado como recambio exterior tras la salida de Clay
Tucker, puede considerarse un movimiento relevante en el equipo, ya que Rudy
apenas disputó unos meses de blanco para volver a la NBA en cuanto finalizó el
cierre patronal) Nadie hubiera apostado por aquel Real Madrid que venía de naufragar
durante los últimos años. En 2015, el año que acabó resultando perfecto con la
consecución de todos los títulos en juego, había muchas dudas alrededor de un
equipo blanco que no acababa de carburar en invierno, era segundo en la tabla,
y venía de la decepción de 2014, único año en el que llegaba a la cita copera
como gran favorito (inmaculado 18-0 en ACB con el que se presentaba en Málaga)
y acabó levantando el título con la histórica canasta final de Sergio Llull.
Incluso en 2016 los analistas más serios y concienzudos admitían que el estado
del Baskonia era temible y le convertía en favorito (hasta que en su camino se
cruzó, de nuevo, Sergio Llull, con ocho puntos en el minuto final para reventar
unas semifinales igualmente ya históricas dentro de nuestro baloncesto) Este
año su condición de líder ACB y sobre todo líder de la Euroliga más dura de la
historia (con exhibiciones de juego como la realizada en el Palacio ante CSKA
Moscú o en el Buesa Arena de Vitoria, precisamente escenario de esta Copa) hace
que todos los focos se posen sobre el roster madridista. ¿Podrán contra la
historia?
Aquel Febrero de 2012 |
Su partido de cuartos de final ante el MoraBanc
Andorra no parece otorgar muchas dudas. Es la eliminatoria más desigual, con el
equipo de Peñarroya (ganador de Copa en el 96 como jugador del Manresa) en su
peor momento de la temporada tras una primera vuelta magnífica. Primero contra
octavo. Sería la mayor sorpresa copera que yo particularmente pueda acertar a
recordar. Las semifinales, en caso de llegar, ya serían otra cosa, apuntando
posiblemente a un Baskonia que también ha de luchar contra su particular
maldición, la del anfitrión en este caso, y es que en la era ACB sólo dos
equipos han sido capaces de levantar la Copa ante su público, siendo el último
precisamente el club vasco en un 2002 que ya aparece lejano en el recuerdo
(anteriormente lo conseguiría Cai Zaragoza en 1987) Pero la afición vitoriana
no piensa en tales gafes y se encomienda al espectacular estado de forma de un
exultante Adam Hanga y de todas sus estrellas a los que quieren llevar en
volandas a la reedición de viejos laureles. Claro que el Iberostar Tenerife,
sorprendente segundo clasificado ACB y que espera recuperar a uno de sus buques
insignia, Nico Richotti, también tiene mucho que decir al respecto, sobre todo
al llegar a Vitoria tan cargados de ilusión como desprovistos de presión. Ya saben lo que es ganar en esa cancha, lo hicieron en las primeras jornadas de liga, con un palmeo ganador de su santo y seña y desgraciadamente lesionado para todo el curso, Javier Beirán. En aquel partido ya vimos señales del que puede ser el gran duelo de este jueves, el de Shane Larkin contra Davin White, dos jugones de gatillo fácil.
Los “cuatro días de adrenalina”, como bautiza la ACB
a su torneo más emblemático y seguido en todo el mundo (nada menos a 141 países
llegará este año la señal televisiva de la competición), proseguirán el viernes
con el otro lado del cuadro, otro lado tan apasionante que merece entrada
propia.
White vs. Larkin, duelo a seguir. |
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