Ya están aquí las finales de la NBA. Las finales más
deseadas, la revancha de la pasada temporada, un nuevo “face to face” entre
LeBron James y Stephen Curry que a buen seguro está haciendo frotarse las manos
al comisionado Adam Silver. Y es que hablamos de dos jugadores que han obtenido
seis de los últimos ocho mvps de temporada regular de la competición (sólo Rose
y Durant han sido capaces de romper el dominio de estas dos bestias), sumando
cuatro LeBron por dos Curry. Son ganadores de tres de los últimos cuatro anillos
de campeón de la NBA. Es, por tanto, el duelo del momento.
Dos jugadores distintos, dos manera de entender el
baloncesto diferentes, pero una similitud innegable que emparenta a ambos y les
coloca en páginas similares de los libros de historia (además de ser tanto como
el cavalier como el warrior ilustres paisanos de la ciudad de Akron, en el estado
de Ohio) Y es que hablamos de dos jugadores que ya pueden ser considerados
entre los mejores de todos los tiempos, pese a que aún, por fortuna para todos,
les queda carrera por delante (LeBron está en 31 años, posiblemente la mejor
edad para este deporte, y a un nivel que puede ser capaz de llevar fácilmente
hasta los 35 o 36… Curry, con 28, y por increíble que parezca, aún no ha tocado
techo) King James sigue representando el baloncesto total, la polivalencia
hecha jugador. Sus 6.8 asistencias por partido le sitúan como el noveno baloncestista
que más canastas ha regalado a sus compañeros. Es decir, reparte más
asistencias que la mayoría de bases titulares de la NBA (incluyendo a Curry,
con 6.7) Ha sido el quinto máximo anotador de la temporada con 25.3 puntos por
partido, y sus 7.4 rebotes por partido le sitúan como el quinto alero que más
rebotes ha capturado esta campaña, por detrás de Thaddeus Young, Durant,
Anthony y Antetokounmpo. Sigue siendo determinante a ambos lados de la cancha, como
demuestran sus 1.4 robos y 0.6 robos por partido. Como todos los grandes,
números que no sólo ha mantenido si no que ha mejorado cuando llegan los
momentos decisivos, los play offs, sólo bajando ligeramente en anotación (24.6
puntos) pero incrementando sus prestaciones en el resto de facetas del juego
(8.6 rebotes, 7 asistencias, 2.2 robos y 0.8 tapones) Los números de James
siguen siendo descomunales y asombrosos y servirían para ser MVP de la
temporada en un porcentaje altísimo de cursos NBA… pero no en uno que consagra
definitivamente a Stephen Curry como el jugador más letal del momento.
Y es que el “pequeño” jugador de Golden State ha
roto todas las barreras imaginables (y repetimos, por edad aún tiene margen de
mejora) en cuanto a capacidad anotadora y recursos ofensivos. Su increíble
manejo de balón, su facilidad para armar el brazo, y sobre todo la excelencia
de su tiro se han traducido en 30.1 puntos por partido (máximo de su carrera)
para liderar la tabla de anotadores NBA, pero la auténtica barbaridad ha estado
en sus porcentajes de tiro. Un 90.8% en tiros libres, 56.6% en tiros de dos, y
un brutal 45.4% en triples, lanzando 11.2 triples por partido. En total un
50.4% en tiros de campo. Absolutamente asombroso para un base o para cualquier
jugador acostumbrado a jugar lejos del aro. Un tipo que convierte prácticamente
uno de cada dos triples intentados. Con esta premisa se entiende mejor que haya
liderado a una franquicia histórica cuyo 73-9 de temporada regular ya es el
mejor balance de todos los tiempos. También es el año que más ha reboteado (5.4
rechaces por partido), y sobre su mejora defensiva de la que tanto se ha
hablado baste decir que sus 2.14 robos por partido (otro máximo en su carrera) le
han valido para ser el mejor recuperador de la temporada en dura pugna con
especialistas en esta estadística como Chris Paul o Ricky Rubio. Si James
representa el baloncesto total, el jugador con mayor capacidad para jugar en
cualquier posición en la cancha, Curry es la letalidad pura, lo más cerca de la
perfección ofensiva, el jugador indefendible hasta unos niveles que ya muchos
lo consideran el mejor tirador de todos los tiempos.
El duelo tiene el morbo de recordar las finales
pasadas, en las que un LeBron solitario, auténtico “army of one”, se empeñaba
en discutir el reinado de los Warriors sin apenas otras ayudas que las del “limpiatableros”
Tristan Thompson o el voluntarioso Dellavedova. Hay ganas de ver al Rey con
Irving y Love sanos. No obstante Golden State sigue presentando una plantilla
sustancialmente superior, con una mayor y mejor profundidad de banquillo. Además
Curry cuenta con su LeBron particular (salvando las distancias), un Draymond
Green capaz de ejercer como cerebro y director de juego del equipo, pese a ser
un power-forward. Lo cierto es que por las manos del jugador de Michigan pasa
tanto baloncesto como por las de Curry. Klay Thompson sigue haciendo honor a su
apellido, demostrando que más que venir de su padre Mychal, parece descender de
la dinastía de John Taliaferro Thompson, creador del célebre fúsil que lleva su
nombre (de 18.6 puntos por partido en temporada regular ha pasado a 26.2 en
play offs, con un tremendo 44.8% en triples), y por supuesto el MVP de las pasadas
finales, Andre Igoudala, da de nuevo un paso al frente para que Steve Kerr le
diese la titularidad en el decisivo séptimo partido ante los Thunder. ¿Lo
mantendrá de titular ante los Cavs? Por si algo les faltaba a estos Warriors,
han aprendido a sufrir, remontando un 3-1 en las finales del Oeste ante el
equipo de Durant y Westbrook, y demostrando que si hace falta también saben
pegarse y bajar al lodo, dejando escenas más propias de los Bad Boys de Detroit
que del tradicional juego descarado de los Locos de La Bahía en esas ya
históricas finales de conferencia ante Oklahoma City.
En definitiva nos espera una serie de saltar
chispas, con dos escuadras concebidas para ganar el anillo. Cleveland, buscando
romper una maldición que no sólo incumbe al baloncesto (la ciudad lleva más de
50 años sin ver a ninguno de sus equipos profesionales, ni de baloncesto, ni de
baseball, ni de fútbol americano, ganar un título nacional), y con la presión
de que para el trío Irving-LeBron-Love todo lo que no sea alcanzar el anillo
parece un fracaso debido a las expectativas creadas. Golden State por su parte,
aunque lo hecho ya quedará para siempre en los libros de historia, sabe que su
apoteósico 73-9 de liga regular, mejor balance de todos los tiempos, sería un
registro agridulce si no viene acompañado por el título final. Sólo nos queda,
a miles de kilómetros de distancia, disfrutar de una final que ojalá llegue a
siete partidos para nuestro máximo disfrute. Tenemos que sentirnos afortunados
de poder ver frente a frente a dos de los más grandes de todos los tiempos. No
perdamos esa perspectiva.
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