El esfuerzo en un fichaje que ya no hace tanta gracia. |
La expresión “Big Three” se utiliza muy a menudo en
la NBA para referirse a tríos estelares que conforman la columna vertebral de
un equipo. Boston tuvo el suyo para acometer la conquista de su último anillo
cuando a Paul Pierce se le unieron Kevin Garnett y Ray Allen. San Antonio ha
basado sus éxitos, hasta la irrupción de Kawhi Leonard, en el lustroso trío
formado por Duncan, Parker y Ginobili. Chris Bosh y LeBron James marcharon a
Miami donde Dwyane Wade les esperaba con los brazos abiertos para ganar dos
anillos, y finalmente con el regreso de LeBron a Cleveland, donde jugaba Kyrie
Irving, y la llegada de Kevin Love, se comenzó a hablar del nuevo gran Big
Three de la liga (sin ser conscientes de que en Oakland se estaba formando uno
más poderoso, y creado desde el draft: Curry, Thompson y Green)
Pero no hay Big Three más falso que el actual de los
Cavaliers, ya que como si se tratase de la famosa telecomedia protagonizada por
Charlie Sheen, más que un Big Three lo de Cleveland parece “dos hombres y medio”,
debido al nulo rendimiento de un Kevin Love quien sea cual sea el resultado de
estas finales va a quedar totalmente señalado como un jugador incapaz de aportar
a la hora de aspirar al título. Quizás estemos siendo demasiado crueles con un
jugador que nos fascinaba en Minnesotta y al que dedicamos una bonita entrada
hace unos años, pero es que hablamos de luchar por el anillo, esa línea que
separa a los buenos jugadores de los elegidos para la gloria. A los perdedores
de los ganadores. Si LeBron pensaba que su proyecto para aspirar a su tercer título
de campeón pasaba por Kevin Love, se había equivocado de pleno. En lugar de
eso, y con uno de los peores banquillos que se recuerdan en unas finales de la
NBA, los de Ohio se encomiendan a sus dos grandes figuras, Irving y James,
apoyados por un jugador con mucho menos nombre que Love pero mucho mayor rendimiento
e importancia como es Tristan Thompson (ayer de nuevo descomunal con 15
rebotes, 3 de ellos en ataque) Si pudiera hablarse de un Big Three en Cleveland
sería contando con Thompson, no con Love.
Lo cierto es que vimos el mejor partido de la serie,
con una primera parte para enmarcar plagada de aciertos ofensivos y buen
baloncesto. Un marcador igualado, pequeños parciales sin que ningún equipo se
despegase, y un extraordinario Klay Thompson poniendo sobre la mesa su
candidatura a MVP de las finales (26 puntos al descanso, acabó con 37) Claro
que LeBron James no le iba a la zaga y se iba a los vestuarios con 25. Irving,
más “discreto”, “sólo” había anotado 18. Una orgía anotadora representada en
ese empate a 61 (la anotación más alta en un partido de las finales desde 1987)
que dejaba las espadas en todo lo alto, por mucho que por el bando de Cleveland
sólo dos jugadores pareciesen blandirlas (al margen del mencionado Tristan
Thompson, limitado de cara al aro, pero hiperactivo en el trabajo reboteador)
El tercer cuarto sería de Kyrie Irving, desde la
primera acción en la que saca un 2+1 frente a Andrew Bogut, quien por otro lado
no tardaría en retirarse lesionado tras darse un tremendo costalazo al intentar
taponar una penetración de J.R.Smith. Sin Green y sin Bogut Kerr apostó por un
quinteto de “bajitos” con Harrison Barnes como falsísimo pívot. Fueron unos
minutos de desconcierto warrior con el extraño quinteto
Curry-Livingston-Thompson-Igoudala-Barnes que Irving y LeBron aprovecharon para
abrir brecha en el marcador y conseguir unas diferencias de 6 u 8 puntos, que
estiraron hasta los 9 definitivos con el que finalizó el tercer cuarto. En el
acto final no sólo mantuvieron las diferencias si no que fueron capaces de
aumentarlas ante el desacierto del rival y con la buena defensa visitante. Tan
sólo 13 puntos fueron capaces de anotar los de Kerr en los últimos 12 minutos.
Unos Golden State con la pólvora mojada. Anotaron 14 triples, cierto, pero
necesitaron 42 intentos para ello.
Cleveland se mantiene con vida y LeBron sobrevive al
efecto Igoudala. Esta vez la defensa de Iggy no fue suficiente y King James
deja otra exhibición para la historia (41 puntos, 16 rebotes, 7 asistencias, 3
robos y 3 tapones) junto a su colega Irving (41 puntos y 6 asistencias, con 5
de 7 en triples) Es la primera vez que dos jugadores del mismo equipo llegan a
los 40 puntos en un partido de las finales de la NBA. Una burrada que
ejemplifica la realidad y las limitaciones de estos Cleveland en los que sus
dos mejores jugadores siguen jugando por encima de los 40 minutos por partido.
No hablen de Big Three… son dos hombres y medio.
Well done, bro! |
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