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miércoles, 10 de abril de 2019

LEBRON FUERA DEL TABLERO




Por primera vez en los últimos 13 años vamos a asistir a unos play offs por el título sin la presencia de LeBron James. Es la tercera vez en su carrera que el astro de Akron se va de vacaciones antes de tiempo. Anteriormente sucedió en sus dos primeras temporadas en la mejor liga del mundo, y era del todo comprensible si tenemos en cuenta que no llegaba a los 20 años de edad y se había encomendado a la tarea de reflotar a una franquicia que llevaba cuatro temporadas consecutivas por debajo del 40% de victorias en temporada regular y había tocado fondo justo antes de la llegada del Rey con un balance de 17-65 (el tercer peor registro en la historia del club) A partir de ese momento 13 cursos consecutivos dominados por el jugador más completo de este siglo, campeón de conferencia en nueve ocasiones, ganador de tres anillos, y finalista de la NBA durante ocho ediciones consecutivas y ya máximo anotador histórico de post-temporada (alcanzó tal gesta en la edición de 2017) 13 años en los que le hemos visto compartir focos con los Duncan, Kobe, Nowitzki, Pierce, Irving, Leonard, Curry o Durant… pero el elemento común de esos 13 años ha sido el mismo: LeBron Raymone James Sr.  


Sobre la figura de LeBron ya hemos hablado largo y tendido en este blog (en aquellos felices tiempos en los que disfrutábamos de más tiempo para dedicar a este espacio), un deportista que ha acumulado alrededor suyo amor y odio a partes, no iguales, puesto que lo segundo se imponía con creces a lo primero. Nunca un jugador tan grande fue tan grandemente vilipendiado. No obstante todo pareció cambiar a partir de las increíbles finales de 2016. Los Cavaliers se imponían a los todopoderosos Golden State Warriors por 4-3 culminando por primera vez en la historia una remontada de 3-1. Aquella exhibición de fortaleza mental y física humanizó a LeBron ante los ojos del aficionado más incrédulo. Entre el coloso de Ohio y un enorme Kyrie Irving fueron capaces de neutralizar la impresionante maquinaria ofensiva de la bahía californiana. Fue el último anillo de King James y en cierta manera el comienzo, o la consolidación, de una nueva era, la de los Golden State Warriors como la mayor potencia baloncestística de la historia de la NBA. La respuesta desde Oakland fue un auténtico movimiento sísmico que todavía sacude los cimientos del baloncesto profesional estadounidense: Kevin Durant llegaba a la bahía por algo más de 54 millones de dólares repartidos en un contrato de dos años. Dos años saldados con dos títulos inapelables para Golden State (4-1 y 4-0 en ambas finales) con “Durantula” como MVP de las finales. Tras el pasado verano el alero de Washington DC ejecutaba su “player option” para seguir un curso más al lado de los Curry, Thompson y compañía por otros 26.2 millones de dólares. Por si fuera poco a la bahía ponía rumbo uno de los mejores “cincos” de los últimos tiempos (por no decir el mejor), un DeMarcus Cousins decidido a estrenar los dedos de su mano con el anillo de campeón enrolando en una franquicia que es una apuesta segura por el título. Golden State se convertía así a comienzos de esta temporada en la mayor constelación de estrellas jamás conocida en el universo NBA.  


Mientras tanto el nerviosismo se ha ido apoderando de un James cuya impaciencia por recuperar el trono perdido le ha llevado a la situación actual. La mala relación entre las dos figuras de Cleveland dio con Irving camino de Boston (para liderar un proyecto que dicho sea de paso tampoco acaba de cuajar) en verano de 2017. Una compleja lesión en la rodilla izquierda del base (necesitó incluso un catéter en una de las venas que conducen al corazón debido a una infección bacteriana provocada por dicha lesión) eliminó la posibilidad del morbo que sin duda hubiera producido el duelo entre LeBron y Kyrie en unas finales de conferencia que no obstante necesitaron de un séptimo partido en el que Cleveland se impuso en el TD Garden de Massachusetts después de haberse visto 3-2 abajo en la serie (una constante en la carrera de LeBron, verse contra las cuerdas y evitar finalmente el KO) Después de caer en unas finales sin historia (rotundo 4-0 para Golden State, con Cleveland sólo compitiendo en un ya mítico primer partido resuelto tras prórroga una vez que J.R. Smith, ante el estupor de compañeros y rivales, consume el tiempo reglamentario con marcador empatado pese a tener posibilidad de atacar el aro… James, por otro lado, acaba ese encuentro con 51 puntos, 8 rebotes y 8 asistencias en 48 minutos… enésima capacidad para vaciarse en la pista con resultado estéril), LeBron se enfrentaba a “the decision 2.0” en su condición de agente libre para elegir destino, o continuar en una errática franquicia de Cleveland en la que su toma de decisiones era más que evidente (el traspaso de Wiggings por Love, la efímera aventura de Wade en Ohio, la salida de David Blatt del banquillo “cav”…) A principios de Julio las dudas quedaban despejadas con un anuncio que no podía dejar indiferente a ningún aficionado. LeBron vestiría de oro con Los Angeles Lakers. El mejor jugador del mundo en la franquicia más “glamourosa”, la cual había recuperado para la causa a su gran mito “Magic” Johnson (otro genio multidisciplinar, como el de Akron) ahora como presidente de operaciones. Parecía un matrimonio destinado a consumarse tarde o temprano.    





LeBron y "Magic". El año que vivimos peligrósamente.



LeBron llegaba a un equipo claramente en reconstrucción tras la retirada de otro de los grandes mitos angelinos, Kobe Bryant. No parecía la mejor elección si de lo que se trataba era de luchar por el anillo a corto plazo, de inmediato. Cinco temporadas (tres de ellas todavía con Bryant) sin entrar en play offs y estableciendo un paralelismo con su llegada a Cleveland con un registro de 17-65, el peor de la historia desde que la franquicia se estableció en Los Angeles, sólo tres años antes del fichaje de James por los californianos. No obstante la ilusión comenzaba a instalarse en la afición del Staples alrededor de jóvenes jugadores como Brandom Ingram, Lonzo Ball, Josh Hart o Kyle Kuzma, incluso después de no dejar cuajar proyectos como D’Angelo Russell o Julius Randle. El banquillo igualmente rezumaba juventud, ya que el mando de la dirección técnica seguía siendo para Luke Walton, hijo del mítico Bill, y curiosamente elegido como jugador en el draft de 2003, precisamente aquel en el que LeBron fue elegido número 1 (pese a ser casi cinco años más joven que su actual entrenador) 


Intentando dotar de más mordiente y colmillo al roster angelino, comienzan a llegar jugadores tan peculiares como Rajon Rondo, Lance Stephenson o Javale McGee. No sabemos hasta qué punto James fue decisivo en estas contrataciones, pero si llama la atención la configuración de un equipo tan físico y poco dotado en el tiro exterior (casi un anatema en el baloncesto de hoy día), cuando precisamente en los tres anillos conseguidos hasta la fecha por LeBron no sólo estuvo rodeado de especialistas en el triple, si no que en determinados momentos fueron decisivos para ganar el título (Ray Allen, JR Smith…) dejando a Caldwell-Pope muy sólo en la anotación exterior… un Caldwell-Pope por otro lado constantemente en el punto de mira de un posible traspaso durante la temporada que está a punto de finalizar.  


Siendo justos, en el plano meramente deportivo poco se puede achacar a LeBron James por la decepción angelina del curso presente. El mayor todoterreno del baloncesto actual se enfrenta por primera vez en su carrera a una temporada en la que su físico no responde. James sabía lo que era parar en algún momento de la temporada, resultaba del todo lógico en un jugador acostumbrado a esfuerzos casi sobrehumanos, pero hay un dato revelador sobre lo que ha sufrido el astro durante esta campaña: en sus anteriores catorce temporadas se había perdido un total de 71 partidos de ligar regular, algunos de ellos por decisión propia de cara a dosificarse para la lucha por el título. Unos pírricos cinco partidos por curso, mientras que en esta temporada se ha visto fuera de las canchas nada menos que 27 noches. Nunca había tenido una lesión grave, lo más aciago que había sufrido hasta la fecha era una lesión de rodilla que a principios de 2015 le hizo parar durante dos semanas por primera vez en su carrera. La noche de Navidad de 2018 trajo un regalo envenenado para James. Los Lakers realizaban quizás su mejor partido de la temporada, derrotando por 26 puntos a unos Golden State Warriors al completo (excepto Cousins) en el Oracle Arena de Oakland, pero LeBron se perdía la segunda parte por un tirón en la ingle. Se retiraba con 17 puntos, 13 rebotes y 5 asistencias… números bestiales si tenemos en cuenta que necesitó sólo 21 minutos para ello. El equipo angelino marchaba por aquel entonces cuarto en el Oeste y a dos victorias y media del liderato. Nadie podía imaginar que aquel tirón en la ingle sería el principio del fin. LeBron ponía fin a una racha de 156 partidos jugados de manera consecutiva y se perdía 17 encuentros, en los que su equipo salía derrotado en 11 de ellos. Se perdería posteriormente 9 partidos más (serán 10 con el del cierre de temporada regular de esta noche) en los que Lakers sólo ganarían en tres ocasiones. En total el balance sin el point-forward es de 9 victorias y 17 derrotas, mientras que en los 55 partidos que The King ha podido jugar el balance es positivo, 28-27. Estadísticamente es el máximo anotador, reboteador y asistente de su equipo por partido. Nada nuevo. 



LeBron se lesiona. Comienzan los problemas.





Pero la lesión de LeBron no fue la única que trastocó los planes de Walton durante esta temporada. Prácticamente sólo el criticado Caldwell-Pope ha estado realmente sano a lo largo del curso. Brandon Ingram se ha perdido nada menos que 29 partidos por una lesión en el hombro tan seria que finalmente ha acabado siendo una trombosis. Lonzo Ball ha estado ausente en 34, Rondo en 35, Hart se pierde 14, Stephenson 13… con tal plaga de lesiones no es de extrañar que un “patito feo” del estilo de Alex Caruso (un extraño elemento que entroncaría dentro del árbol genealógico de los J.J. Barea, Jeremy Lin o Mathew Dellavedova) haya acabado siendo el mejor jugador laker en las últimas semanas. 


No obstante no vale escudarse en los problemas físicos a la hora de hablar de la decepcionante temporada de los de púrpura y oro. Las constantes dudas a lo largo de la campaña han enrarecido el ambiente de una franquicia en perenne búsqueda de una identidad perdida y que creían haber encontrado en la llegada de LeBron el golpe de efecto deseado desde el infructuoso intento de conseguir a Chris Paul en el “trade” finalmente vetado por David Stern (algo histórico y que tiempo después descubrimos que se produjo por el miedo de Mitch Kupchak de incluir a Lamar Odom en la operación mandándolo a New Orleans… por lo que el disoluto alero acabó en Dallas) Dudas que alcanzaron su cenit con la imagen ante los medios por la posibilidad de hacerse con Anthony Davis (quien por cierto comparte representante con James) Los Lakers parecían dispuestos a entregar hasta el Staples Center con Jack Nicholson incluido de lo desesperados que estaban por conseguir otra megaestrella que acompañase a LeBron. A nadie puede extrañar que aquello sentase como una auténtica puñalada dentro del vestuario. James, lejos de tutelar a los jóvenes jugadores angelinos, parecía un malhumorado inconformista dispuesto a hacer lo posible por ganar, incluso descabezar su actual equipo. 


La crisis en el seno de la laureada franquicia california tiene como último capítulo el de la dimisión de “Magic” Johnson como presidente de operaciones. LeBron, por su parte, sigue ejerciendo como GM, lanzando mensajes seductores al resto de estrellas NBA sin querer perder su parte de poder a la hora de tomar decisiones sobre la configuración del roster de la próxima temporada. Ya se habla hasta de una reunión en verano del club angelino con Kyrie Irving, abriendo la posibilidad de reunir de nuevo el dúo que llevó a Cleveland al anillo en 2016. No sería descabellado tras confesar el base que hace unos meses llamó a LeBron para disculparse por su salida de Ohio y elogiar públicamente a su ex –compañero. 


Sea como fuere algo tiene que cambiar, otra vez, en el que seguimos pensando es el mejor jugador del planeta en la actualidad. Los espectaculares datos estadísticos de LeBron arrojan también cierta luz sobre sus carencias a la hora de tener más anillos de campeón en sus dedos. Especialmente asombroso es el que le sitúa como líder absoluto de sus equipos en puntos, rebotes y asistencias en nada menos que 66 partidos de play offs. Una animalada que se acrecienta cuando comprobamos que los siguientes jugadores en esta clasificación serían Larry Bird y Tim Duncan, ambos con 21. LeBron lo ha hecho 45 veces más que otros dos jugadores que al igual que The Chosen One redefinieron el baloncesto de sus respectivas épocas. No se me ocurre estadística más salvaje y espectacular, pero al mismo tiempo reveladora. Reveladora de la realidad de un LeBron demasiado solo en sus asaltos al título. Aquella magnífica química con Dwyane Wade (por encima de todos) o el Irving de 2016 resulta de nuevo imprescindible si LeBron quiere seguir jugando en Primavera. Cuando la mayoría de los jugadores se van de vacaciones y sólo los elegidos continúan sobre el tablero.  




Sólo no puedes. Con amigos sí.








lunes, 12 de junio de 2017

SU PROPIA MEDICINA




Irving voló sobre los Warriors


El cuarto partido de las finales NBA 2017 nos vuelve a dejar un escándalo ofensivo, una orgía anotadora que sitúa estas series como un aluvión de derribos de records históricos. Pero el resultado fue distinto al de los tres encuentros anotadores. Esta vez Cleveland si pudo sumar su primer punto. No hubo posibilidad de repetir los fallos del tercer partido en los minutos finales, por la sencilla razón de que aplastaron a los Warriors desde el salto inicial. 49 puntos encajaron los Golden State en el primer cuarto, record anotador en un primer acto en un partido de finales. 86 llevaban en su casilleros los Clevelad, lo que unido a los 68 de Golden State convertía la primera mitad del partido en la más anotadora de la historia en un partido de finales NBA. Increíble. Es lo que pasa cuando se suman tantos talentos juntos en una misma cancha. Si los analistas y aficionados nos preguntábamos como serían capaces de frenar la exuberancia ofensiva de Golden State, el equipo de Tyronn Lue responde a la brava: anotando más puntos que el rival. Pero cuando el rival se llama Golden State Warriors hay que admitir que la cosa tiene un mérito mayúsculo.


La dupla Irving-James volvió a alcanzar cotas sobrehumanas. El base se fue hasta los 40 puntos y fue el primero en activar el modo kamizake del ataque Cavalier con 5 puntos consecutivos dentro del parcial de 2-8 con el que Cleveland avisaba de que a “run&gun” en esta ocasión no les iban a ganar ni estos Golden State Warriors, actuales estandartes del baloncesto ofensivo a nivel global. J.R. Smith acompañó al duo dinámico de los de Ohio con 15 puntos, todos desde el triple, dentro una exhibición global que finalizó con 24 triples. Otro record pulverizado, el de triples en un partido de series finales... con la particularidad de que el anterior tope lo estableció Golden State hace tan sólo unos días en estas mismas finales, curiosidad que bastaría para asegurar que pese al 3-1 casi decisivo para los californianos, la calidad de estas series está siendo brutal. LeBron por su parte fue fiel a su cita con el triple-doble, una estadística que domina con una facilidad tan pasmosa que escapa a cualquier comprensión y definición de su juego. Sencillamente, el más completo del mundo.


Es una maravillosa noticia que frente a un equipo de la magnitud histórica de estos Golden State, su máximo rival, lejos de combatirlo transformado en una versión opuesta, intente hacerlo con sus propias armas, propinándole lo que en castizo se diría “su propia medicina”. Claro está que Cleveland también tuvo que trabajar atrás y esperar que la pólvora de los Splash Brothers se mojase por un día. El anómalo porcentaje de acierto de Curry (30%) y Thompson (36%) ayudó enormemente a que Ohio viviese la primera victoria, pese al partidazo una vez más de Kevin Durant. Sus 35 puntos, 4 rebotes, 4 asistencias y 2 tapones no sirvieron para ganar el partido y cerrar las finales, pero sí para que en el MVP de estas series su nombre esté ya definitivamente cincelado.


Cleveland pone el 3-1 en la lucha por el título. Al fin y al cabo era el mismo resultado con el que la pasada temporada viajaban a Oakland en el quinto partido, pueden pensar algunos. La diferencia es que lo hacían habiendo ganando el tercer partido, no el cuarto, con lo que la épica consistía en ganar tres partidos seguidos, lo cual no era poca cosa, pero imagínense por tanto la dificultad de hacerlo en cuatro ocasiones. Tampoco está Draymond Green sancionado, como ocurrió en el quinto partido de 2016 después de golpear a LeBron James, y luego está, como no, el efecto Durant, auténtico elemento de desequilibrio respecto al pasado curso y éste.



No hubo barrido, y ya no habrá play offs perfectos para Golden State, pero Oakland se prepara para lo que parece la más que inminente celebración por un nuevo título.  

jueves, 8 de junio de 2017

JUGAR COMO NUNCA, PERDER COMO SIEMPRE




Irving y el balón que no quiso entrar




Y Golden State puso el 3-0. Con su victoria en el primer partido de Cleveland, ya no hay dudas de que Curry y compañía van a ponerse su segundo anillo de campeones. La pregunta ahora es si lo harán en la madrugada del sábado o los de Tyronn Lue serán capaces de ganar algún partido para no dejar su casillero de victorias a cero y evitar un histórico 16-0 en play offs por parte de los californianos que ya no dejaría dudas sobre su condición de equipo histórico. Habrá que dejar pasar los años para ver si mantienen capacidad dinástica como los Celtics de Bill Russell y “Red” Auerbach, los Bulls de Jordan y Phil Jackson, o más recientemente los Spurs de Popovich y Duncan, pero ojo a la burrada de la que estaríamos hablando: un equipo que en tres años habría ganado tres campeonatos del Oeste y dos títulos de la NBA, con el record histórico de mejor balance en temporada regular (73-9) y el de mejor balance en la historia de los play offs (16-0) No sé si podríamos hablar del “mejor equipo de todos los tiempos”, pero desde luego del mejor equipo de los últimos tres años con una superioridad absoluta sobre el resto, y sólo tosidos por esa pareja respondona que son Kyrie Irving y LeBron James, quienes ayer volvieron a rozar la machada. 


Fue el mejor partido de las series, y desde luego el mejor partido de Cleveland. Tuvieron en sus manos la victoria, pese a que el comienzo del encuentro semejaba peligrosamente a los dos anteriores. 0-5 de salida para los Cavs, contestado por un 6-0 Warrior. En tres minutos ambos equipos habían anotado cinco triples, anticipando la locura ofensiva de un primer cuarto maravilloso. Klay Thompson sacaba la metralleta (4 triples de 5 intentos… su equipo anotaría un total de 9 en ese primer acto), pero un enorme LeBron mantenía a su equipo. La dependencia de Cleveland alrededor del astro de Akron no puede ser más evidente, y es que cuando King James tomó descanso a dos minutos para el final del cuarto, los Warriors propinaron un parcial de 10-0 culminado con una asistencia de Durant sobre Green totalmente solo para poner el 39-31 en el marcador. Un gran primer cuarto de los locales echado por tierra en dos minutos finales horribles, curiosamente los que The Chosen One estuvo fuera de la pista.


Pero a diferencia de los dos partidos de Oakland, esta vez Cleveland se mantuvo en el partido. Su defensa mantuvo a Golden State dos minutos y medio sin anotar en el comienzo de segundo cuarto, apareció, por fin, Korver desde el banquillo, y Kevin Love sacó petróleo desde el tiro libre para que el partido se mantuviera en un deseado equilibrio. Tras los peores minutos del encuentro, con el marcador estancado en 46-43, vuelve la fluidez ofensiva para ambos equipos y Cleveland definitivamente dentro del partido tras la técnica a un furioso Draymond Green, protestón y maleducado con los árbitros durante todo el choque. Pero se repitió la película vista en el primer cuarto, dos triples en los últimos 70 segundos del cuarto estiraban de nuevo la ventaja visitante a ocho puntos, suerte para Cleveland que Irving ajustó un poco el marcador con un canastón sobre la bocina. El base estaba comenzando a calentar para lo que iba a ser una descomunal exhibición en el tercer acto. 


16 puntos del genio de Melbourne, la apuesta por el “small ball” (llegando incluso a coincidir Irving, Smith, Jefferson, Shumpert y Korver, todo exteriores) y una gran actitud defensiva (dejan a Golden State en 22 puntos en el tercer cuarto, la segunda anotación más baja de los californianos en un cuarto en estas finales) permiten a Cleveland voltear el marcador. 89-94 para afrontar el acto definitivo y el Quicken Loans soñando con la machada de ganarles un partido a estos Warriors… y quién sabe si repetir el milagro del pasado curso. 


Todo seguía pasando por Irving y LeBron… mientras que Thompson daba la réplica visitante. Pronto se le sumaría Durant. El intercambio de golpes favorecía a Cleveland, manteniendo ese tesoro en forma de diferencia de cinco puntos. Incluso la estiran a seis tras otra genialidad de Irving, sacando un 2+1 frente al siempre pegajoso Klay Thompson (poco se habla de la defensa de quien es uno de los mejores tiradores de la liga) Los “Splash Brothers” respondían y con cinco puntos consecutivos ajustaban el marcador a 4.40 para el final. LeBron en tiros libres tras una endeble defensa de Curry y Smith con un triple majestuoso volvían a poner seis arriba a los locales. 107-113 a 3.09 para el final… 3.09 en los que Cleveland no volvería a anotar, sepultando las pocas opciones que pudieran tener de conseguir el anillo por segundo año consecutivo. Si el destino está escrito, está claro que no está siendo generoso con Cleveland, que vuelve a cobrar aroma de ciudad maldita para las grandes ligas deportivas de Estados Unidos. Durant (14 puntos en el último cuarto), fallaba un triple que daba opciones a los de Lue a aumentar la ventaja, máxime cuando a pesar del fallo de Smith, LeBron se hacía con el rebote, restando segundos al reloj. El jugador más completo del mundo veía a Love bajo el aro para asistir en una jugada cantada que el forward de Santa Mónica incomprensible fallaba, incapaz de sentenciar el choque (¿vuelve a ser Kevin Love el gafe de la liga?) Curry no perdonaría en el ataque siguiente poniendo el 109-113 a poco más de dos minutos para el final. Aun así una situación que seguro hubieran firmado los Cavaliers, visto lo sucedido en los dos choques anteriores. Y entonces llegó la jugada del partido. Irving se sacó otra genialidad, para pese a la, insistimos, gran defensa de Thompson, encarar el aro en una penetración prodigiosa que parecía destinada a acabar en canasta… pero el balón, caprichoso, se paseó por el aro sin caer dentro de la cesta, y aun así el pequeño Irving, cargado de fe y hambre, es capaz de levantarle el rebote ofensivo a nada menos que Draymond Green. Con cuatro arriba, balón en posesión y cien segundos para acabar el partido, todo seguía estando de cara para los de Ohio. LeBron tomó la decisión pero se encontró con su bestia negra de 2015. Y es que la defensa de Igoudala sobre el de Akron volvió a ser clave en los minutos finales. Y apareció Durant. Un tiro lateral para ajustar aún más el marcador. 111-113. Korver buscaba la réplica pero fallaba su intento triple, todo lo contrario que un Durant que ponía por delante a su equipo y de paso afianzaba su candidatura a MVP de las finales (¿alguien duda que será suyo?) La ventaja Cavalier esfumada en un abrir y cerrar de ojos. Irving intentó un triple con “cross over” tratando de revivir su canasta de las pasadas finales. La diferencia es que anoche tenía enfrente a Thompson y no Curry. Durant y Curry acabarían sentenciando desde el tiro libre y entre medias LeBron volvería a ser cazado por Igoudala, impidiendo el lanzamiento triple del “all around player” Cavalier. 



El mejor partido de las series. El mejor partido de Cleveland. Pero el mismo resultado. Amenazan finales cortas. Una pena. 


jueves, 22 de diciembre de 2016

LOS MEJORES DEL AÑO: JUGADORES INTERNACIONALES

Continúa nuestro serial sobre los grandes protagonistas del 2016, vamos con los jugadores internacionales. 



KYRIE IRVING: Sólo hay una razón por la que ponemos a Irving por delante de LeBron James después de la burrada que protagonizó para la historia la bestia parda de Akron, y es que el escurridizo base de Melbourne además del anillo de campeón de la NBA (el primero de su carrera) se colgó el oro al cuello en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Doble gloria para un jugador que no olvidará 2016. En la absoluta Edad de Oro de la NBA en la posición de base (se pongan como se pongan los nostálgicos, jamás en la historia ha habido tanta calidad en este puesto como hoy día), sus 19.6 puntos y 4.7 asistencias por partido no le han servido para estar en ninguno de los tres mejores quintetos de la temporada (por delante tuvo a Westbrook, Curry, Paul, Lillard y Lowry), pero subió sus prestaciones en play offs hasta los 25.2 tantos por partido, demostrando ser de esos jugadores que se crece cuando el reto es mayor. En las finales de la histórica remontada deja 25.1 puntos y 3.8 asistencias por partido. Brutal su actuación en el quinto, con 3-1 abajo en la eliminatoria firmando 41 puntos y 6 asistencias con un 5 de 7 en triples. Para el recuerdo su triple ante Stephen Curry en el partido decisivo con el marcador empatado y a falta de 53 segundos para el final. Una canasta para la historia.      




Irving elevándose sobre Curry para ganar un anillo




LEBRON JAMES: Volver a agotar los calificativos en un deporte en el que creíamos haberlo visto todo. Esa es la historia de King James. El jugador más completo del baloncesto moderno y al que sólo un caso de flagrante ceguera permite que siga teniendo una inexplicable legión de “haters”. Tras una temporada regular “normalita” (nada menos que 25.3 puntos, 7.4 rebotes y 6.8 asistencias por partido, formando parte del Primer Quinteto ideal del curso), se puso serio en play offs (26.3 puntos, 9.5 rebotes, 7.6 asistencias, 2.3 robos y 1.3 tapones), alcanzando cotas nunca vistas en unas finales de las que fue amo, señor y dominador absoluto liderando todas las estadísticas posibles. 29.7 puntos, 11.2 rebotes, 8.8 asistencias, 2.5 robos y 2.2 tapones por partido. No, no son los números de un chaval manipulando la Play Station, es la tozuda realidad de un jugador que ya es leyenda. Rozando el triple doble en cada encuentro. Si Irving deja para la posteridad el triple decisivo del séptimo partido, LeBron nos regala el tapón más relevante en unas finales, precisamente antes del triple de su compañero y con el empate a 89 en el luminoso. Una soberbia “chapa” ante un Igoudala quien fuera su némesis e implacable marcador defensivo en las finales de un año antes. King James consumó la venganza durante 2016 como sólo sabe hacerlo: arrasando.   



LeBron tapona a Iggy. La venganza del Rey.




MILOS TEODOSIC: Como representante del CSKA Moscú que maravilló al Viejo Continente durante 2016, hemos manejado una duda muy razonable: Teodosic o su compañero exterior Nando de Colo. Y es que el francés ha dominado de manera individual y colectiva el baloncesto europeo de clubes… pero el serbio añade a ello su plata olímpica, sólo un peldaño por debajo de los intratables Estados Unidos. Y esa medalla pesa mucho. No fue nada fácil, perdiendo tres partidos en la fase de grupos y sufriendo lo indecible ante una gran Croacia, pero el recital de semifinales ante la Australia que tanto había maravillado durante el torneo vale una plata que consolida la era Djordjevic en Serbia como la más exitosa para los ex –yugoslavos en mucho tiempo, con Teodosic como prolongación en la pista de su técnico. El genio de Valjevo parece haber olvidado definitivamente aquel jugador frágil y volátil con tendencia a evadirse en las grandes citas. Cuando le vemos en cancha nos sigue transmitiendo esa sensación de que el asunto no va con él, haya lo que haya en juego, pero está claro que por fin ha alcanzado su madurez, añadiendo a su condición de base superlativo la de un ganador a nivel colectivo. 



Parece increíble que hayamos tenido que dejar fuera a todo un Stephen Curry (pero es que en efecto, 2016 ha sido un año de cosas increíbles en este deporte) MVP de temporada NBA por segunda vez consecutiva, y quien nos sigue dejando un baloncesto de fantasía con su capacidad para generarse ventajas con el mejor manejo de balón del mundo (con permiso de precisamente Kyrie Irving), y quien ha liderado a su equipo al mejor registro en temporada regular de todos los tiempos,  pero estamos seguros de que el bueno de Stephen cambiaría tanto la marca del record como sus logros individuales por haber ganado un segundo anillo arrebatado por su paisano de Akron, King James. Buscará su venganza esta temporada junto a un Kevin Durant que también ha sido protagonista del año guiando a Estados Unidos hacia el oro olímpico y ocupando todas las portadas tras el verano con un fichaje por Golden State que ha hecho estremecer los cimientos de la NBA. Sobre de Colo ya hemos tratado, pero recordemos que hablamos del actual MVP de Euroliga, de Final Four y de la VTB League (una liga que conjunta a diferentes equipos del Este de Europa), y tampoco podemos olvidar el gran año que ha vivido Mathew Dellavedova, escudero de Irving y LeBron encargado del “trabajo sucio” cuyo trabajo se ha visto recompensado con su contratazo por Milwaukee donde por fin ha alcanzado estatus de titular, protagonizando un verano formidable liderando a una Australia que enamoró a todos los aficionados en los pasados Juegos Olímpicos y que de no ser por la España de Pau Gasol hubiera alcanzado un histórico podio olímpico.     





Itoudis y su Duo Dinámico. Los reyes de Europa.





lunes, 20 de junio de 2016

LEBRON JAMES Y LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA





LeBron  interpreta su mejor pieza





Cuando en 1913 Igor Stravinsky estrenó en Paris su obra más recordada, “La consagración de la Primavera”, la conmoción entre la audiencia fue tal que el público no ocultó su enfado con aquella obra innovadora y transgresora montando un gran revuelo en el teatro de los Campos Elíseos. Hablamos de cien años atrás, cuando la no existencia de redes sociales impedía linchamientos mediáticos y el crecimiento de la figura del “hater”, un personaje que suele “tocar de oído” y convierte en centro de su odio a figuras de las que en muchas ocasiones no sigue su carrera, o en caso de hacerlo lo realiza desde el prejuicio que le impide reconocer mérito alguno en el elemento escogido para desahogar sus frustraciones. Es el caso de LeBron James y su legión de “haters”, para quien no les valía ni sus cuatro veces MVP de temporada regular, ni sus seis finales de la NBA consecutivas (que significan tantos campeonatos del Este), ni sus dos anillos, ni haber llevado a Cleveland a las primeras finales de su historia, en 2007, con apenas 22 años de edad ya siendo líder del equipo y pasando por encima en las finales del Este de los Detroit Pistons de Billups, Hamilton, Prince y los Wallace quienes habían dominado su conferencia durante toda aquella década… hasta la llegada de LeBron. Tampoco valían sus constantes exhibiciones estadísticas, ni ser, aún con 31 años, el decimoprimer mejor anotador de todos los tiempos, ni dominar los play offs hasta convertirse en el cuarto mejor anotador de la historia en post-temporada, noveno mejor reboteador y tercer mejor asistente. No les valía que sea el jugador más completo y polivalente del momento, ni que sea el alero con mayor promedio de asistencias de la historia. Nada les valía. Ahora LeBron hace el más difícil todavía, remontando por primera vez en la historia unas finales que tenía 3-1 en contra y ante el equipo con mejor balance en liga regular de todos los tiempos. ¿Tardará tanto tiempo LeBron en ver reconocida la valía de su obra, la importancia de lo realizado, como Stravinsky con su vanguardista pieza musical? 


Larga vida al Rey LeBron. Siempre tiene que haber un Rey, amado u odiado, excesivo y soberbio. Elvis Presley o Mohamed Ali representaban como nadie estas figuras ególatras capaces de situarse en la cima de un mundo que parecía hecho a la medida para ellos. ¿Elegidos por los dioses? Puede ser, pero también es cierto que hablamos de personajes capaces de trabajar infatigablemente en su búsqueda de mejorar y perfeccionarse, hombres provistos de una férrea mentalidad y ética de trabajo. Particularmente me resulta difícil odiar a este tipo de personajes que finalmente acaban ofreciendo un espectáculo demoledor, porque ellos mismos son ya de por si un espectáculo.


Larga vida a un LeBron que recupera su corona, pero nos interesa también recordar a los “perdedores”. Entrecomillamos, porque no los consideramos como tales, pese a que ahora saldrán los resultadistas y ventajistas de turno a relativizar la increíble temporada de unos Golden State Warriors históricos. La derrota en estas finales para el recuerdo no empañan en modo alguno el apoteósico 73-9 con el que finalizaron la temporada regular regalando un baloncesto maravilloso a todos los aficionados noche tras noche. El problema de los resultadistas es que como sólo les interesa lo que pueda haber al final del camino, no saben disfrutar del trayecto. No es nuestro caso y desde aquí manifestamos nuestra devoción por la propuesta baloncestística de Kerr, por las diabluras de Curry, por la frialdad asesina de Thompson, por la capacidad para entender el baloncesto de manera global de Green, y en definitiva por la cantidad de recursos que hemos podido observar en la que, pese a la derrota, es la mejor plantilla NBA del momento.   





Sin título pero con record. 



La aplastante lógica de que “sólo puede ganar uno” no significa necesariamente que “el otro” deba ser considerado perdedor. Y creemos que después de esta temporada regular, de unos play offs brutales en los que Golden State remontaba el 3-1 con el que Oklahoma City les había puesto contra las cuerdas en las finales del Oeste, y tras siete partidos en la lucha por el anillo, éste es uno de esos casos en los que aun habiendo un solo ganador, no puede haber ningún derrotado.  


Y es que el séptimo partido por el título tuvo el guión que todos esperábamos con un partido igualado y no resuelto hasta los instantes finales. Tampoco es que podamos hablar de un partido para las videotecas, y es que sabedores de lo que se jugaban los protagonistas ofrecieron demasiadas imprecisiones y fallos en sus tiros. Jugadores como LeBron, Love, Smith, Curry, Klay Thompson o Igoudala, estuvieron todos por debajo del 40%. Estuvo mejor Kyrie Irving, con un 43.5%, pero sobre todo protagonista y héroe con un triple a falta de 55 segundos que rompía el empate a 89 que registraba el marcador en aquel momento y comenzaba a acercar el anillo a la sufrida ciudad de Cleveland, que por vez primera en su historia ve a su equipo como campeón de la NBA y rompe una maldición que duraba más de 50 años, desde que en 1964 los Browns ganaran la NFL. Desde entonces ninguno de sus tres equipos de las grandes ligas (Cavaliers en la NBA, Browns en la NFL, e Indians en la MLB) se había proclamado campeón de las mismas, la sequía de títulos más larga que jamás hubiera conocido una ciudad estadounidense. Cleveland deja de ser la ciudad maldita y LeBron se convierte en profeta en su tierra.    





Cleveland, por fin, celebra un título.



Y no fue un triunfo fácil, ya que pese a la igualdad de inicio (23-22 para Cleveland en el primer cuarto) un parcial de 2-11 para Golden State ponía el 42-49 antes de encarar el camino de los vestuarios. Había razones para el optimismo en Oakland, pese a que una vez más no aparecía el mejor Curry (definitivamente ha dado un rendimiento inferior al esperado), Green rendía sobradamente ante LeBron, tanto como para ser el mejor de su equipo con 22 puntos y 6 rebotes al descanso (finalizó con unos impresionantes 32 puntos, 15 rebotes y 9 asistencias, destacando sus 6 triples de 8 intentos, cuando en los partidos anteriores estaba lanzando con apenas un 30% de efectividad desde esa distancia) Sin realizar ninguna de las exhibiciones ofensivas de otras ocasiones, los Warriors se retiraban con un estupendo 10 de 21 en tiros triples, mientras que Cleveland no veía aro en ese aspecto: 1 de 14.  


Y apareció J.R.Smith. Con dos triples lideraba un parcial de 8-0 para empatar el partido a 54 después de que Klay Thompson, con cinco puntos, hubiera estirado la diferencia a 8. Y apareció Irving, con 12 puntos en este tercer cuarto para que su equipo llegase a mandar hasta por 7 puntos en el marcador, hasta que Green decidió proseguir su particular recital para los Warriors y los de Oakland le dieron la vuelta al resultado, llegando a irse con un punto arriba al acabar el tercer cuarto. 75-76. Vaya último cuarto nos esperaba. 


Un último cuarto en el que Cleveland volvió a sacar músculo y demostró que finalmente ha sabido tomarle la medida al mejor ataque de la NBA. Volvieron a dejar a Golden State en unos pírricos 13 puntos, y entre Irving y James anotaron 16 de los 18 puntos de su equipo en el acto final. Los otros dos los firmó Kevin Love, de esta manera haciendo su particular aportación al supuesto “big three” que como ya hemos explicado otras veces no es tal. En honor a la verdad Love, sin hacer un partido excelente, si aportó más en esta ocasión y se le vio más metido en el partido, sobre todo bajo tableros (9 puntos, 14 rebotes y 3 asistencias) Dentro de la alegría Cavalier, las dudas se siguen instalando en la figura del californiano, ¿carne de trade? Quien no tuvo dudas de sus posibilidades fue LeBron, fallón en el tiro durante los tres primeros cuartos, anotó once puntos en el último, con 3 de 7 en tiros de campo y 4 tiros libres de 5 intentos, uno de ellos para cerrar el partido con el 93-89 a falta de 10 segundos, después de que Irving rompiera el empate a 89 con un monumental triple frente a la defensa de Curry. Antes habíamos visto a LeBron poner un estratosférico tapón sobre Igoudala en una imagen que posiblemente sea futuro poster en las paredes de las habitaciones de muchos niños que tienen la suerte de estar creciendo viendo una de las mejores épocas de la historia de la NBA (y del baloncesto en general) El triple de Irving ponía a Golden State contra las cuerdas y Curry se la jugó sin éxito ante la buena defensa de Love en la ayuda exterior.  LeBron cerraría el partido con el comentado tiro libre tras una falta de Green que evitaba un matazo que hubiera significado otra imagen para la galería de unas finales inolvidables. Curry primero y Speights después de hacerse con el rebote al fallo de su compañero intentaron dos triples ya muy forzados pero el marcador no se movería del 93-89 final. El líder de los Warriors acabó con 4 de 14 desde la distancia de 3 puntos. En un jugador acostumbrado a anotar casi uno de cada dos intentos, su ineficacia en su mejor arma en el partido definitivo es otra de las claves de la derrota californiana.    





LeBron cerrando el paso.




Insistimos en que han sido unas grandísimas finales y así serán recordadas, suponiendo el segundo capítulo de una rivalidad que puede ir para largo si tanto Cleveland como Golden State mantienen sus bloques, aunque ya se escuchan rumores de una posible salida de LeBron, ejecutando una opción en su contrato, después de haberle dado el anillo a su gente de Ohio, y buscando presumibles nuevos retos, como podría ser el de reflotar a los antaño gloriosos Lakers. Ojo al verano que nos espera, con posibles movimientos de jugadores como Pau Gasol, Dwight Howard, Kevin Durant, Dirk Nowitzki, Dwayne Wade, DeMar DeRozan, Mike Conley, Al Horford, Jimmy Butler… y quién sabe si Lebron James… todo ello en vísperas de la firma del nuevo contrato televisivo y el incremento del tope salarial en las franquicias NBA. Esperan meses turbulentos en las franquicias de los general managers de la mejor liga de baloncesto del mundo… pero esa es otra historia. La historia de un verano posterior a la particular consagración de la Primavera de LeBron James, quien ni que decir tiene que ha sido elegido de manera unánime MVP de las finales, después de firmar un triple-doble en el partido decisivo (27 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias… y no olviden sus 3 tapones) y promediar unos escandalosos 29.7 puntos, 11.2 rebotes, 9.4 asistencias, 2.5 robos y 2.2 tapones por partido en las finales, dominando todas las categorías estadísticas individuales. No se froten los ojos, no es ciencia-ficción, es la realidad.  





...pero sigo siendo el rey... 


martes, 14 de junio de 2016

DOS HOMBRES Y MEDIO




El esfuerzo en un fichaje que ya no hace tanta gracia.




La expresión “Big Three” se utiliza muy a menudo en la NBA para referirse a tríos estelares que conforman la columna vertebral de un equipo. Boston tuvo el suyo para acometer la conquista de su último anillo cuando a Paul Pierce se le unieron Kevin Garnett y Ray Allen. San Antonio ha basado sus éxitos, hasta la irrupción de Kawhi Leonard, en el lustroso trío formado por Duncan, Parker y Ginobili. Chris Bosh y LeBron James marcharon a Miami donde Dwyane Wade les esperaba con los brazos abiertos para ganar dos anillos, y finalmente con el regreso de LeBron a Cleveland, donde jugaba Kyrie Irving, y la llegada de Kevin Love, se comenzó a hablar del nuevo gran Big Three de la liga (sin ser conscientes de que en Oakland se estaba formando uno más poderoso, y creado desde el draft: Curry, Thompson y Green)



Pero no hay Big Three más falso que el actual de los Cavaliers, ya que como si se tratase de la famosa telecomedia protagonizada por Charlie Sheen, más que un Big Three lo de Cleveland parece “dos hombres y medio”, debido al nulo rendimiento de un Kevin Love quien sea cual sea el resultado de estas finales va a quedar totalmente señalado como un jugador incapaz de aportar a la hora de aspirar al título. Quizás estemos siendo demasiado crueles con un jugador que nos fascinaba en Minnesotta y al que dedicamos una bonita entrada hace unos años, pero es que hablamos de luchar por el anillo, esa línea que separa a los buenos jugadores de los elegidos para la gloria. A los perdedores de los ganadores. Si LeBron pensaba que su proyecto para aspirar a su tercer título de campeón pasaba por Kevin Love, se había equivocado de pleno. En lugar de eso, y con uno de los peores banquillos que se recuerdan en unas finales de la NBA, los de Ohio se encomiendan a sus dos grandes figuras, Irving y James, apoyados por un jugador con mucho menos nombre que Love pero mucho mayor rendimiento e importancia como es Tristan Thompson (ayer de nuevo descomunal con 15 rebotes, 3 de ellos en ataque) Si pudiera hablarse de un Big Three en Cleveland sería contando con Thompson, no con Love. 



Lo cierto es que vimos el mejor partido de la serie, con una primera parte para enmarcar plagada de aciertos ofensivos y buen baloncesto. Un marcador igualado, pequeños parciales sin que ningún equipo se despegase, y un extraordinario Klay Thompson poniendo sobre la mesa su candidatura a MVP de las finales (26 puntos al descanso, acabó con 37) Claro que LeBron James no le iba a la zaga y se iba a los vestuarios con 25. Irving, más “discreto”, “sólo” había anotado 18. Una orgía anotadora representada en ese empate a 61 (la anotación más alta en un partido de las finales desde 1987) que dejaba las espadas en todo lo alto, por mucho que por el bando de Cleveland sólo dos jugadores pareciesen blandirlas (al margen del mencionado Tristan Thompson, limitado de cara al aro, pero hiperactivo en el trabajo reboteador) 



El tercer cuarto sería de Kyrie Irving, desde la primera acción en la que saca un 2+1 frente a Andrew Bogut, quien por otro lado no tardaría en retirarse lesionado tras darse un tremendo costalazo al intentar taponar una penetración de J.R.Smith. Sin Green y sin Bogut Kerr apostó por un quinteto de “bajitos” con Harrison Barnes como falsísimo pívot. Fueron unos minutos de desconcierto warrior con el extraño quinteto Curry-Livingston-Thompson-Igoudala-Barnes que Irving y LeBron aprovecharon para abrir brecha en el marcador y conseguir unas diferencias de 6 u 8 puntos, que estiraron hasta los 9 definitivos con el que finalizó el tercer cuarto. En el acto final no sólo mantuvieron las diferencias si no que fueron capaces de aumentarlas ante el desacierto del rival y con la buena defensa visitante. Tan sólo 13 puntos fueron capaces de anotar los de Kerr en los últimos 12 minutos. Unos Golden State con la pólvora mojada. Anotaron 14 triples, cierto, pero necesitaron 42 intentos para ello.




Cleveland se mantiene con vida y LeBron sobrevive al efecto Igoudala. Esta vez la defensa de Iggy no fue suficiente y King James deja otra exhibición para la historia (41 puntos, 16 rebotes, 7 asistencias, 3 robos y 3 tapones) junto a su colega Irving (41 puntos y 6 asistencias, con 5 de 7 en triples) Es la primera vez que dos jugadores del mismo equipo llegan a los 40 puntos en un partido de las finales de la NBA. Una burrada que ejemplifica la realidad y las limitaciones de estos Cleveland en los que sus dos mejores jugadores siguen jugando por encima de los 40 minutos por partido. No hablen de Big Three… son dos hombres y medio.  






Well done, bro!