¿La dictadura de Golden State Warriors en los
últimos cuatro años (con la salvedad de la épica remontada de Cleveland en las
finales de 2016 de la NBA está tocando a su fin?, la respuesta parece estar en
los problemas físicos del equipo de Steve Kerr. Sin Durant ni Thompson el cuadro
californiano es un buen equipo, un gran equipo incluso, pero no el equipo
excelente que si está siendo Toronto desde los últimos tres partidos de las
finales del Este ante Milwaukee, cuando elevó su juego hasta un nivel del que
parece no apearse.
Y es que la afición del Oracle no pudo celebrar las
canastas de Klay Thompson, quien finalmente fue baja por su lesión en el
segundo partido, ni las de Kevin Durant, cuya vuelta comienza ya a ser asunto
de estado en los despachos de Oakland. Recordemos además que hablamos de un
jugador que será agente libre este verano y que puede estar viviendo sus
últimas finales con Golden State… sin haberse vestido todavía de corto.
Curiosamente el otro gran ausente, Thompson, también tendrá condición de agente
libre pero a diferencia de Durant su futuro inmediato parece ligado al club que
apostó por él en la undécima posición del draft de 2011. Aun con todo eso Kerr
es capaz de poner un quinteto en el que hay cuatro all stars en liza (Curry,
Igoudala, Green y Cousins), con Shaun Livingston supliendo la ausencia de
Thompson. Desde luego es un muy buen quinteto, pero para todos aquellos que
insisten que con este bloque Golden State ganó el anillo en 2015 ante los
Cleveland de Irving y LeBron, hay que recordarles que los californianos también
contaban con elementos de la valía de Harrison Barnes, Marreese Speights o
Leandro Barbosa.
Sin las otras dos principales vía de anotación de
Steve Kerr, estaba claro que casi todo el ataque warrior caería sobre Stephen
Curry. Suyos fueron los cinco primeros puntos de Golden State, dando la primera
y única ventaja en todo el partido a los inquilinos del Oracle con un triple
que ponía el 4-5. Apenas se llevaban jugados 78 segundos de partido, y ya nunca
volvería a estar Golden State por delante. La superioridad canadiense tal que
en el primer cuarto Toronto era ya capaz de anotarle 36 puntos a su rival, 3
puntos por minuto (repetirían estadística en el tercer acto), evidenciando que
las bajas de Durant y de Thompson se notaban a ambos lados de la cancha. A este
respecto hay que destacar la comodidad del partido de Lowry, con su mejor
actuación individual hasta el momento. 23 puntos (5 de 9 en triples), 4 rebotes
y 9 asistencias. Perdió tres balones, una cifra relativamente baja si tenemos en
cuenta que jugó nada menos que 43 minutos. Sin Thompson la defensa de Warriors
en el perímetro muerde mucho menos y los Raptors lo agradecen. Que se lo digan
si no a Danny Green, el otro gran beneficiado de la ausencia de Thompson junto
a Lowry. El escolta neoyorquino recuperó su versión más letal en unas finales
recordando al jugador de los Spurs que llegó a tener el record de triples en
unas finales en 2013 (record batido posteriormente por, como no, Stephen Curry)
clavando seis triples como seis puñales en el corazón californiano. Otro de los
nombres propios que deja el partido es Serge Ibaka. El hispano-congoleño sembró
el terror defendiendo su propia zona con seis gorrazos en 21 minutos. Nunca un
jugador saliendo del banquillo había sumado tantos tapones, con lo que el ex –ACB
se asegura un sitio en el libro de honor de estas finales 2019. Y por supuesto
hay que hablar de Leonard. Un día más en la oficina para el de Riverside. 30
puntos, 7 rebotes, 6 asistencias, 2 robos y 2 tapones para apuntalar aún más su
candidatura a MVP de las finales si su equipo se proclama campeón.
Stephen Curry hizo un partido descomunal por el lado
californiano. Una exhibición al más puro estilo LeBron James. Rondando el
triple-doble y liderando las principales estadísticas individuales de su
equipo. 47 puntos, 8 rebotes y 7 asistencias. Máximo anotador, reboteador y
asistente de los de Steve Kerr. Las comparaciones con su paisano de Akron van
más allá de los números. Curry transmitió las mismas sensaciones de impotencia
que veíamos en The King en las finales del pasado curso, cuando Golden State
les pasaba por encima pese a los empeños de James en meter a Cleveland en la
pelea. Y es que desde el cuarto partido de las finales de 2017, cuando precisamente
Cleveland les vence 116-137, no recordábamos una noche en la que Golden State
se haya visto tan superado y tan inferior al rival. Claro que a aquel cuarto
partido se llegaba con 3-0 para los de Kerr, que de hecho sentenciarían en el
quinto encuentro para poner el definitivo 4-1 en las series. Nada que ver con
la realidad del 2-1 que maneja Toronto ahora mismo con el factor cancha
recuperado en su primera comparecencia en el Oracle Arena. Golden State nunca
tuvo opciones de ganar este partido. Hay que recordar que en el G1, pese a la
brillante victoria y gran juego desplegado por los de Nurse los Warriors llegan
a ponerse a 3 puntos (87-90) comenzando el último cuarto, sin embargo en esta
tercera noche Toronto se mantuvo en diferencias en torno a la decena de puntos
durante prácticamente todo el partido sin que el equipo de Curry divisase
posibilidad alguna de remontada. Si en el G2 hacíamos hincapié del pobrísimo
dato que suponían las 17 asistencias repartidas por Toronto en su conjunto, en
esta ocasión subieron la estadística hasta 30 (Lowry liderando con 9),
evidenciando de nuevo su magnífica circulación de balón y ritmo de juego. No
tuvieron piedad del rival. Olieron sangre en cuanto conocieron la baja de Klay
Thompson y como buenos terópodos despedazaron y devoraron a su presa.
Kerr sigue mirando a la enfermería. Las buenas
noticias son que Thompson reaparecerá en el G4. Más puntos, pero sobre todo más
y mejor defensa en el perímetro. Lo necesitan. Las malas es que Kevin Durant
sigue en ese particular “Day-to-Day” que tiene en vilo a todo Oakland y que de
momento no confirma fecha de regreso. No será en el cuarto. La reunión de los Hamptons
Five deberá esperar.
De momento las finales han mostrado una cierta
lógica en eventos de este tipo, y es la de la dificultad de ganar dos partidos
seguidos entre dos rivales de una supuesta calidad similar, como deben ser los
dos campeones de ambas conferencias de la liga. Veremos si Golden State
mantiene dicha lógica igualando las series, abriendo el escenario de unas
finales a 6-7 partidos, o Toronto lanza la segunda estocada consecutiva
profanando tierra californiana y poniendo un 3-1 casi definitivo (tan
definitivo que de hecho en toda la historia sólo una vez un equipo ha sido
capaz de remontar esa desventaja en unas finales, y hemos tenido la suerte de
verlo, fueron los Cleveland Cavaliers de 2016 precisamente ante Golden State)
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