Pablo Laso y sus trece estrellas, un equipo para la historia. |
Hay que frotarse los ojos a la hora de
escribir esta entrada. Y es que no, no estamos soñando, la
perfección existe, el curso soñado, la cuadratura del círculo,
única manera posible para que el mejor proyecto de baloncesto
madridista en los últimos 25 años gane, esperemos, de una vez el
crédito necesario para no ser discutido ni torpedeado por un
presidente con una peligrosa querencia por cortar cabezas, y por
ende, por una parte de la afición (cada vez más pequeña,
afortunadamente) que a imagen del líder de la secta vive instalada
en una constante amargura incapaz de reconocer los méritos de los
héroes madridistas y para la que nunca la vale nada (y para quienes
esta temporada histórica no pasará de ser una anécdota y ya
estarán exigiendo la décima Copa de Europa, como si fuera tarea
fácil)
Duele ahora recordar todas las
zancadillas que sufrió Laso el pasado verano por parte de ese
presidente que ahora correrá a hacerse fotos con los títulos, duele
recordar como desde que llegó el vitoriano atrapó a una gran parte
de los aficionados apostando por un juego que hacía décadas no
veíamos en el basket blanco mientras el sector resultadista
disparaba los cañones negando la evidencia de que el baloncesto
madridista iniciaba con Laso un camino que sólo podía conducir al
éxito si se dejaba madurar la apuesta y crecer la confianza. Están
en su perfecto derecho de celebrar los triunfos de esta temporada y
subirse al carro de los que siempre creímos, faltaría más, en todo
caso admito que me dan pena ya que se han perdido la alegría que
hemos vivido transitando por este camino. Un camino de mucho
trabajo,pero de incontable disfrute y diversión, y es que el
baloncesto de Laso, por encima de resultados, convierte nuestro
deporte favorito en la mejor fiesta posible que puede verse en los
últimos cuatro años en el baloncesto FIBA (y en ese sentido
recordamos que el juego de la pasada temporada, esa que los
resultadistas calificaron de “fracaso”, ha sido hasta el momento
la sublimación del juego blanco)
Antes de entrar a analizar estas
finales resueltas de un plumazo por la exuberante maquinaria blanca,
hay que seguir acordándose de los padres de esta idea. Siempre Laso
por encima de todo, soberbio jugador en su momento, magnífico
entrenador hoy día. Arquitecto de una ideología baloncestística
basada en algo de “run&gun”, en baloncesto de ritmo alto,
y en otorgar libertad a los jugadores en ataque (cuestión agradecida
sobre todo por jugadores como los sergios, Rudy, o Carroll), pero
también con un estupendo trabajo defensivo no lo suficientemente
reconocido, y es que sin defensa no puede haber contrataque. En ese
sentido aportaciones propias como la defensa “en diamante” o el
convertir a Slaughter en un perro de presa capaz de hacer presión en
todo el campo al base rival serían un par de buenos ejemplos de que
Laso es un técnico maravillosamente anárquico cuando sus jugadores
tienen la bola pero minucioso y detallista a la hora de preparar una
defensa esculpida en el ferviente deseo de recuperar cuanto antes ese
balón que los Sergio Rodríguez o Sergio Llull saben domar hasta
conducirlo a besar las redes del aro contrario.
Pero no sólo en Laso se encuentran las
claves del Real Madrid 2015, equipo que ha conseguido aunar de manera
insultante calidad, confianza y testiculina (ésta última podrían
sustituirla por una palabra más vulgar, con lo que podríamos hablar
del Madrid “de las tres ces”) El deporte de alta competición
necesita de un trabajo coral y no fundamentado en una sola opinión.
Contra quienes mantienen que el entrenador debe tener poder absoluto y
libertad para confeccionar rosters a su gusto, contratando y
despidiendo a su antojo (tal y como sucedió con Messina en este
mismo club), está la creencia (que personalmente defiendo) de que la
puesta en común de distintas opiniones nacida desde la dirección
deportiva enriquece la creación del equipo. En ese sentido
recordemos que Laso pedía la renovación de Darden, eficiente
profesional cuya entrega fue reconocida por los asistentes del
Palacio, pero que ha sido superado claramente por un K.C.Rivers cuyas
ráfagas anotadoras han sido absolutamente claves durante algunos de
los momentos más importantes de la temporada. La llegada de
Maciulis, al volver a ceder a Dani Díez, también se ha demostrado
un acierto. La ausencia de Mirotic dejaba un vacío difícil de
llenar, y cubrirla con un Nocioni entrado en años sembraba alguna
duda entre los aficionados, quienes miraban de reojo y con envidia la
contratación de Justin Doellman (uno de los mejores jugadores de la
pasada temporada militando en las filas del Valencia y sin duda el
mejor en su puesto) por el Barcelona, dudas resueltas de un plumazo cuando el argentino
se consagraba como MVP de la Final Four europea. También había que
capear la marcha de un jugador como Dontaye Draper, cuya calidad
merecía más minutos que los que recibía como tercer base en el
Real Madrid. En ese sentido la llegada de Facundo Campazzo no ha
supuesto un salto de calidad en la plantilla, más bien al contrario,
pero ha “liberado” al técnico vitoriano de repartir minutos
entre tres bases de primer nivel, otorgando mayor protagonismo al
Chacho y sobre todo a un Sergio Llull que a sus 27 años parece no
conocer techo. El trabajo de los denostados Sánchez y Herreros en
los despachos ha dado sus frutos, con la guinda de un Gustavo Ayon
que ha tardado en demostrar su calidad y aún con todo lo gris que
puede resultar el trabajo de un pívot en este Real Madrid diseñado
para correr y lucimiento de los exteriores ha sido otro acierto y
pieza básica en la rotación de Pablo Laso. Sánchez y Herreros han
sido capaces de analizar las virtudes del pasado año en el que el
juego del Real Madrid maravilló a toda Europa y pulir los defectos
por los cuales “sólo” se coronó campeón de Supercopa y Copa del Rey,
perdiendo la final de Euroliga ante un inferior Maccabi Tel Aviv
(después de haber realizado uno de los mejores partidos de la era
Laso en una descomunal semifinal ante un Barcelona fagocitado desde
el minuto 1) Los directores deportivos del Real Madrid han otorgado
al equipo actual de un colmillo fundamental para que Laso, cuadrando
de nuevo el círculo, haya sido capaz de mantener un estilo de juego
de gran valor estético pero con una madurez competitiva que le hace
vivir imbuido de una confianza brutal en sus posibilidades. Da la
sensación que cada vez que un jugador como Sergio Llull encara el
aro rival lo hace sin que la palabra miedo haya figurado jamás en su
diccionario, y es que como decíamos el Real Madrid 2015 es el Madrid
“de las tres ces”. Calidad, confianza, y co...
Herreros y Sánchez, algo habrán hecho bien. |
El rotundo 3-0 con el que los blancos
despachan a su eterno rival, ese que parecía haberse reforzado mejor
el pasado verano con Satoransky, Doellman y Pleiss, es la guinda
perfecta a una temporada que debiera ya ser inolvidable para el
aficionado (sobre todo inolvidable porque difícil será volver a
vivirla) Una final resuelta de un plumazo. 120 minutos en los que
habría que echar la cuenta de cuantos de ellos ha visto al equipo
blanco liderar el marcador. Pocas veces se ha visto un dominio tan
aplastante. Y eso que el primer punto se ganó en un partido que
anticipaba mayor igualdad de la vista posteriormente. El Real Madrid
dominaba en un sensacional primer cuarto para después mantener a
duras penas las diferencias ante un Barcelona peleón que a pesar de
verse once abajo (66-55 a falta de 6 minutos) se reenganchó al
equipo gracias a un Hezonja demostrando porque la web nbadraft.net le
sitúa como en séptima posición de cara al draft de esta noche. Una
vez demostrado que el valiente y arriesgado “run&gun” de Laso
se imponía, una vez, más al frío y cerebral academicismo de
Pascual, el alero croata decidió deshacerse del corsé táctico y
con tres triples seguidos lideró un parcial de 4-13 para poner a su
equipo a dos puntos. Pero a este Madrid no le entra el miedo, y el
Chacho se sacaba de la chistera una bandeja imposible para volver a
pasar la presión al rival. El Madrid no cedería el mando y se
llevaría el primer punto por 78-72, dando buenas sensaciones y con
un gran Rudy (17 puntos y 4 rebotes), pero sin poder imaginar ni por
asomo lo que acontecería dos días después.
Y es que en el segundo partido de las
series finales el Madrid de la era Laso volvió a dejar otro partido
para el recuerdo frente su rival histórico, otro match para las
videotecas que acompañar a exhibiciones como la final de la Copa del
Rey 2012 (74-91 en el primer título de la era Laso), o la semifinal
continental de la Final Four 2014 (62-100 para los blancos) El 100-80
final es el reflejo de lo que se vivió desde el salto inicial. Un
Real Madrid desbocado y liderado por ese potro llamado Sergio Llull,
quien entre rumores de su marcha a la NBA se despachó con 24 puntos
y 5 asistencias que cimentaron su candidatura a un MVP de las finales
que de hecho consiguió (también lo hubiera merecido un Rudy
Fernández muy regular durante los tres partidos) Sus cinco triples
en el primer cuarto fueron la clave para ese 31-10 con el que
finalizó el acto inicial del segundo partido. Un parcial del que el
Barcelona no supo sobreponerse, evidenciando la incapacidad de
Pascual para improvisar ante un baloncesto que le supera, el de
velocidad de crucero que propone Laso. Y es que ante la libertad
fabulosa con la que se exhiben los tiradores blancos, el técnico
culé ha estado empeñado en seguir con su baloncesto arcaíco de
balones al hombre alto, limitando las posibilidades de su magnífico
juego exterior, a pesar de la ausencia de Juan Carlos Navarro, una
vez más lastrado por su fascitis plantar crónica.
Con tres días de descanso, que tanto
trabajo técnico como psicológico necesitaba por lado barcelonista,
llegó el tercer y a la postre definitivo partido. Buena salida de un
Barcelona empujado por un Palau buscando el milagro, pero un Real
Madrid tranquilo y confiado en sus posibilidades no sólo no se
descomponía si no que comenzaba a mandar en el marcador y en un gran
segundo cuarto con protagonismo ofensivo de Carroll (ocho puntos en
el segundo acto) estiraba la diferencia hasta los 14 puntos (34-48)
Tras el paso por los vestuarios se vio al mejor Barcelona de toda la
serie, maniatando en defensa a su rival y volando en ataque con un
Abrines viendo el aro como una piscina. El tirador que Pascual
necesitaba (la pregunta es, ¿se empeñó en buscarlo?) Una vez más,
cuando el equipo azulgrana se veía perdido, un jugador decidió
saltarse rigores tácticos y, simplemente, intentar meter puntos. Los
de Pascual llegaron a anotar 33 puntos en el tercer cuarto ante un
Real Madrid que se quedaba en 14 a punto de cerrar el acto. El 67-62
con el que parecía se iba a llegar al último cuarto era un botín
extraordinario para un Barcelona que había visto esfumarse toda
opción diez minutos antes. Pero no se pueden hacer cuentas cuando un
tal Sergio Rodríguez está en la pista, y un triple imposible desde
medio campo y a tablero dejaba un 67-65 que ponía las espadas en
todo lo alto, como suele decirse. El Real Madrid había superado el
mejor momento azulgrana, a Abrines se le agotó la pólvora, Pascual
volvió al academicismo (balones a Tomic) y Carroll sacó el fusil
para sentenciar, con canastas tan asombrosas como su palmeo a rebote
ofensivo, con su 1.88 de estatura delante de un jugador como Justin
Doellman (2.08) y ante la atenta mirada del siempre indolente en
defensa Ante Tomic y sus 217 centímetros de calidad y desidia a
partes iguales, o la canasta que ponía un ya insalvable 83-88 a pase
de un trastabillado Felipe Reyes y después de otra exhibición de
bote para buscarse el tiro propia de genios como Stephen Curry. Una canasta que sentenciaba el partido y la final y tenía el mismo efecto que la de Lampe el pasado año para darle la liga al Barcelona. Un Lampe, por cierto, desaparecido durante estas finales (en el tercer partido no llegó a disputar ni un minuto)
El Real Madrid cierra una temporada
redonda en la que la coralidad ha sido una de las señas de identidad
del equipo. Con Llull protagonista al principio y al final de la
misma (MVP de Supercopa, primer torneo de la temporada, y de las
finales de Liga), con Rudy MVP de la Copa del Rey, Nocioni MVP de la
Final Four de la Euroliga, y Felipe Reyes MVP de la temporada
regular. Nombres propios en una plantilla de, como bien dice Laso,
trece estrellas. Y es que todos los jugadores han tenido su
importancia y protagonismo. La evolución de Ayon, las exhibiciones
anotadoras de Carroll, la magia del Chacho, no al nivel descomunal de
la pasada temporada pero aún así decisivo, el trabajo sucio de
Maciulis, las apariciones inesperadas de Rivers. Y personalmente
quiero destacar la temporada de un jugador enamorado del escudo que
defiende y que ha demostrado ser fundamental para Laso. Marcus
Slaughter comenzaba un curso difícil, con Campazzo ocupando plaza de
extracomunitario y dejándolo fuera del comienzo de temporada. Se le
tramitó plaza “cotonou” (algo totalmente legal, consideraciones
éticas al margen, y que de hecho el Real Madrid ha sido de los
clubes que menos ha utilizado tal triqiñuela en comparación con el
resto de equipos ACB) para la Copa del Rey, se la revocó
posteriormente al tener por error el mismo expediente que Andy Panko
(ya ven que lo de los pasaportes “cotonou” lo hacen por igual
clubes grandes que pequeños), y volvió a ocupar plaza de
extracomunitario, pero en esta ocasión por delante de Campazzo.
Slaughter es uno de los elementos claves para un Laso que tiene en su
cuarteto nacional (sergios, Rudy y Felipe) el fuerte de su guardia
pretoriana. No vamos a entrar en polémicas, pero duele ver que en
ausencia de Navarro el único jugador español y seleccionable con el
que ha jugado el Barcelona los dos últimos partidos de la final haya
sido Alex Abrines.
Sergio Llull, ¿un MVP rumbo a Houston? |
Loor y gloria para Laso después del
injusto vapuleo al que era sometido a estas alturas de la pasada
temporada, cuando parecía que el ahora defenestrado Pascual le había
dado un repaso (eso tan socorrido para los resultadistas de “repaso
táctico”), obviando que el principal error del Real Madrid la
pasada temporada fue una mala planificación física que se notó en
las finales ACB, además de algún posible “incendio” en el
vestuario después de la decepción de perder la Euroliga ante el
Maccabi. Tanto Laso como Pascual son magníficos entrenadores y han
sido con grandísima diferencia los mejores técnicos de sus clubes
en los últimos tiempos. Y esto no es una opinión, es una realidad
que se constata echando un vistazo al palmares de uno y otro. En un
análisis más sosegado si soy de la opinión de que a Xavi Pascual
le puede el academicismo y la ortodoxia. Esa ortodoxia que nos sigue
vendiendo el mantra de la necesidad de un pívot dominante para
triunfar en el baloncesto de alta competición. Si así fuera, este
Barcelona de las grandes torres Tomic y Pleiss hubiera arrasado en
este curso recién concluido, en vez de finalizar, por vez primera en
muchos años, sin un título nuevo que añadir a las vitrinas. Por
contra este Real Madrid desbocado al ritmo que impone su caballo pura
sangre Sergio Llull pasará ya a la historia como uno de los mejores
equipos europeos de todos los tiempos. Casi nada.
Pablo Laso llegó al Real Madrid en
verano de 2011. Enseguida dotó al equipo de una personalidad propia
que atrajo a los aficionados que comenzaron a llenar el Palacio de
Los Deportes como hacía tiempo que no se veía en el a menudo tan
dejado de la mano de Dios (y de los directivos) baloncesto blanco.
Ganó la Copa de 2012 con un partido inolvidable en Barcelona,
recuperando un título que no se ganaba desde 1993, casi 20 años
después, y llevó al equipo a las finales ACB donde compitieron
contra el Barcelona como no había sido capaz de hacerlo en la era
Messina. Para algunos no era suficiente y le pidieron más. Al curso
siguiente se llevó la Supercopa y la Liga y se llegó a una final
europea, escenario que no se pisaba desde 1995. Seguía sin ser
suficiente y la espada de Damocles florentiniana, ese monstruo
insaciable, pedía más. Se volvió a ganar Supercopa y Copa y se
volvió a disputar una final europea, cosa que no se veía (repetir
final continental), desde la época de Pedro Ferrándiz (años 67 y
68) Seguía sin valer. Ya sólo faltaba pedirle a Pablo Laso la
cuadratura del círculo. Aquí la tienen. Ahora vuelvan a esconder el
monstruo de donde nunca debió salir y dejen que el baloncesto siga
su curso. Porque este curso nos puede llevar muy lejos... si le
dejan, claro.
Laso, de jugador a entrenador con ADN madridista y camino del mito. |
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