Ciudadanos de Gotham City, ¡Bat-Man y Robin han vuelto! |
En 1940 los padres de Bat-Man, Bob Kane y Bill
Finger, junto al dibujante Jerry Robinson, crearon la figura de Robin, a partir
de entonces compañero de fatigas del mítico Caballero Oscuro en su lucha contra
el crimen. La idea era atraer a un público aún más juvenil (el Robin original
contaba con tan solo 12 años), con un personaje que sirviera de contrapunto a
la oscuridad del hombre murciélago. Así Robin fue concebido como un fiel
escudero inasequible al desaliento incapaz de dejar en la estacada a su mentor
y a la vez amigo, con unas características más alegres que el sombrío carácter del
frío Bat-Man. La sociedad Bat-Man & Robin ejemplifica perfectamente el subgénero
de ficción que en cine recibe el nombre de “buddy movies”, cuyos antecedentes
podríamos situar incluso hasta en nuestro Quijote, con su infatigable y
bonachón Sancho a su lado, y que actualmente explota el filón de pareja,
normalmente policiaca o detectivesca, en la que uno de los protagonistas suele
ser un negro lenguaraz que sirve de contrapunto al serio e incorruptible poli
blanco. Un ejemplo exitoso de “buddy movie” reciente, aunque en formato
televisivo, ha sido el de la serie de la HBO “True Detective”.
Las finales de la NBA, tan propensas al espectáculo
y a lindar en sus acciones con todo tipo de épicas narrativas, ha encontrado su
particular “buddy movie” dentro del vestuario de los Cleveland Cavaliers. Y es
que quien le iba a decir a LeBron James, después de protagonizar asaltos al
anillo con jugadores como Dwyane Wade, Crish Bosh, Kyrie Irving o Kevin Love, que
iba a encontrar a su compañero más fiable en un anodino base australiano
rechazado en el draft de la NBA y cuya aportación en la cancha está siendo
fundamental tanto para el éxito de su equipo como para minar la moral del rival
(ambas cuestiones que lógicamente van de la mano, cuando hablamos de unas
finales)
Si la lesión de Kevin Love fue vista con no
demasiado desagrado por parte de algunos aficionados, asegurando que sin el
californiano los Cavs iban a jugar mejor debido a su indolencia defensiva, su
individualismo y su excesiva (para un power-forward) tendencia al lanzamiento
exterior, y permitió demostrar la valía de un Tristan Thompson que aún con lo
limitado y rudimentario de su juego se presenta como puntal Cavalier por su lucha
bajo tableros y en especial por su facilidad para el rebote ofensivo, más
sorprendente resulta la reacción del equipo de David Blatt después de perder a
su segundo hombre en importancia tras LeBron, el base Kyrie Irving. Cabe
preguntarse ahora si con Irving en cancha, por muy capaz que sea de martillear
el aro rival, el conjunto de Ohio hubiera sido capaz de poder desquiciar a todo
un MVP como un Stephen Curry, cuya frustración en estos dos últimos partidos ha
sido evidente y sólo ha encontrado ramalazos de su genio en el último cuarto del
Game 3, con 17 puntos anotados en ese periodo en el que su equipo entraba,
casualmente, 17 abajo.
Y es que Matthew Dellavedova se ha convertido en el
inesperado protagonista de estas series finales, por encima incluso de un
LeBron James lanzado hacia la historia camino de hacer los mejores números
jamás vistos en unas finales (40 puntos, 12 rebotes, 8 asistencias, 4 robos y 2
tapones ha sido la tarjeta del tercer partido) Pero lo de King James es una
explosión anunciada, el MVP de la temporada habrá sido Curry, pero como dice la
canción, “sigue siendo el rey”. Sin embargo Dellavedova, con ese aspecto de
universitario recién salido de una “sitcom” de sobremesa, cumple la demanda de
una parte del público necesitada de estas historias de cenicientas y patitos
feos. Si en el segundo partido de la serie se ganaba al aficionado gracias a su
trabajo defensivo ante Curry y una encomiable lucha que le hacía convertirse en
el héroe del partido gracias a sus tiros libres después de luchar un rebote
ofensivo, una vez trasladadas las series al Quicken Loans de Cleveland su juego
alcanza una dimensión aún mayor al mostrarse como eficiente arma ofensiva. De
hecho sus 20 puntos, que le situaron como segundo anotador de su equipo por detrás
del omnipotente LeBron son la mejor marca anotadora de su carrera en la NBA. No
podía haber elegido mejor momento para ello. Cada punto del australiano era
jaleado por un pabellón enloquecido con su nuevo ídolo, quien al grito de “¡Delly,
Delly, Delly!” dejaba por igual bombas a lo Navarro que triples, o hasta
palmeos tras rebote ofensivo. Su sociedad privada con su Bat-Man particular
quedaba sellada al servir un escalofriante alley-oop a LeBron para hundir en la
miseria a un ya posterizado Klay Thompson. Eran los momentos de la tormenta
Cavalier, que llegó a tener una diferencia de 20 puntos (48-68 rozando el final
del tercer cuarto), recortada en el acto definitivo por unos Warriors que
espoleados por un desesperado Curry llegaron a ponerse a un punto, 80-81 tras
un triple del MVP, quien con todo perdido y en modo kamikaze ofreció su mejor
juego en el partido.
Pero las señas de identidad de Dellavedova se
mantienen intactas, pese a su nueva y desconocida faceta de anotador. Su brío
defensivo, su entrega y lucha por cada balón en el aire o en el suelo y frente
a rivales más poderosos físicamente ha contagiado a su equipo y afición, que
sigue haciendo frente a las dificultades de las bajas, incluyendo la esporádica
de un Iman Shumpert mermado que se retiró dolido tras golpearse con Draymond
Green en el primer cuarto, para volver a la cancha entre la ovación de su
público. Cleveland ama a sus guerreros, pero parece que lesionarse es la única
manera de poder tomar un descanso en este equipo, ya que aún tocado Shumpert se
fue a los 32 minutos de juego. Siete menos que un Dellavedova que, al igual que
el escolta de Oak Park, acabó en el hospital a consecuencia del trabajo
realizado. Ambos jugadores esperan ser de la partida para el cuarto partido,
pero el esfuerzo Cavalier comienza a ser sobrehumano.
Cleveland se coloca con ventaja 2-1 en las finales,
pero las casas de apuestas siguen dando como favoritos a los Warriors. Tiene su
lógica y todo hace pensar en una remontada californiana, como sucediera en
semifinales de conferencia cuando Memphis les ganó dos partidos seguidos y tuvieron
que levantar la serie con el factor cancha roto. El principal argumento para
pensar en ello es simple y llanamente que son mejor equipo. Steve Kerr parece
contar de mejores y más numerosos efectivos, incluso recuperando a un David Lee
pletórico en los trece minutos que permaneció en cancha, aportando once puntos
(sin fallo en tiros de campo), cuatro rebotes, dos asistencias y un robo. Y ojo
a este dato, con un brutal +17 para su equipo en el parcial resultante de su
presencia en cancha. Claro que eso ha supuesto el ostracismo para un jugador
como Marreese Speights del que Kerr también va a necesitar su aportación.
Nos sigue pareciendo imposible que en el baloncesto
de hoy día se puedan ganar unas series finales de la NBA con una rotación de
tan sólo ocho jugadores, que son prácticamente siete ya que Mike Miller ha
tenido una participación bastante testimonial. Los números son elocuentes.
LeBron permanece en pista 47.3 minutos por partido. Tristan Thompson 43.3. Con
Shumpert y Mozgov ya se alcanza cierto rango de normalidad, con sus 43 y 31.3
minutos por partido respectivamente. El heroico Dellavedova “sólo” 30 por
partido, pero desde la lesión de Irving son 40.5 en los dos últimos partidos. JR
Smith se va a unos 34.6 minutos, más propios de un titular que de un sexto
hombre. Demasiada batalla en las piernas. Claro que con Bat-Man y Robin juntos,
todo es posible.
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