82 partidos de liga regular, tres eliminatorias de
play offs al mejor de siete partidos, para llegar finalmente a la gran final
entre los dos campeones de cada conferencia. La serie de partidos que más que
ninguna otra atraen los ojos de millones de aficionados de todo el mundo. Si la
NBA es la mejor liga de baloncesto, sus series finales constituyen, por encima
de los All Star games, la auténtica esencia de la épica del baloncesto
profesional estadounidense. La rivalidad Celtics-Lakers de los 60, siempre a
favor del intratable por aquel entonces equipo de Red Auerbach y Bill Russell,
recuperada en los 80 con dominio alterno y personificado en Larry Bird y
“Magic” Johnson (un “Magic” MVP de las finales ante Philadelphia en su año
rookie jugando de pívot en el partido decisivo por la lesión de Abdul-Jabbar y
haciendo 42 puntos, 15 rebotes, 7 asistencias, 3 robos y 1 tapón), la dictadura
de Michael Jordan, la dinastía de los Spurs… la auténtica mística de la NBA se
ha forzado alrededor de esos anillos objeto del deseo de los jugadores que
saben que serán reflejados en los libros de historia en base a lo acaecido en
estos momentos definitivos.
Y las finales de la NBA en esta segunda década del
nuevo siglo tienen un nombre propio: LeBron James. Sus quintas finales
consecutivas (las sextas de su carrera), algo que no veíamos desde aquellos
Celtics de los 60 que dominaron con mano de hierro la liga. Ningún jugador ha
sido campeón del Oeste cinco veces consecutivas desde entonces. Enfrente un
Stephen Curry en el mejor año de su carrera que ha sido capaz de llevar a los
Warriors a una final de la NBA, un escenario que la franquicia californiana no
conocía desde 1975, cuando barrieron por 4-0 a los Washington Bullets de Wes
Unseld, liderados por un colosal Rick Barry, MVP de aquellas finales después de
sus exhibiciones anotadoras (29,5 puntos de media anotó el legendario cañonero
de New Jersey en aquellas series) 40 años después Curry quiere recoger el
legado de Barry como el nuevo dios en el Olimpo particular de los fans del
equipo de la bahía de Oakland.
Rick Barry espera sucesor |
Cleveland no ha tardado tanto en volver a unas
finales. Lo consiguieron en 2007, de la mano de un LeBron que comenzaba a hacer
efectivo su reinado destronando en el Este a unos Detroit Pistons casi
intratables en su conferencia hasta la llegada del Chosen One. Luego llego “la
elección”, vista como una traición por el aficionado de Cleveland, el calor de Miami, y cuatro finales
consecutivas para dos títulos de campeón NBA. Después el perdón, la redención,
y el retorno a la gloria para la franquicia de Ohio de la mano de su jugador
más ilustre, nacido, curiosidades de la vida, en Akron, al igual que Stephen
Curry. Es realmente curioso que los dos mejores deportistas de la historia de
una ciudad de 200000 habitantes vayan a enfrentarse en unas finales NBA. Un
aliciente más para una serie por el título que vuelve a activar la gran
maquinaria del baloncesto yanqui, prometiéndonos entre cuatro y siete noches
del mejor espectáculo deportivo posible.
Los pronósticos parecen claros y unánimes sobre el
favoritismo de los Warriors. El mejor balance en liga regular, y además en el
salvaje Oeste (67-15), con factor cancha a favor frente unos Cavaliers
irregulares que acabaron segundos en su conferencia con 53-29. El equipo de
Steve Kerr ha sido una máquina de hacer buen baloncesto, con Curry a la cabeza,
pero varios jugadores rayando a un altísimo nivel. Su mejor escudero, como no,
un Klay Thompson llegado a la NBA dos temporadas después de Curry para
convertirse en la mejor pareja exterior de la liga en la actualidad, y quizás
una de las mejores de todos los tiempos (los títulos lo dirán), los “Splash
Brothers” comparten similitudes en su juego (demoledor tiro exterior) y
genealogía NBA (ambos son hijos de jugadores reconocidos de los 80 como fueron
Del Curry y Mychal Thompson), pero cada vez se complementan mejor, llegando uno
a donde no pueda no llegar el otro. En ese sentido es reseñable el evidente
paso adelante en defensa dado por Klay, paso que ya se había alabado en su
“hermano” el curso pasado y que es una muestra más del compromiso del roster
actual de los Warriors en su empeño de convertirse en campeones. Curry y Thompson
son las principales armas de Steve Kerr, los únicos jugadores de la plantilla
que han estado por encima de los 20 puntos por partido durante la temporada, pero
han tenido dos socios de lujo en los forwards Harrison Barnes y Draymond Green.
El primero había decepcionado la pasada temporada tras haber realizado un
notable curso rookie, pero este año parece haberse asentado y se ha convertido
en una de las principales espadas de su equipo junto a Curry, Thompson, y un
sorprendente Draymond Green explotando en su tercer curso NBA y casi doblando
sus registros de la pasada temporada (de 6.2 puntos, 5 rebotes y 1.9
asistencias por partido a los 11.7, 8.2
y 3.7 respectivamente, lo que le ha valido para estar en las quinielas
de “Jugador más mejorado” de la temporada, galardón que finalmente cayó en
manos de Jimmy Butler de Chicago Bulls) Tan eficiente ha sido el trabajo del jugador
de Michigan que ha condenado al ostracismo a todo un David Lee.
Este es el cuarteto base de Steve Kerr, los cuatro
jugadores que más minutos permanecen en pista y tienen la confianza absoluta
del entrenador, contando no obstante con buenos “back ups” como Igoudala,
Livingston o Barbosa. Es en la posición de cinco donde más carencias parece
presentar su juego, con el siempre renqueante Bogut y un Speights que ha bajado
mucho su rendimiento en play offs respecto a liga regular, bajando
considerablemente sus minutos en cancha y su producción (además de verse aquejado
de distensiones musculares que le han hecho perderse la mitad de los play offs)
Festus Ezeli es en principio el tercer center en la rotación, pero contando
también con minutos importantes en un equipo cuya una de sus claves es la
profundidad de banquillo. Lo cierto es que pese a lo que sigan pensando los ortodoxos,
la figura del cinco dominante es cada vez menos importante a la hora de ganar
títulos, y los últimos campeones NBA, San Antonio y Miami, presentaban fisuras
en esa posición, al igual que lo hace Cleveland, sin una superestrella en ese
puesto, pero si un trabajador cualificado y eficiente como Timofey Mozgov.
El numeroso y bien armado ejército de Curry contra un rey
LeBron cada vez más solo. No queremos ser ventajistas, porque lo cierto es que
nadie contaba con la lesión de un Kevin Love que sólo ha podido jugar cuatro
partidos de play offs y de que quien ya se rumorea su posible marcha. De
suceder así le no habría podido salir peor la jugada a los Cavs y al propio
LeBron, quien la incorporación del beach boy supuso un deseo personal y una
condición expresa en su retorno a Ohio. Perder a un posible jugador dominante a
corto plazo como Andrew Wiggins por un Love gafado, propenso a las lesiones, y
cuya incidencia en el juego de equipo más allá de su capacidad para engordar
estadísticas individuales es cada vez más cuestionada. No son pocos los
aficionados que aseguran incluso que los Cavaliers, sin Love, juegan mejor, y
que desde luego defienden mejor. El tercer socio del Big Three de Cleveland,
Kyrie Irving, se ha perdido dos encuentros de la final del Este frente a
Atlanta, reapareciendo en el cuarto y último partido muy lejos de su nivel y
jugando poco más de 20 minutos. Por si fuera poco un J.R. Smith más asentado
que nunca consciente de su oportunidad de ganar un anillo también se perdió dos
partidos por suspensión en la serie contra Chicago. El resultado de todo esto
ha sido la exhibición de fortaleza de un LeBron sublime, capaz de echarse el equipo
a la espalda y promediar 27.6 puntos, 10.4 rebotes, 8.3 asistencias y 1.3
tapones durante todos los play offs para convertir a su equipo en campeones del
Este, alcanzando el cenit frente a unos Atlanta Hawks que habían maravillado
durante toda la temporada para barrerles con un incontestable 4-0 y dejar unas
medias, frótense los ojos, de 30.2 puntos, 11 rebotes y 9.2 asistencias por
noche. Casi un triple doble por partido en unas finales de conferencia. Por
mucho que sigan ladrando sus haters, el baloncesto actual se llama LeBron James,
que una vez desmoronado su Big Three se ha erigido como un demoledor Army of
One. Claro que Curry viene de hacerle 33.2 puntos por noche a Houston, clavando
27 triples de 55 intentos en los cinco partidos de la final del Oeste, con
exhibiciones como la del tercer partido, en la que anotó 7 de sus 9. Por algo
Steve Nash ha catalogado al base Warrior como el mejor tirador de la historia.
Con estas premisas el aficionado lo único puede hacer es relamerse ante el
espectáculo que viene encima. La diferencia es que LeBron está solo, demasiado
solo.
LeBron ante los elementos. |
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