jueves, 16 de junio de 2011

THE KILLER ELITE

“La gente empieza a darse cuenta de que en la composición de un bello crimen intervienen algo más que dos imbéciles, uno que mata y otro que es asesinado, un cuchillo, una bolsa y una callejuela oscura. Un designio, señores, la agrupación de las figuras, luz y sombra, poesía, sentimiento, se consideran ahora indispensables para intentos de esta naturaleza” (Thomas de Quincey, “Del asesinato considerado como una de las bellas artes”)

Ray Allen: el asesino esteta.



La recientemente finalizada temporada de la NBA, despedida con ese baile salvaje de unos Mavericks sedientos de sangre pasando por encima de unos timoratos Heat y del que ya hemos hablado bastante a fondo, nos deja por otro lado un buen número de datos y curiosidades, grandes números individuales e interesantes proezas que anuncian la llegada de los nuevos dominadores de la liga, consagran a los actuales reyes, e incluso desafían a la lógica del paso del tiempo con veteranos cercanos a los 40 años que siguen demostrando un nivel de juego absolutamente sublime, como si quisieran demostrar que la NBA es un gigantesco play-ground en el que los jóvenes gallitos cargados de testosterona no van a tener fácil quitarles la cancha a los más viejos del barrio. Sin duda el pelotón de hombres extraordinarios que conforma el paisaje humano de esta liga demuestra estar en plena forma, para brillo de una NBA que, no nos cansamos de repetirlo, vuelve a vivir una edad dorada y mal hace el aficionado que viva ajeno a esta realidad de ensueño.    

Una de esas hazañas individuales y momentos cumbre de la temporada ha sido el que ha asegurado un lugar en la historia, si no lo tenía ya, a Ray Allen, colocándole como el máximo encestador de canastas de tres puntos de la historia de la NBA. El máximo cañonero, el más certero asesino, el pistolero más rápido y además el más estético. Este fino estilista de muñeca prodigiosa ha superado esta temporada la marca de 2560 triples de otro grande, Reggie Miller, alcanzando un nuevo registro que aún puede aumentar a sus 35 años, y sin visos de que nadie en activo pueda dar alcance a sus números en muchos años, ya que tiene una diferencia de unas 800 dianas respecto a sus inmediatos perseguidores. Estamos hablando por lo tanto de un record que, como el de Miller, tiene pinta de permanecer en los libros durante unas largas temporadas. 

No cabe duda de que Allen es el más digno sucesor posible de Miller. Otro ejemplar majestuoso de elegancia en todo lo que conlleva una precisa y preciosa mecánica del tiro. Hoy por tanto queremos dedicar nuestro blog a este tipo de jugadores de movimientos mecánicamente poéticos, o poéticamente mecánicos, quien sabe. Ajusticiadores del perímetro cuya ejecución tan repetitiva esconde que al margen de muchísimas horas de trabajo perfeccionando el tiro, hay cierto grado de locura y genialidad, de improvisación, anarquía, y desafío a la pizarra. Esos valientes insensatos que ponen a la grada al borde del infarto, a sus compañeros les amargan el café, y logran que a los entrenadores se les quiebren los nervios. Jugadores que buscan dejar su sentencia allá donde los gigantes no pueden salir a controlarlos. En este juego cada cual busca su ventaja, su modo de supervivencia, y en un deporte plagado de superatletas con muelles en las piernas y brazos devastadores como bombas atómicas, la figura del tirador a menudo responde a la capacidad de sobrevivir en un ambiente tan hostil como el del baloncesto, absolutamente peligroso y poco recomendable para la salud cuanto más cerca de la canasta se realiza.

Reggie Miller (ahora comentarista televisivo) dando el relevo a Allen tras arrebatarle el record.


Desde que la línea triple se implantara en la NBA en la temporada 1979-80 (aunque años antes ya se podía ver triplistas gracias a esa liga ABA que era algo así como la máxima expresión del deporte americano como espectáculo repleto de toques freaks y rednecks), y desde que Chris Ford vistiendo la camiseta de Boston Celtics lograse la primera canasta de tres puntos  frente a Houston, han sido tres décadas de incesante orgía anotadora desde la larga distancia, hasta el último triple de Mario Chalmers (fantásticas finales las suyas) en las pasadas finales de esta temporada. Tres décadas de canastas prodigiosas salidas de las muñecas de auténticos especialistas. Todos los grandes equipos tenían al menos un espécimen de este tipo. Los Celtics de los 80, pese a contar un fantástico tirador que nos deleitaba con sus triunfos en aquellos concursos de triples en los que arrogante se daba la vuelta y miraba al público levantando su mano antes de encestar el último lanzamiento, tal era su seguridad en la diana (ay, si hiciese eso un alero de Miami que yo se me, la que le iba a caer), en realidad tenían a su especialista en Danny Ainge, quien se convertía en desatascador del ataque verde cuando la circulación interior no encontraba su camino. El blanco escolta celtic encontraba su contrapunto amarillo en aquellos célebres duelos Celtics-Lakers de los 80 en Byron Scott, en un equipo de Los Angeles que además contaba saliendo desde el banquillo con otro mítico lanzador como Michael Cooper. Dumars era un silencioso asesino en aquellos Pistons ganadores de dos anillos, apoyado desde el banco por el “microondas” Vinnie Johnson, quien solía dinamitar los partidos desde el exterior. El Jordan dominador de la NBA de los años posteriores también tenía su escudero en labores de francotirador en la figura de Steve Kerr, claro ejemplo de lo que Andrés Montes llamaba “raza blanca tirador”. Así hasta nuestros días, en los que Dallas ha martirizado la moral de Miami con caníbales de la anotación exterior como Jason Terry o el insolente Barea (y permitiéndose el lujo de dejar en el banquillo sin jugar ni un segundo a uno de los mejores tiradores de los últimos diez años, Peja Stojakovic), siempre encontramos en todos los equipos campeones magníficas demostraciones de ese tipo de apariciones inesperadas en forma de triplazo demoledor, aunque en principio pudiesen parecer obra de actores muy secundarios (Bruce Bowen con San Antonio o Derek Fisher en Lakers son buenos ejemplos de estos maestros del puñal directo al corazón del rival cuando la batalla está en su momento más álgido) 

Bird y su habitual gesto de triunfo antes de  finalizar el último tiro en los "3-Point  Contest", hasta  El Pájaro tenía sus chulerías.


Pero aparte de la gloria del triunfo coral, encontramos grandes nombres a lo largo de la historia de la NBA que aunque no han conseguido el título han sido durante años espectaculares jugadores dominadores de una suerte tan estética como la del buen lanzamiento exterior. Dale Ellis, Dan Majerle, Glen Rice, o Allan Houston y su hilo de seda han sido buenos ejemplos de elegancia en el tiro con mecánicas puras, majestuosas y ortodoxas, esas en las que mente y muñeca se alían de manera indestructible y en las que todo encaja como en un guante de seda, la flexión de las rodillas, el arco de los brazos, la colocación de la espalda… también podemos encontrar casos de auténtica heterodoxia en el tiro, el mejor exponente hoy día podría ser Rashard Lewis, un cuatro muy abierto poseedor de un extrañísimo pero efectivo tiro que le ha valido para conseguir uno de los salarios más altos de la NBA con un juego, por otra parte, muy limitado en general. La pureza del tirador sin embargo la siguen reivindicando los Kyle Korver, Daniel Gibson, James Jones o Jason Kapono. Jugadores marginados a un rol concreto de especialista en el tiro que intentan aprovechar sus escasos minutos de gloria a base de ametrallar sin piedad al enemigo en los momentos en los que las estrellas de turno no encuentran su posición de disparo, o simplemente necesitan un respiro. Especialistas que también contribuyen al espectáculo aunque no hagan mates prodigiosos o jueguen por encima del aro. Es el espectáculo, la estética, la elegancia, de los aristócratas del crimen. La auténtica Killer Elite de la NBA.  

El apolíneo Kyle Korver, actual macho alpha de la raza de los tiradores.

2 comentarios:

  1. Decubri el blog hace unos dias y me tiene totalmente absorbido, sera porque leer tus entradas le hace sentir a uno que no esta solo en km a la redonda.Siento que faltan algunos jugadores como George "The Iceman" Gervin(que mejor cualidad para un killer que la frialdad), se que me retrotraigo mucho y que en su época aun no existía el triple pero es imposible no acordarse del Cañonero Rick Barry(vease la herencia genética legada al pequeño Brent), en cuanto a la falta de ortodoxia en la mecánica eché en falta a Shawn Marion(su catapulta soltaba algunos triples salvadores para aquellos Suns merecedores de un anillo) e incluso se podría añadir en esta clasificación a Bargnani?jaja.Para finiquitar con esta chapa que estoy soltando, eche de menos a Robert Horry, el autentico apuñalador de corazones(el mio tambien sangró con aquel aciago triple contra Sacramento) y en cuanto al "raza blanca tirador" aquí van un par de ellos Mike Miller, Mike Dunleavy Jr.,Kirk Hinrich y Adam Morrison, a quien la etiqueta de nuevo Bird, su actitud e imagen rebelde y su diabetes lastraron demasidado, aunque ¿podría aun triunfar en Europa?

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  2. Muchas gracias por tus palabras y por el post... claro que faltan muchos jugadores, la lista es tan larga... a Gervin lo acabamos disfrutando en la ACB, como recordarás... cierto lo de Rick Barry y sus famosos tiros a cuchara... a Marion aún le vimos meter unas buenas "manoletinas" en estas finales, aunque nunca le he visto como un tirador de larga distancia, más bien un alero completo a lo Tayshaun Prince, pero no un tirador puro... que pena lo de Adam Morrison, un tipo curioso sin duda, quien sabe, a lo mejor aún acaba triunfando... estaría bien porque hacen falta tipos "distintos". Un saludo.

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