viernes, 17 de junio de 2011

RIMBAUD EN AFRICA

"Las voces instructivas exiliadas... La ingenuidad física amargamente sosegada... -Adagio - ¡Ah!, el egoísmo infinito de la adolescencia, el optimismo estudioso: ¡qué lleno de flores estaba aquel verano el mundo! Las canciones y las formas agonizando... - ¡Un coro, para calmar la impotencia y la ausencia! Un coro de cristales, de melodías nocturnas... En efecto, pronto han de zozobrar los nervios" (Arthur Rimbaud, "Veinte años", poema perteneciente a su serie de "Iluminaciones") 

Ricky da el salto. Nuestro genio más precoz acepta el desafío total de la NBA. Y este humilde escribano aquí está intentando escribir algo sobre quien ha sido posiblemente su jugador favorito en el basket FIBA en los últimos años. Ese tipo de jugador distinto, que independientemente de lo que haga o deshaga te transmite algo especial, ese elemento diferencial de la magia que muchas veces no se corresponde con la frialdad de los números o la objetividad de los hechos reales. Aún así todos ellos, números, logros, triunfos y estadísticas nos hablan de un jugador absolutamente brillante y poseedor de un talento innato pocas veces visto sobre una cancha de baloncesto y capaz de dominar el juego sin prácticamente mirar a canasta. Vamos a ello. 

De Ricky comenzamos a escuchar hablar hace ya muchos años, lo cual resulta insultante si hablamos de un veinteañero, pero esa es la realidad, desde finales de la primera mitad de la pasada década nos llegaban informaciones sobre un niño prodigio, producto de esa inagotable cantera de puro talento que es el histórico Joventud de Badalona, quien junto a su hermano Marc, dos años mayor que él, aseguraban la continuidad del éxito de la que ha sido mejor cantera de nuestro baloncesto históricamente. Así pues no nos extrañó demasiado que aún sin cumplir los 15 años Ricky ya debutase en la ACB de la mano de un personaje fundamental para entender su crecimiento como Aito García Reneses. Ese Ricky debutante en ACB en Octubre del 2005, no es una aparición anecdótica, ya que hasta en diez ocasiones actúa con el primer equipo, y a la temporada siguiente ya se convierte en pieza fundamental en el DKV de Aito jugando 43 partidos entre liga regular y play-offs, con una media de minutos que ronda el medio partido, algo impropio para un jugador que cuenta por entonces con tan solo 16 años. 

Entre medias un verano con un Europeo Cadete en el que Ricky deja sobre la mesa una demostración asombrosa que no deja lugar a dudas: nos encontramos ante el mejor jugador adolescente que jamás haya dado España. Una actuación espectacular, de las que agotan todos los calificativos, olímpica, homérica, mayestática, majestuosa, soberbia, colosal, regia ... y todo lo que se os pueda ocurrir para intentar describir una tarjeta de visita jalonada con 51 puntos, 24 rebotes, 12 asistencias y 7 robos de balón (además de un triple desde el medio campo para forzar una prorroga) en la final frente a Rusia, para darnos el primer título cadete de nuestra historia, al lado de jugadores como Alberto Jodar o Jorge Santana, a quienes seguimos viendo como posibles estrellas futuras de nuestro baloncesto, un baloncesto en el que Ricky, compañero de generación o en algunos casos incluso menor, lleva ya cinco años siendo una realidad palpable, ya que tal ha sido su nivel de precocidad que algunas veces hace que no valoremos realmente la dimensión del jugador del que estamos hablando. 

El mejor maestro para el más precoz discípulo.


Aquel DKV Joventut dirigido por el sabio Aito era el club ideal para la evolución de Ricky, al lado de un fantástico Rudy Fernandez conforman una sociedad triunfal y el backcourt más explosivo y espectacular de nuestro baloncesto e incluso de Europa. Jugadas imposibles y un baloncesto revolucionario y revolucionado cuando estos dos fenomenales jugadores combinaban sus talentos y su gusto por el baloncesto espectáculo liberado del corsé táctico. La sociedad R&R alcanza su máximo apogeo en un mágico 2008 en el que los verdinegros logran un meritorio doblete de ULEB y Copa del Rey. Han pasado sólo tres años y parece que haya pasado toda una vida.

Estamos hablando de un jugador todavía menor de edad, protegido de los focos mediáticos del éxito y de la prensa, que ya ha ganado tres títulos con su club (al doblete del 2008 hay que sumar una Eurocup del 2006) Precisamente ese título del 2006 propicia que Ricky debute en Euroliga, la máxima competición continental, a la siguiente temporada. Aquel menor de edad deja su tarjeta de presentación con una de las suertes que mejor maneja, y que más infravalorada está en el baloncesto: las recuperaciones (en Minicopa llegó a conseguir... ¡16 recuperaciones en 14 minutos en un partido!), y en Europa logra liderar la tabla de "ladrones" por delante de experimentados recuperadores como Prigioni o Diamantidis. No cabía duda, nos encontrábamos ante algo especial. 

Hambre de balón.


Tras un año liderando el DKV en solitario, ya con la marcha de Rudy, y compitiendo hasta el final (jugando lesionado contra el Real Madrid en los play-offs por el título) en un club verdinegro que desgraciadamente parece que tardará mucho tiempo en volver a moverse en los parámetros del éxito que su doble R les dejó, Ricky, ya presentado al draft de la NBA y escogido con el número 5 por los Minnesota Timberwolves, se encuentra con un verano del 2009 en el que se convierte en protagonista absoluto del mundo del baloncesto, sumergido en uno de esos culebrones interminables en los que los debates a veces alcanzan cotas kafkianas. Ya es mayor de edad, ya puede hablar con la prensa, fichar contratos publicitarios y salir en los medios. Así descubrimos la figura mediáticamente atractiva de Ricky, con ese aire de joven beatle que le da un toque rebelde  para afinidad con los jóvenes de su generación. Ese look de chico moreno un tanto despeinado y desarreglado le emparenta físicamente con viejos ídolos del baloncesto más romántico, como Mirza Delibasic o el genial e imprevisible Pete “Pistol” Maravich. Ricky parece casi un icono pop, un chico cool, uno de esos deportistas de otra época, una especie de Cruyff de la canasta, un muchacho con un carisma especial, sin necesidad de tatuajes, peinados espantosos, y demás “accesorios” ridículos del desnortado deportista de elite de hoy día falto de personalidad. Siendo dada por segura su salida de un Joventut acuciado por problemas económicos y que incluso llegó a poner el contrato de Ricky como aval ante Hacienda, se abren ante él varias salidas: por un lado el sueño de la NBA, ese sueño que hoy ha anunciado que cumplirá por fin, el sueño de cualquier chaval aficionado al baloncesto, y más en una generación que ha visto las evoluciones de un compatriota como Pau Gasol en la mejor liga del mundo, en esta época en la que ya se han derribado casi definitivamente las barreras entre NBA y FIBA. Pero el sueño se antojaba tan gélido como el clima de Minnesota, una ciudad y una franquicia que en principio no parecían hacer demasiada ilusión al joven base. En Europa novias no le faltaban, las mejores. El millonario Olympiakos, el Barcelona y el Real Madrid comenzaban una carrera por hacerse con los servicios del genial jugador. Y aquí es donde el culebrón del que hablaba alcanza sus mejores cotas, con una barra libre de opinión y desinformación servida por gente que en muchos casos ni habrá tocado un balón en su vida. De repente todo el mundo parecía saber que sería lo mejor para un muchacho de 18 años cuya máxima ilusión era seguir creciendo en el mundo del baloncesto pero sin dar un salto lo suficientemente grande como para perder el contacto con su realidad y su entorno. Así, todo el mundo se creyó en derecho de poder opinar sobre lo que convenía o no convenía a un joven a quien parecían negarle el derecho a vivir su propia vida, tomar sus decisiones personales, o equivocarse como cualquier hijo de vecino. Del Ricky genio pasamos al Ricky “niñato” en un santiamén, con esos vuelcos fabulosos que produce la opinión pública y que tan bien hemos visto en la NBA con alguna otra joven figura en los últimos años. Parecía claro que la salida a Grecia era la aventura con menos opciones, por lo tanto parecía una buena ocasión para volver a vender otro episodio de las cansinas guerras Madrid-Barça, con un club blanco que celebraba la segunda llegada del mesias Florentino, el cual aseguraba que venía a potenciar el baloncesto con la contratación de Ettore Messina como primer golpe de efecto, y un Barcelona que si ya era un equipo brillante, buscaba con el concurso de Ricky formar una franquicia dominadora a nivel continental.

Visto ahora y a toro pasado no parece que la decisión de Ricky fuese equivocada. El baloncesto griego no parecía el mejor escenario para desarrollar su talento, en una liga apenas competida donde sólo el Panathinaikos ofrecería duelos de calidad. El Madrid de Messina por otro lado fue un fiasco absoluto, y vista la relación del técnico de Catania con algunos de los jóvenes jugadores de su plantilla, tampoco parecía el mejor clima para crecer. El Barcelona de Ricky, por el contrario, ha sido una auténtica balsa de aceite, un colectivo brillante de roles repartidos para conquistar sendos dobletes cada temporada, más las supercopas ACB correspondientes. Un Barcelona en el que Ricky ha cambiado el chip, En un equipo con jugadores del talento de Navarro, Mickeal o Lorbek, el base de Masnou no ha sido tan decisivo como en su Penya, además teniendo que repartir minutos con bases tan notables como Sada y Lakovic. El Barcelona de Pascual ha sido un grupo sabiamente gestionado por su entrenador, como ya alabamos en nuestra pasada entrada “Manejar la rutina”. Un bloque homogéneo en el que nadie ha dispuesto ni de un largo minutaje ni una responsabilidad excesiva en los tiros, un equipo en el que el colectivo ha triunfado sobre lo individual para engrandecer un palmarés como el de Ricky que a sus 20 años es, sencillamente, terrorífico y asusta el pensar todo lo que pudiera ganar de quedarse en Europa. No obstante en este Barcelona tan compacto, Ricky encontró en su primera temporada momentos de auténtica brillantez, como la jornada en la que fue MVP de Euroliga, o como se demuestra en el hecho de que fuera elegido mejor base de la ACB. Y también es justo reconocer, por muy fan que uno sea, que esta segunda temporada de Ricky de blaugrana ha sido un curso muy por debajo de sus posibilidades, gris, anodino en algunas fases, como si de repente la normalidad hubiese alcanzado a alguien que ha estado viviendo hasta ahora deportivamente en unas coordenadas que no se correspondían ni con su edad ni con su experiencia. Todo en Ricky ha sido tan extraordinario que cuando ha llegado lo ordinario se han encendido algunas luces de alarma. La palabra más común que se ha utilizado es “estancamiento”, pero me cuesta mucho utilizar tal término en alguien de su edad, es imposible pensar que aún sin hacer una temporada brillante, un muchacho de sus años no haya sido capaz de obtener enseñanzas y experiencias de las que sacará provecho. También se han apuntado rumores, como suele suceder en estos casos, sobre que Ricky se ha dedicado a meter más canastas fuera de las canchas de baloncesto que dentro de ellas, cosa que por otra parte no debería sorprender a nadie, ya que estamos hablando de un chaval veinteañero cargado de testosterona que tiene que encontrar el equilibrio entre la alegría de vivir y la alegría de jugar al baloncesto. No es bueno que tu vida sea absorbida por una única cosa, aunque sea el baloncesto. 

Mirando a la NBA


Luego por otra parte están sus detractores, que ya no hablan de estancamiento, si no directamente de bluf mediático o jugador sobrevalorado. Este tipo de “haters” suelen demostrar pocos conocimientos al utilizar habitualmente para su crítica el terreno de la anotación y del tiro, algo bastante secundario en la figura del base puro. Es cierto que Ricky no es un gran tirador, pero el tiro es algo que se puede entrenar hasta en solitario. Son sus condiciones innatas, su visión de juego, su gusto por los trucos de ilusionismo y los juegos florales a la hora de decorar los ataques, su juego a campo abierto, sus pases de campo a campo, su capacidad para desarmar una defensa en un cinco contra cinco con un solo golpe de vista, su deseo y su hambre de balón cuando la posesión está en manos rivales haciéndole poseedor de un ardor defensivo muy apreciado por cualquier entrenador. Son todas esas las condiciones que hacen de Ricky el jugador excepcional que es. Volviendo al tema del tiro, es una faceta en la que los jugadores suelen ir mejorando con la edad, incluso quien haya sido tirador toda su vida. Los Nash y Nowitzki que superan la treintena son cada vez mejores y más seguros tiradores. Tomen por ejemplo este dato: el José Manuel Calderón que hace dos temporadas consigue un asombroso 98,1% en lanzamientos de tiros libres, dos temporadas antes era de los peores bases en lanzamientos de libres con con un 81,8%. Estoy seguro de que con trabajo y las enseñanzas de algún Dave Hopla de turno Ricky mejorará el tiro. 

Por lo tanto sólo queda desearle suerte a Ricky en su viaje, en su nueva aventura. En una liga que aún sigue mirando con cierto recelo al jugador europeo, y en la que no hay ninguna fórmula matemática que te asegure el éxito llegando desde el viejo continente. Jasikevicius saltó a la NBA siendo el mejor base de Europa en su momento y volvió con el rabo entre las piernas. Tony Parker era una semidesconocida apuesta de los San Antonio Spurs y ha sido el base europeo que mejor carrera ha sabido labrarse en la NBA. La constancia y el no venirse abajo en los momentos duros, que al principio serán los más frecuentes, será fundamental. 

Se va a un equipo sin demasiada historia ni solera, pero con el suficiente atractivo para enganchar a cualquier aficionado, entrenado en estos momentos (aunque no es segura su continuidad) por un legendario ex -jugador como Kurt Rambis. Una plantilla muy joven y talentosa con prácticamente todo el equipo por debajo o rondando los 25 años, con jugadores como Michael Beasley, Jonny Flynn, Wesley Johnson, Anthony Randolph, y por supuesto ese carpanta que es el “Beach Boy” Kevin Love, sobrino del mítico cantante Mike Love. Un equipo al que le gusta correr y jugar a un ritmo alto. Señores, nos vamos a divertir. Merecerá la pena trasnochar para ver a Ricky conectar con sus jóvenes compañeros que ya le esperan con los brazos abiertos, como el mencionado Kevin Love que cuando supo la noticia no paró en toda la noche de “twittear” como un loco un emocionado mantra que purifica la santísima unión entre un base y su pívot: “pick and roll, pick and roll, pick and roll, pick and roll…” 

Y por supuesto le seguiremos esperando cada verano con la selección española, esa selección en la que también ha batido records de precocidad y con la que ya ha sido campeón de Europa y plata olímpica, siendo el medallista más joven de la historia del baloncesto. Ni Petrovic, ni Sabonis… Ricky. Medalla que obtuvo además siendo el base titular en esa ya mítica e histórica final contra la posiblemente segunda mejor selección USA de todos los tiempos (sólo por detrás, claro está, del Dream Team del 92) 

Kevin Love: será un buen socio.


Parece que hay algo común a lo largo de la historia en los genios precoces y adolescentes. Se diría que viven condenados a arder en el fuego de su propia locura antes incluso de cumplir los 20 años. Como si no pudieran soportar durante toda una vida la carga de su genio, sacuden todo su talento como un terremoto de iluminaciones en su juventud, y después desaparecen para dedicarse a cosas más prosaicas como el tráfico de armas. Esperemos que este poeta del baloncesto que es Ricky Rubio siga escribiendo versos en la NBA y no sea nuestro particular Rimbaud en África. Sea como fuere y pase lo que pase, el Ricky adolescente es ya el mejor jugador que nunca haya visto en mi vida siendo menor de edad, lo cual le asegurará para siempre un pequeño rinconcito en este humilde blog de los francotiradores melancólicos.  

2 comentarios:

  1. Magnífica exposición, yo creo que cuando alguien lo tiene (casi) todo dicho en un lugar tiende a perder algo de motivación y quizá ese haya sido el problema esta temporada. Ahora tiene que empezar de cero y en mi opinión eso hará que su motivación se regenere y quizá algún día diremos con orgullo que le seguimos desde los 14 años mientras el resto del mundo lo contempla asombrado.
    Un abrazo

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  2. Muchas gracias por el post... es muy posible que haya existido esa falta de motivación de la que hablas. Ricky es un jugador al que sobre todo le gusta disfrutar en la cancha, yo diría que por encima de resultados y consecución de titulos, y habiéndolo ganado todo y quedándose en un rol (magnífico rol, por otro lado) de complemento de un bloque ganador, en un equipo tan fantástico como el actual Barça, es normal que busque otras motivaciones más allá de las de coleccionar títulos. Nos quedamos sin saber todo lo que hubiera podido ganar en Europa, porque podríamos hablar del mayor palmarés europeo de todos los tiempos a nivel de clubes, pero es justa su aspiración a un peldaño y un baloncesto superior. Yo creo que va a un equipo hoy día ideal para progresar y en el que no le van a pedir resultados inmediatos. No apostaría por un impacto súbito de Ricky en la NBA (al menos a efectos de números, aunque su juego generoso en ambos lados de la cancha seguro que será del gusto de los técnicos desde el primer día), pero tiene tanta vida deportiva por delante que, si mantiene la cabeza amueblada para mantener la constancia aunque haya momentos duros, en unos tres años es fácil pensar que se pueda poner al nivel de un Rajon Rondo, base que por cierto me encanta, y tiene un perfil de jugador con bastantes similitudes al de Ricky.

    Saludos y abrazos.

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