miércoles, 15 de junio de 2011

MANEJAR LA RUTINA

La rutina es una pequeña balsa de comodidad necesaria para vivir sin sobresaltos. La monotonía, los días grises y las jornadas mediocres que hacen que en otras ocasiones puedan ser valorados como se merecen los grandes momentos que la vida nos pueda regalar. Pero hay rutinas que no son tan fáciles de soportar, más bien al contrario, exigen una dificultad y tesón diario que no todo el mundo es capaz de resistir. Por eso, aunque a cualquier jinete le encanta montar un caballo ganador, la realidad es que la constante exigencia del triunfo final puede acabar desgastando y minando la moral y buen ánimo de las cabezas mejor amuebladas. 

Bajo estas premisas creo que es justo hablar del nuevo triunfo del Barcelona en su sección de baloncesto. Campeones de la liga ACB tras unos play-offs brillantes con ocho partidos y ocho victorias, sin dejar lugar a la sorpresa. Redondean así otro año brillante en el que suman además de la ACB la Supercopa, y sobre todo la Copa del Rey. Grandes dominadores del baloncesto nacional por lo tanto. Eran los mejores, los favoritos, y han cumplido. No debiera pues sorprender a nadie su triunfo, y tampoco parece algo demasiado meritorio, si no fuera porque la historia nos ha demostrado que no siempre la calidad va acompañada del éxito continuado, y ahí es donde reside el gran mérito de este equipo, en la constante dominación de su propia rutina vencedora, en mantener una autoexigencia que no les permita “morir de éxito”. 

Xavi Pascual, brillante arquitecto de un sólido edificio.


Es cierto que estamos hablando de un equipo poderoso en todos los sentidos, en lo económico y en lo social. Posiblemente sólo los dos grandes equipos griegos, Olympiakos y Panathinaikos, estén a la altura del Barcelona hoy día en cuanto a lo pudiente. Pero es cierto también que hemos visto a lo largo de los años a grandes proyectos y plantillas fracasar prematuramente y presa de la impaciencia destrozar sus aspiraciones por culpa de las malas prisas que siempre cargan sobre sus hombros los resultadistas que únicamente buscan el triunfo efímero e inmediato, no la constancia de esa rutina vencedora de la que hablamos. 

Hace días en nuestra entrada dedicada al Real Madrid, “I died a thousand times”, recordábamos aquel Madrid del 2007 que ha sido el último plantel blanco en ganar una liga, precisamente ante el Barcelona. Y como decía entonces, de aquel Barcelona sigue prácticamente medio equipo: Navarro, Grimau, Basile, Lakovic, Vazquez… y por supuesto, Xavi Pascual, brillante y discreto forjador de una plantilla ganadora sin estridencias ni ruido mediático, y que de un plumazo, en tres temporadas, ha disipado todas las dudas que pudieran poner sobre la mesa aquellos que confían en nombres por encima de hombres, y siguen pensando que hay “messias” en los banquillos cuyo ilustre apellido garantiza una sucesión de éxitos, en vez de admitir la tozuda realidad del trabajo diario, callado, poco exhibicionista, pero efectivo al fin y al cabo. Merece la pena detenerse a ver todo lo que ha logrado Pascual en sus poco más de tres años como primer entrenador: dos ACB, dos Copas del Rey, dos Supercopas, y una Euroliga. Nunca nadie ganó tanto en tan menos tiempo. Ejemplo de técnico que dignifica la figura a veces no lo suficientemente valorada del entrenador con DNI español. Por otro lado de aquel Madrid ganador, hoy día sólo queda Felipe Reyes, aparte de un Llull en aquel momento recién llegado y que no disputó ni un segundo, pero celebró el éxito como uno más y en quien se pensaba como buen acierto de complemento para el futuro de una plantilla campeona. Por lo tanto podemos afirmar que de aquel Real Madrid sólo queda Felipe Reyes (de quien no pocas voces piden su marcha y destierro del madridismo), el hecho de que de un equipo campeón hace cuatro años sólo permanezca un único miembro, creo que ilustra perfectamente la manera de trabajar y de hacer las cosas que ha tenido dicho club.    

El coach y el capitán, un tandem para el éxito.


Pero estábamos hablando del Barcelona. Un equipo cuya fórmula para el éxito parece sencilla, pero que sin embargo conlleva precisamente esa paradoja de que hacer lo más sencillo a veces es lo más complicado en un mundo tan esquizofrénico y con tan poca memoria como el del deporte de alta competición. El club blaugrana ha encontrado en la sensatez la mejor manera de caminar hacia el éxito, aprovechando su notable poder económico en fichajes necesarios y jugadores contrastados, aprovechando sus puntos fuertes, y reforzando allá donde pudiera detectarse alguna debilidad. Todo ello además dejando espacio para que no se pierdan ciertas señas de identidad representadas por encima de todo en Juan Carlos Navarro, un hombre que vistiendo esa camiseta ha conseguido seis ligas, cinco copas, tres supercopas, dos euroligas y una Korac. La sensatez y la paciencia de saber manejar el mejor equipo posible, conviviendo con alguna derrota esporádica, que por muy dolorosa que sea, no debe empañar el trabajo bien hecho y cuestionar la validez de un proyecto que hasta el momento inclina su balanza descaradamente hacia el lado del triunfo, sigue dando sus frutos. En el futuro se recordará el Barcelona dirigido desde el banquillo por Pascual y liderado en la pista por Navarro como uno de los mejores grupos de la historia del baloncesto continental.

Sólo queda felicitarles… y envidiarles.  

Sus duelos en los banquillos podían haber marcado una época... nosotros no tuvimos paciencia.

2 comentarios:

  1. Un equipo tan acostumbrado al éxito que celebra en familia los títulos con un Palau casi vacío... Mi duda es saber qué habría sido del Barça si Navarro se hubiera quedado en la NBA o hubiese fichado por otro gran club europeo. Creo que es fundamental dentro y fuera de la cancha.

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  2. Totalmente, no se puede concebir este equipo sin la bomba...

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