De nuevo en vísperas de otro ilusionante torneo
estival que ayuda a sobrellevar el tránsito hacia el Otoño. Resulta difícil
imaginar nuestros finales de Agosto y comienzos de Septiembre de la última
década y media, nuestro siglo XXI, sin esos Pau Gasol, Felipe Reyes o Juan
Carlos Navarro que tanto nos han hecho vibrar en distintos pabellones de toda
España con los partidos de preparación, en canchas de toda Europa y todo el
globo, o a través de la televisión.
Hagamos un rápido repaso para saber de lo que
estamos hablando, por si algún lector se ha pasado los últimos quince años de
su vida en un crucero espacial, ajeno a lo que sucedía en nuestro país relativo
al mundo de la canasta. En 1998 unos chavales vestían la camiseta de la
selección española en el Europeo de Varna Sub18. Ganaban el oro. Podía haber
sido un simple éxito más, de los muchos a los que estamos acostumbrados en categorías
de formación (aunque no tan frecuente por aquellos años), pero algo hacía
intuir que se trataba de una generación muy especial. Tanto es así que al año
siguiente, en el Mundial Junior de Lisboa, acudían con las máximas
aspiraciones. Incluso se hablaba de la posibilidad de doblegar a la
todopoderosa selección de Estados Unidos. Y se logró la proeza. Aquel mismo
1999 la selección absoluta se colgaba la medalla de plata en el Eurobasket de Francia,
cayendo en la final ante la Italia de Fucka, Basile, Marconato y Myers entre
otros. Era la selección de los Dueñas, Herreros… y un joven alero que apenas
miraba el aro pero entendía el juego como nadie: Carlos Jiménez. Aquella plata
fue un rotundo éxito y se celebró como tal (qué diferencia con el tiempo
presente), después de años de ostracismo, tocando suelo con el “angolazo”,
teníamos razones para ser optimistas. La selección absoluta volvía a rugir en
Europa, y por detrás venían unos chavales que auguraban alguna que otra gloria…
y lo que vino fue no alguna que otra gloria, sí no una auténtica dinastía.
Desde 1999 hemos visto a nuestra selección colgarse un
oro mundial, dos platas olímpicas, dos oros, tres platas y tres bronces
europeos. Nada menos que once medallas. Y un fin de ciclo inevitablemente asomando,
a pesar de que no han cesado las nuevas e ilusionantes incorporaciones (Ricky,
Llull, Abrines, Mirotic…) asegurando que seguiremos en la elite mundial, aunque
cada vez va a resultar más complicado vernos subir a lo más alto del
podio.
Es ley de vida, y lo primero que tiene que asimilar
el aficionado es que no somos favoritos para este torneo, donde Francia
deslumbra con prácticamente su mejor roster posible y además jugando en casa.
Los análisis nos sitúan en el siguiente peldaño, junto a Serbia, precisamente
el rival contra el que debutamos. Por tanto una medalla de bronce (precisamente
el resultado obtenido hace dos años) sería un éxito notable, sobresaliente en
caso de alcanzar la final (y asegurar billete olímpico), y ya no digamos
alcanzar el oro. Recordemos que hablamos del Eurobasket más complicado de los
últimos tiempos, y en este caso desde luego no es un tópico.
Personalmente, esta selección 2015 me plantea varias
dudas, ninguna respecto a la calidad, pero si sobre la configuración del roster
definitivo. Vaya por delante que las renuncias de algunos jugadores (Calderón,
Ricky, Marc, Navarro…), los problemas físicos (Ibaka), los divorcios entre
jugadores y FEB (Suárez, Vázquez), y los contratiempos de última hora (Abrines)
han hecho que Scariolo haya optado por seleccionar a los doce mejores hombres
posibles (o al menos los que le ofrecen más seguridad) independientemente de sus
posiciones. Así nos encontramos con un roster con seis hombres altos o
interiores (Pau, Felipe, Mirotic, Aguilar, Claver y Hernángomez, de los cuales
sólo Hernángomez es cinco puro, aunque Pau lleva años jugando de cinco en FIBA),
dos bases puros (Rodríguez y Vives), dos “combo-guards” (Llull y Ribas), y dos
aleros bajos, ninguno por encima de los dos metros (Rudy y San Emeterio) Esto
trastoca de manera considerable, aventuro a pensar, los planes iniciales de
Scariolo. Para empezar, es posible que veamos a Claver, por fin, jugando de
tres con la selección (como vimos contra Macedonia) durante no pocos minutos. Por
otro lado Llull, quien con el técnico italiano jugaba de dos y hasta de tres
dirigirá el juego durante varias fases del campeonato. Ribas, a quien apenas
veíamos hacer de play-maker en Valencia, tendrá que echar una mano en esa
faceta recordando sus comienzos en el Joventut. En definitiva, perdemos “small
ball”, que era una de nuestras señas de identidad y nos permitía desarbolar a
los rivales al contrataque o en transiciones muy cortas, de diez o doce
segundos, siempre partiendo, claro está, de una buena defensa (otra de nuestras
señas de identidad) Tampoco se aventuran muchas rotaciones, máxime con el grupo
tan exigente en el que estamos encuadrados. Un sexteto clave:
Chacho-Llull-Rudy-Mirotic-Pau-Reyes. Todas nuestras opciones pasan porque estos
seis jugadores, o al menos cuatro de ellos, mantengan su mejor nivel durante
todo el torneo. No tenemos el potentísimo banquillo de otras ocasiones, cuando
iban saliendo a pista los Llull, Felipe Reyes o Ibaka, para dar descanso a los
hermanos Gasol o Navarro. Por tanto hay que aprovechar al máximo el descanso, en
nuestro caso previsto para el lunes día 7, y según se hayan dados los
anteriores partidos (Serbia, Turquía e Italia nada menos), aprovechar el en
principio balsámico choque contra Islandia del día 9 para dar minutos a los
menos habituales.
Por tanto creemos que hay razones para ser
optimistas, porque hay mucha calidad y sobre todo un Pau Gasol que a sus 35
años viene de hacer una de las mejores temporadas de su carrera con su nueva
camiseta de los Chicago Bulls, pero hay que ser realistas respecto a nuestras
limitaciones, además de observar las numerosas virtudes de los demás. Hablamos
de un campeonato en el que hay hasta una decena de equipos aspirantes a medalla
(Francia, Serbia, España, Croacia, Grecia, Italia, Lituania, Eslovenia, Turquía
y Alemania) Cualquiera de estos diez combinados tiene recursos para subirse al
podio. No hagamos un drama por tanto si nos tenemos que conformar con una
cuarta o quinta plaza (que al menos nos clasificarían para el Pre-Olímpico) Más
que nunca, la línea que separa el cielo del infierno va a ser muy difusa (y en
ese sentido imposible recordar que nunca estuvimos más cerca de tal infierno
que en el Europeo de 2009, cayendo en el primer partido contra Serbia y a punto
de perder contra Gran Bretaña en el segundo partido con lo que virtualmente
quedábamos fuera del torneo… no olvidemos tampoco como caímos al cuarto partido
contra Turquía… y finalmente fuimos campeones haciendo cinco partidos
consecutivos con un baloncesto excelso) Deseemos suerte a Scariolo y a nuestros
jugadores. Queda muy bien decir que no la necesitamos, pero en este caso será
otro de los factores a tener en cuenta.
Comienza la aventura |
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