Pau engrandece su mito |
Pasaban las seis de la tarde de este sábado tanto en España
como en Francia. En el estadio Pierre-Marouy, cancha futbolística del equipo
local del Lille y reconvertido a escenario baloncestístico para la ocasión,
España y Polonia finalizaban las ruedas de calentamiento. Los técnicos daban
las últimas instrucciones a sus jugadores antes del comienzo de los himnos.
Llegaba el turno del español, y nuestros jugadores, ceremoniosos, formaban en
la habitual fila mientras sonaban los compases de la Marcha Real. Al instante
tanto los presentes en el pabellón francés como los espectadores de televisión
repararon en una significativa ausencia en nuestro grupo baloncestístico. Los 215
centímetros de Pau Gasol no destacaban, como suele ser habitual, entre sus
compañeros. No destacaban por la sencilla razón de que Pau no estaba allí en
aquel momento.
Las primeras especulaciones hablaban de algo tan humano como
un “apretón” de última hora que había obligado al de Sant Boi a acudir al
vestuario para su alivio intestinal, pero pronto las noticias iban apuntando en
una dirección más alarmante. Pau estaba tocado. En efecto, concluyendo la rueda
de calentamiento, el máximo anotador de este Eurobasket sentía un pinchazo en
su gemelo derecho que le obligaba a ser tratado con su fisioterapeuta Joaquín
Juan. Un vendaje en su pierna, un lenguaje gestual excesivamente sufrido, y una
exagerada tendencia a jugar por fuera, resultaban síntomas claros de que algo
no estaba bien en Pau y no se veía en condiciones de “pegarse” en la zona con
el martillo polaco Marcin Gortat. Lo que vino después ya es historia del
baloncesto español.
Historia, y una intrahistoria de la que poco a poco vamos
conociendo más detalles y engrandece el mito de nuestro mejor jugador de
baloncesto de todos los tiempos. La conversación con Sergio Scariolo, temeroso
de arriesgar la carrera del líder tras conocer que los médicos convenían en que
el jugador no jugase más de cinco minutos continuados, y el baloncestista
reafirmando su compromiso con un barco del que no se quiere bajar, figurará en
los libros de historia del baloncesto español en los capítulos, amplios sin
duda alguna, que deban dedicarse a una figura que lleva casi dos décadas
agotando los calificativos y que a sus 35 años se empeña en demostrar que
todavía no ha jugado los mejores partidos de su vida. Porque el de este sábado
ha sido uno de ellos.
Cuesta ya ser original a la hora de definir actuaciones tan
superlativas como la realizada por el mayor de Gasol ante Polonia, pero vamos a
intentarlo. Pau ha sido el hombre que ha cambiado el curso del baloncesto
español contando con un pequeño pero genial escudero que mortifica a sus
rivales desde el exterior. Hablamos, claro, de Juan Carlos Navarro, ausente en
esta cita debido a su ya crónica fascitis plantar. Bien, pues ante Polonia Pau
Gasol se convirtió en él mismo y en Navarro. Nuestro dúo dinámico en un solo
jugador. Nos mantuvo con vida durante todo el encuentro, cuando Polonia
demostraba porque era una selección que tuvo contra las cuerdas a Francia y que
nadie la había ganado en este torneo por más de tres puntos. Y finalmente
rompió el partido en el último cuarto, cuando su exhibición exterior anotadora
alcanzaba momentos de éxtasis más propios de jugadores de perímetro para firmar
ese resplandeciente 6 de 7 en triples.
Una victoria que nos permite alcanzar el objetivo mínimo de
pelear por un puesto en el Pre-Olímpico (para ello valdría con una séptima
posición) y que analizada en su contexto ideal hay que darle su mérito, con la
ausencia de Rudy Fernández, a quien su hernia discal le ha hecho decir “basta”,
veremos si momentáneamente, y con Pau Gasol tocado desde el primer minuto. Se
dio el deseado paso adelante en defensa, e incluso vimos, por fin, a la
selección haciendo defensa presionante en todo el campo, con la particularidad
de que la punta de lanza de esta presión era... ¡Felipe Reyes! Al estilo de lo
que ha hecho Laso con Slaughter, Scariolo utilizó al capitán de la selección
para dificultar la subida de balón del base rival. Ya lo ven, finalmente Pablo
Laso, con todo lo que se ha dicho sobre él, creando escuela.
Apareció Claver, en su versión más oscura pero necesaria:
defensa y rebote. Se sigue apostando en exceso por la dirección de Sergio
Rodríguez sin buscar alternativa. El Chacho tuvo momentos de zozobra (3 pérdidas
de balón), pero respondió en los momentos claves. Seguimos creyendo que hay que
dosificarlo mejor para que, precisamente, responda mejor. Mirotic, sin hacer
ruido, sigue sumando y mucho (15 puntos y 8 rebotes con un buen 66.7% en tiros
de campo... errado en el triple con 1 de 4, pero acertando sus 5 lanzamientos
de dos puntos) y Llull va recuperando su mejor versión (12 puntos y 3 asistencias
en 20 minutos) Las razones para el optimismo siguen centrándose en el ataque,
pero se observa un cambio de actitud en defensa. Para bien o para mal esta es
una selección acostumbrada a autogestionarse y a exigirse en los momentos
decisivos. Saben medir la importancia de cada contexto, y suelen responder ante
situaciones críticas. ¿Están demasiado acostumbrados a jugar con fuego? No lo
sé. A todos nos gustaría ver a una selección que arrasase desde el minuto uno
del primer partido, pero eso es sencillamente baloncesto-ficción. De nada vale
realizar una primera fase brutal para luego caer en los cruces, como hemos
visto en otras ocasiones.
Sea como fuere, el partido de este pasado sábado será
recordado siempre por la actuación de Pau Gasol, dando una de las mayores
exhibiciones individuales del campeonato y una lección de compromiso que nos ha
puesto la piel de gallina. Nos espera Grecia, rival siempre complicado y que
llega a esta cita en un mejor momento que el nuestro, con una plantilla más
completa y mejor dosificada. Son favoritos. Reconocer tal circunstancia puede
ser el primer paso para nuestras opciones de triunfo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario